La familia Gálvez lleva más de 40 años regentando una conocida joyería en el Centro Comercial Carrefour de Alfafar, una popular ubicación entre los vecinos de l’Horta Sud, que en la zona algunos aún conocen por su antiguo nombre de «el Continente». Para esta pequeña empresa familiar, que recientemente realizó una inversión para ampliar su establecimiento, el castigo fue doble: tras el paso de la DANA, los saqueos barrieron con todo aquello que se habría podido salvar.
En la joyería, aquel fatídico martes, cuenta a este medio Sandra Gálvez, quedaba tan solo una empleada. «Ni la famosa alarma, ni la policía… Nadie avisó de nada, pero le dijimos a nuestra trabajadora que se fuese a casa en vista de cómo se estaba poniendo el tiempo. Aún así no pudo llegar, se quedó atrapada en la rotonda del Ikea, a menos de un kilómetro». La odisea de esta empleada fue similar a la de tantos otros trabajadores: atrapada en su vehículo cuando llegó la tromba, tuvo que trepar a un muro para huir del agua y finalmente pasó la noche en el interior de su coche anegado.
«Imagínate cómo está la pobre», cuenta desgarrada Sandra. «Tenemos que ver cómo salimos adelante, porque hay rumores de que el centro comercial puede haber quedado tan inservible que quizá lo demuelan. De ser así, tendríamos que cerrar definitivamente y se perderían los puestos de trabajo».
Primero el agua, después los saqueos
Cuando Sandra logró llegar a la zona, durante la mañana del miércoles, las autoridades le impidieron el acceso y le comunicaron que su establecimiento había sido saqueado. «El jueves por la mañana volví a personarme, exigiendo poder acceder para comprobar qué había ocurrido con mi negocio. El escenario era dantesco, los saqueadores habían roto los cristales blindados para acceder al interior de la joyería y llevarse todo lo que pudieron. Todavía no hemos tenido tiempo de cuantificar la pérdida material, pero hablamos de una inversión muy importante», explica la segunda generación de los Gálvez.
«Fue un robo bien coordinado y ejecutado. Sabían a por lo que iban, se llevaron todas las joyas y relojes de marcas como Armani, Hugo Boss… y dejaron la bisutería de Swarovski». Cuando cayó la red eléctrica, la empresa de seguridad privada les alertó de que estaban desprotegidos. En condiciones normales, en esta situación el dueño del establecimiento se persona en el local tras la alarma. En el contexto de la DANA fue imposible.
Calculando pérdidas, al coste de reponer el mobiliario y los cristales, los Gálvez tienen ahora que sumar los robos y la situación psicológica del personal.
Barra libre para los saqueadores
Los días que siguieron a la tragedia, la atención de las autoridades y los equipos de rescate estaba centrada en los núcleos urbanos afectados. Como si de un escenario de ciencia ficción se tratara, el polígono industrial de Alfafar, junta al Carrefour y Centro Comercial y de Ocio MN4, quedaron desolados. Fue un festín para los saqueadores.
«En la zona no había policía, ni Guardia Civil, ni nada de nada. Cuando el miércoles me personé en el lugar, tuve que pedir a la Guardia Civil que me acompañase para poder llegar al centro comercial. Pasaban por allí, pero no paraban. La única respuesta que recibí fue que me olvidara, porque lo iban a robar todo», explica Sandra.
Y continúa: «De los locales arrasados salían grupos de gente con carros cargados de objetos robados. Pasamos miedo, iban a por todo a machete, corriendo de un lugar a otro para llevarse lo que pudiesen. Esa noche, en el Carrefour, había gente esperando a que la seguridad privada acabase su turno para poder entrar a saquear. Nadie protegió esa zona».
Las primeras horas fueron momentos de pánico y necesidad, pero no eran igual quienes se llevaban lo básico de un local arrasado para sobrevivir, que quienes iban organizados para robar cuanto pudieran. «Sentí mucha rabia e impotencia al ver a los saqueadores tratando de acceder a las tiendas. No entendía cómo podía estar todo tan desprotegido, no había nada que pudiéramos hacer para evitarlo, porque peligraban nuestras vidas», recuerda.
Volver a ponerse en pie
Para los Gálvez, como para muchos otros, el futuro inmediato plantea todavía muchas incógnitas. Cálculos de daños, trámites con los seguros… va pasar tiempo. Por suerte cuentan con otros establecimientos en Xàtiva y Carcaixent, pero su temor ahora se centra en que los rumores terminen por confirmarse y el centro comercial sea demolido.
«No sabemos nada, está todo muy en el aire. Nuestra idea es tratar de recopilar la máxima información posible y ver si podemos ir tirando con otras tiendas. Queremos volver a ponernos en pie y para ello hemos creado incluso un fondo de crowdfunding. Al final, yo sigo teniendo pagos, los proveedores nos envían ánimos pero seguimos teniendo facturas y sueldos que pagar», cuenta Sandra.
«Desde el centro comercial, además, siguen queriendo que paguemos alquiler… está todo en el aire. Debemos empezar de cero, pero son muchos años, muchos clientes, y familias a nuestro cargo. Se me parte el alma de pensarlo».