Artista, divulgador de arte, coleccionista, crítico de arte, escritor y ahora también mentor. El campo de acción profesional de Antonio García Villarán (Aznalcázar, 1976) no deja de expandirse. Se define como «un artista del siglo XXI», y ello implica cumplir con una misión: aprovechar todos los medios que tiene a su alcance para conseguir transformar el mundo del arte y que los artistas puedan ganarse la vida con sus creaciones.
Ese es el legado que quiere dejar, y para acercarse a la meta, el polifacético pintor acaba de dar un paso más creando el curso «Cómo vender tu arte en internet», con el que pretende enseñar a los artistas a monetizar sus obras. Lo hace desde la experiencia, pues Antonio lleva desde los 13 años pintando y afirma con orgullo que no ha trabajado nunca en nada que no tenga que ver con el arte.
Desde 2018, gracias a su fecunda actividad en redes sociales, el artista plástico andaluz ha conseguido vender más de 500 obras en un mercado en el que el artista de éxito promedio suele vender entre 10 y 20 obras al año.
En una distendida entrevista en exclusiva concedida a Economía 3, Antonio García Villarán comenta las claves para poder vivir del arte gracias a internet y reflexiona sobre el papel que las nuevas tecnologías, como la IA o los NFT, pueden tener en la actividad artística.
El arte en red lo cambia todo
-Acabas de lanzar el curso “Cómo vender tu arte en internet”. ¿Cómo lo has planteado? ¿Qué se encontrará quien decida hacerlo?
Es un libro y es un curso. El mismo contenido empaquetado de dos maneras diferentes. Es un curso vivo basado en mi experiencia y casos de éxito a la hora de vender obras de arte en internet. En 2018 empecé a vender mi arte por internet y vendí 3 obras. Ya me parecía una barbaridad. Venimos del mundo en que no había internet y las obras se vendían exponiéndolas o recibiendo la visita de coleccionistas en tu estudio. El hecho de poder poner la obra en la red lo cambia todo.
La primera obra que vendí fue para Estados Unidos. Era una cosa impensable, pero sintomática de que esto podía funcionar. He preguntado a coleccionistas y galeristas cuántas obras vende al año un artista de éxito. Coinciden todos en que, tanto si expone en ARCO como si expone en Art Basel o donde sea, un artista de éxito vende entre 10 y 20 obras.
Yo en 2018 vendí tres, pero en 2019 ya salieron de mi taller 19 obras. En 2020 vendí 73. En 2021, 226 originales. Y en 2022, 134, contando también los NFT, pero subiendo la facturación. En 2023 volvió a subir la facturación y hubo meses que se vendieron de 1 a 2 obras originales al día. No estamos hablando de prints ni merchan, sino de obra original. El precio mínimo de un dibujo son 150 euros. El precio máximo, unos 30.000 euros. En esa horquilla se venden las obras.
Cómo vivir del arte
-¿Cómo sintetizarías las claves que te han permitido vivir del arte a lo largo de estos últimos años?
Lo primero es entender que la obra de arte, una vez terminada, se convierte en un producto. Lo ideal en la estrategia del artista del siglo XXI es dedicar un 50% de tu trabajo a producir —producir lo que tú quieras, ¿eh?, no pintar expresamente para vender— y el 50% a vender. Con ello podemos tener autonomía y libertad a la hora de tener nuestro propio negocio.
En el libro te hablo desde la importancia de tener una obra hasta cómo, en una red como Instagram, el perfil lo puedes convertir en una galería de arte por cero euros. Explico también la mejor estrategia que puedes seguir con el cliente o coleccionista, poniéndoselo fácil. Hablo mucho de plataformas de éxito como Amazon para copiar lo mismo que han hecho ellos, traspasándolo al mundo del arte.
Cuáles son las mejores redes para los artistas. Los apartados que no pueden faltar en tu web y cómo tienes que montarla. Técnicas de copywriting, los perfiles comerciales que deben tenerse en las redes. Hablo de los contratos y certificados de autenticidad, de leyes de persuasión para vender obras de arte. Del mailing, de derivados de tu obra, los encargos… Es muy completo.
He puesto todo mi conocimiento para ayudar a los artistas a que puedan vender su obra. Es lo que a mí me hubiese gustado tener cuando estudiaba. Nadie me lo enseñó.
Un mercado infinito
-Vivimos en la época con mayores facilidades para difundir y vender arte. Y precisamente por eso, hay también más competencia que nunca. ¿Crees que hay mercado suficiente para todos los artistas?
Nuestro mercado son las casas. ¿Cuántas personas tienen casa? Prácticamente todas. ¿Cuántas paredes hay? Ese es nuestro mercado. Es infinito, pero los artistas, no sé por qué, nunca nos hemos molestado en vender nuestra propia obra. Siempre hemos creído que necesitamos a un agente externo, como un galerista o un marchante. Es lo que nos han vendido. Pero estoy intentando cambiar el mundo del arte.
No nos hacen falta galeristas. Si el galerista quiere algo de nosotros, tendrá que aportarnos mucho valor. Yo tengo muchas propuestas de galeristas, pero digo: si yo tengo más visibilidad que tú, ya estoy vendiendo y me conoce muchísima gente, es al contrario. ¿Qué me das tú a mí por estar en tu galería? Hoy en día, las ventas las podemos generar los artistas desde nuestro estudio, y me parece algo revolucionario. Estamos en el mejor momento histórico en el que podemos estar.
-También estamos en un momento en el que la exposición a imágenes es mayor que nunca, tanto en cantidad de ellas que nos llegan como en el volumen de tiempo que dedicamos a consumirlas. ¿Crees que esto juega a favor o en contra de los artistas pictóricos?
Estamos expuestos a imágenes, pero de todo tipo, igual que en la vida cotidiana: tú vas por la calle y ves un anuncio, ves a personas… Te despiertas y ves imágenes. Otra cosa son las obras de arte. Los artistas todavía no se han dado cuenta del poder que pueden llegar a tener trabajando bien sus redes sociales, realizando un embudo de ventas y con técnicas de persuasión para la venta de arte que, además de ser sencillas, son divertidas y está guay llevarlas a cabo porque son muy creativas. No es una receta de «dos más dos, cuatro». Es bueno porque a los artistas nos gusta crear cosas. Y crear estas estrategias también mola.
Tengo un apartado en el curso en el que hablo sobre cómo crear memes con arte para atraer a gente interesada por el arte. Hace poco hice un reel basado en tópicos de «soy artista y claro que…». En dos o tres días tuvo más de un millón de visitas en Instagram. Se ha hecho viral, con lo cual me han subido mucho los seguidores y la gente está viendo mis obras. Todo eso juega a nuestro favor y es divertido de hacer. El humor es una herramienta más de todas las que se pueden utilizar para hacer llegar tu arte a mucha gente.
-¿Hace falta tener una obra excelente para vivir del arte? ¿A partir de qué nivel de calidad puede un artista plantearse vender su arte?
Yo siempre digo que tienes que empezar a pensar en vender tu arte cuando sinceramente tú comprarías tus propias obras. La mayoría de los artistas somos muy exigentes con nosotros mismos y, por ejemplo en mi caso, yo pinto lo que pinto porque a mí me gusta ver mis obras. Puede parecer egocéntrico, pero yo compraría mis propias obras. Los artistas que empiezan o con una carrera mediana saben cuándo su obra todavía no está madura. Pero es cierto que todas las etapas tienen su punto interesante.
Precisamente uno de los capítulos del libro y del curso se titula «La importancia de tener obra». Este curso no es para que el que empieza hacer arte empiece a vender, es para las personas que ya tienen una obra y no encuentran la manera de darle salida. Tú ya tienes una obra, llevas un tiempo trabajando, tienes un producto interesante… Entonces sí, vamos a empezar a venderlo. Pero si no sabes pintar, no sabes dibujar, no sabes modelar… Lo primero es aprender.
-En relación al arte digital y el trabajo de los ilustradores… ¿Hasta qué punto lo que tú aplicas para vender obra original física se puede aplicar también para vender este tipo de arte digital?
Es lo mismo. Tengo alumnos y conozco a artistas que venden obra digital. Hay personas que les dicen «oye, quiero que me hagas a mi novio tipo manga, me gusta tu obra y quiero regalar esa imagen», y después se la imprimen. El arte digital lo puedes poner sobre una taza, sobre una camiseta, sobre un póster, grande o pequeño… El físico también, pero el digital se presta más. Es más versátil. Las estrategias de venta son exactamente las mismas. Sirven para vender arte con todo tipo de soportes. El arte digital es simplemente un soporte más.
-¿Se puede compaginar vivir del arte con otros trabajos? Muchas personas, al tener que atender sus necesidades más inmediatas o pagar las facturas, están muy ocupados en eso y el arte lo tienen como algo más secundario. ¿Crees que se puede compaginar o la dedicación tiene que ser plena y exclusiva?
Es una cuestión de prioridades. Yo nunca me he dedicado a nada que no sea arte, por ejemplo, y me gano la vida con el arte. Cuanto más tiempo le eches a trabajar en arte, más vas a conseguir. El arte no es solo pintar, en el caso de un pintor. Yo he hecho trabajos de todo tipo. Nunca he trabajado de camarero, por ejemplo, que es algo muy típico. Yo siempre me he buscado la manera de que, haga lo que haga, tenga que ver con el arte. Desde la enseñanza, que me gustaba y creé mi propia academia, hasta pintar pañoletas y murales en la Feria de Sevilla. He llegado a hacer mucho encargo, mucho retrato de «píntame a mi niña.» Ahora hace mucho tiempo que no hago, pero nunca me he alejado de a lo que yo me dedico, que es a hacer arte.
Si te dedicas al 100%, vas a ganar dinero con el arte. Yo tengo 47 años y ha habido épocas en las que he pintado más tiempo y otras que menos. En las que he dedicado más tiempo a pintar he vendido más, estaba más enfocado. En las que me he dedicado más, por ejemplo, a divulgar arte, vendía menos pero ganaba más divulgando arte. Si tienes claro que quieres dedicarte al arte, apuesta por ello, porque es buen momento.
-¿Cuáles son los principales errores que cometen los artistas cuando intentan emprender o empezar a vivir de su arte?
Un error muy común de los artistas es creer que por el simple hecho de hacer una obra buena ya tiene que venir alguien a comprarla. El hacer la obra es un gran trabajo, pero hay otro trabajo que es venderla. Yo tenía una galerista que me decía que bastante difícil era ya pintar como para yo tener que vender. Que eso lo hacía ella. Pero hoy en día lo podemos hacer nosotros. Tenemos que tener conciencia de que desde nuestra casa, nuestro ordenador y nuestro móvil optamos a que nuestra obra se venda en el mundo entero.
Otro de los errores es que piensan que es muy difícil, que es un trabajo muy duro. No, perdona, un trabajo duro es poner el ladrillo en agosto en Sevilla a las tres de la tarde, coger naranjas levantándote a las seis de la mañana. El hacerte una web o aprender a hacer textos de copywriting no lo es. Mira tutoriales, que los hay, y los haces desde tu sofá. No es un trabajo duro, es un trabajo entretenido, divertido además, y en el que los resultados los ves inmediatamente. Con lo cual es al contrario: es un trabajo más fácil que difícil.
Pero los artistas piensan que por el hecho de hacer un cuadro ya tiene que venderse. En Instagram, muchos suben el cuadro y no le ponen ni descripción. Ni hashtags. No lo enlazan a la tienda online. No prestan atención. Es como si yo, que tengo huerto, planto una semilla y me olvido. La semilla se la puede comer el pájaro, si no llueve no nacerá, si nace pero hay orugas o caracoles se la pueden comer… Hay que plantar la semilla, ponerle el riego, cuidar que ningún animal se la coma, ponerle el invernadero, mimarla para poder recoger los frutos. Si se convierte en árbol, la semilla me puede dar naranjas para muchos meses o años. Eso es lo que no entienden los artistas.
-Eres un firme defensor de los NFT. ¿Crees que se ha sobredimensionado su uso para el negocio artístico? ¿Qué parte de moda ha tenido y qué parte de utilidad real? ¿Qué futuro le auguras a esta tecnología?
En realidad soy un firme defensor del criptoarte. El NFT es simplemente una tecnología para mintear ese arte. Yo defiendo que una obra esté vinculada a un contrato por el cual, cuando se venda, al artista le llegue un porcentaje correspondiente a los derechos de autor.
Tú puedes mintear una canción, un tuit o lo que sea. Eso me da igual. De lo que soy defensor es de que, por primera vez, una obra artística, como una pintura digital, esté vinculada, gracias a los NFT, a la blockchain, y cuando se realice una transacción con esa obra y pase de una mano a otra, automáticamente en mi wallet me llegue ese 10% que aparece en el contrato. Cosa que no ocurre todavía con las obras originales. Si todos los cuadros que he vendido estuvieran minteados, yo ya tendría un castillo. Si de cada obra que se revende me perteneciera un 10% por derecho de autor, sería el mundo ideal.
Ocurre lo mismo con los libros. Cuando escribes un libro, lo que vendes es el objeto donde se imprime la idea, pero no el libro en sí. Vendes el soporte. Y de cada soporte, un 10% le corresponde al autor. En las obras de arte, cuando pasa de manos y adquiere más valor, ese porcentaje le debería llegar al autor. Es algo que debería ocurrir por ley. De cada obra deberíamos hacer un contrato para que nos llegara el porcentaje acordado. Pero desgraciadamente la gran mayoría de los artistas, y yo el primero, no hacemos ese tipo de contratos.
-En tu experiencia, ¿qué es lo que hace que alguien desee tener una obra de un artista?
Los compradores y coleccionistas suelen comprar porque se enamoran de una imagen que tiene que ver con ellos, que les recuerda a algo, y desean poseerla. ¿Por qué queremos tener una camiseta de una determinada marca y no del mercadillo? Porque significa algo para nosotros. El arte es estatus. Si tienes una obra de Picasso, eso dice algo sobre ti, igual que quien tiene un Rolex, un Ferrari o un Lamborghini. El ser humano, desde las cavernas, siempre ha deseado poseer objetos.
Pero el arte tiene un plus, algo que hace que una obra pueda valer desde 5 hasta 5.000 millones. Esto no lo tiene ningún otro objeto, y es porque, en esa manifestación artística del ser humano, algo metemos ahí, algo mágico, si quieres llamarlo así, algo trascendental e intangible que sabemos ver pero que no sabemos explicar.
Muchos compradores me dicen que hablan con sus cuadros. Se sienten acompañados por ellos. Yo los produzco y estoy siempre rodeado de cuadros. Me da placer. Y cuando viajo siempre voy a ver museos. Algo pasa ahí.
-También imagino que es el sentir ese vínculo con el autor. Si te gusta y tienes una obra suya, es como si hubiera un pedacito de él que está en la obra, y eso no ocurre con otros objetos que están hechos en serie o que son puramente pragmáticos.
Sí. Yo cuando voy al Prado me puedo quedar más de dos horas delante de un cuadro mirando mil cosas de composición, de color, de cómo ha dado la pincelada el pintor, cómo es la vibración, cómo funciona una forma respecto a otra, por qué un formato me inspira más espiritualidad que otro… Hay mil cosas en una imagen que puedes descifrar y, si son buenos cuadros, esas cosas el artista las piensa al hacerlo. Los cuadros son enigmas y además van cambiando. Muchas veces me pasa que veo un cuadro y al cabo de dos años lo vuelvo a ver y me parece otro. El cuadro no ha cambiado, pero tú sí, y tu mirada frente al cuadro es otra. Todo eso es lo que tiene el arte.
-¿La gente de clase media o media-baja compra arte? ¿Cómo se puede acceder a este segmento tan numeroso de la población?
En mi caso, estoy generando nuevos coleccionistas a diario y son personas de clase media o baja. Los coleccionistas empiezan por el principio, incluso por obras que ni siquiera son originales. Pueden empezar comprando un póster de una obra que les gusta mucho y luego empiezan a entender el valor que tiene y pueden comprar una obra. En mi caso, por ejemplo, la más barata, un dibujo original, vale 150 euros. Después puede apostar por una de 1.000 euros y, conforme vaya viendo el valor, se va haciendo su propia colección. En mi caso, tenemos muchos coleccionistas que al principio no coleccionaban y ahora ya tienen más de seis o siete obras.
Los artistas tenemos el compromiso de hacer ver al público que coleccionar arte no es caro. Puedes empezar con obras de personas que están empezando pero que tienen mucho potencial. Comprársela muy barata, ir siguiendo al artista y ver cómo aumenta no solo de valor, sino de calidad, y poseer una obra de los inicios de ese artista.
Hace poco visité a una amiga. Su madre es coleccionista de arte y tenía una obra mía. Me la compró hace quince o veinte años por 60 euros. Un cuadro grande. Me preguntó cuánto podría costar ahora. Lo medí y ahora mismo vale 6.000 euros. Me dijo que tendría que haberme comprado diez. La gente que vea el potencial en alguien, que apueste por ese artista, porque va a tener obra original en su casa y, quién sabe, lo mismo incluso gana dinero.
-Pueden convertirse en cazatalentos.
Hay algunos artistas en los que se ve más claro que en otros. Quien me compre una obra a mí, que llevo pintando desde los 13 años en una academia y tengo 47 y una trayectoria, sabe que es un valor seguro. Pero hay otros que dices: «Yo a este chico le veo potencial». Yo compro obra también. A veces he intentado comprar obras a jóvenes que lo tienen tan mal montado que me he aburrido y no he podido comprarle la obra. Por eso quiero ayudarles a que puedan vender.
-Sueles hablar a menudo sobre los estándares de calidad en el arte. Acuñaste el término “hamparte” para describir obras poco o nada trabajadas que son todo marketing, y se te conoce por ser muy crítico con el arte conceptual, sobre todo el que nos intenta tomar el pelo. En tu opinión, ¿dónde está el límite entre lo que es arte y no lo es? ¿Tiene que ver con el esfuerzo? ¿Con la sofisticación? ¿Con la capacidad expresiva?
Todo es arte. El hamparte es arte, pero es un arte que no vale nada, ni económicamente ni conceptualmente ni en cuanto a trabajo. Un ejemplo muy sencillo es la bola de papel de Martin Creed. Es un artista, sí. Pero es como decir «yo soy pintor, mire usted, he pintado un cuadro» y resulta que es horrible. Vale, es usted pintor porque pinta, pero es un mal pintor.
Martin Creed es un mal artista. Su obra vale cero. Una de sus obras es un papel arrugado puesto en medio de una galería. Ya está. Tú me puedes decir que eso es el universo o cualquier otra cosa. Pero a mí me parece un cero a nivel técnico y a nivel conceptual. A nivel de discurso, te lo has inventado. Porque digas lo que digas, el mismo discurso te vale para una bola de papel, para una puntilla clavada en la pared o para el vaso de agua medio lleno de Wilfredo Prieto. Seguro que el mismo texto vale para cualquier obra. En todo caso, si el texto me ha convencido, lo bueno es el texto, no la obra.
-Eso iba a decirte… Igual es arte simplemente porque es literatura.
Exactamente. Para mí el valor lo tiene, si es que lo tiene, el texto en tanto que literatura, pero no el hecho de que ese texto me explique lo que es esa bola de papel arrugada. ¿Hay arte conceptual bueno? Por supuesto. De hecho, cualquier tipo de arte es conceptual. Algunos se han apropiado del término «arte conceptual» para darle más valor a obras que no lo tienen. Mis cuadros son obras conceptuales. Detrás de cada obra, cada rostro expresivo, cada drag queen o cada canina que pinto hay un concepto. ¿El hamparte es arte? Sí, pero un arte pésimo. No tiene valor.
-No podemos irnos sin hablar de la IA. Pese a que no eres un detractor de su uso, has dicho en varias ocasiones que los resultados conseguidos con inteligencia artificial están todavía muy lejos de lo que es capaz de lograr el ser humano. ¿Crees que tardaremos mucho en ver IAs que consigan resultados indistinguibles de los de un artista experimentado?
Me parece absurdo ser detractor de las IAs. Sería como decir que eres detractor de internet. En lo que no estoy de acuerdo es en cómo ha llegado la IA a nuestras vidas. En cómo están usando el trabajo de artistas para ganar dinero y, de nuevo, a los artistas no nos pagan nada. Los artistas siempre estamos a la cola de todo. Se dice siempre lo del artista bohemio sin un duro. ¡Claro, si nos están quitando el dinero por todas partes! No estoy nada de acuerdo en cómo han cogido nuestro trabajo para generar otras imágenes que sí están cobrando otros.
Los sistemas de las IAs tienen los datos de todas las imágenes que cogen para generar una. Esto cambiaría si con un software dijeran: «Esta imagen se ha generado con estas 1.000, se ha vendido tanto y, por lo tanto, le corresponde tanto a cada artista». En el mundo entero se generan muchísimas imágenes al día. Aunque de cada una te tocara un 0,0001%, teniendo en cuenta todo lo que se genera en el mundo, lo mismo los artistas tendrían un sueldo o un dinero recurrente.
En cuanto a si falta mucho para conseguir resultados que se acerquen a los de los humanos, yo lo asemejo un poco a lo que se hablaba de que en el siglo XXI los coches iban a volar. Yo todavía no he visto coches volando, lo que sí veo son manos con seis dedos hechas con las IAs. En el pódcast de Jordi Wild, él me puso varias imágenes que a él le parecían fantásticas, y cuando las acercamos, le hice ver que estaban todas mal. A poco que te fijes, ves que si la imagen fuese un coche, le darías a la llave y se desmontaría.
Creo que falta mucho porque al fin y al cabo las IA necesitan a personas detrás que las guíen. Cuando salió Photoshop, la gente decía «mira, esa imagen es muy bonita porque está hecha con Photoshop», como si el Photoshop por sí mismo hiciese algo. Con la IA es lo mismo: tú pon a un mono tecleando para hacer imágenes con IA. Te va a salir una barbaridad.
-De hecho, yo pienso mucho en que, incluso si la IA llegara en algún momento a copiar o imitar la técnica el estilo de los artistas, yo creo que sobre todo podría hacerlo en estilos más realistas o convencionales, pero la creatividad y el estilo propio de cada artista es tan particular en muchas ocasiones, que eso no va a acabar nunca. Incluso creo que la irrupción de la IA puede dar un impulso a que se diferencien aún más los artistas.
Es una herramienta más de creatividad. Pero ninguna IA se va a poder meter en la cabeza de Antonio García Villarán y anticipar lo que yo voy a pintar. ¿Una IA puede saber qué cuadro voy a pintar yo mañana? No, tendría que ser yo la IA. Podrá imitar, pero lo que va a poder hacer de momento son imágenes digitales. Ni siquiera hace cuadros. No pinta. Hay algo por ahí con brazos mecánicos, pero está muy verde aún.
Yo creo que es al contrario. Lo que está haciendo es que las obras de los artistas que pintamos en tradicional valgan más dinero todavía porque la gente se está dando cuenta de lo difícil que es encontrarse con un lienzo en blanco y generar una obra nueva y original a partir de tu propia cabeza y tus conocimientos. Con lo cual, estoy muy en contra de cómo se está gestionando la IA, pero estar en contra de la IA en sí me parece absurdo. Es un tiro al aire.
-Para finalizar, una pequeña ráfaga de preguntas sobre tus filias, fobias y afectos. Empezamos con tu artista favorito de todos los tiempos.
Cambia cada semana. Me gustan muchos y muchas. Yo dije que el que me parece más completo hoy por hoy es Goya. Pero Picasso es de los grandes. El Greco y el Bosco me parecen indescifrables y no tienen nada que ver. Ahora estoy investigando a Berthe Morisot, una artista impresionista maravillosa. Tamara de Lempicka, que es poco conocida. Velázquez, Francis Bacon… Hay muchísimos. No tengo un artista favorito. Bueno, Antonio García Villarán, para no liarme. (Ríe).
-Tu artista favorito contemporáneo.
Jenny Saville me encanta. Es una artista figurativa y me alegra porque es una de las artistas vivas más cotizadas. Tiene un tipo de pintura que me chifla y me interesa muchísimo lo que hace.
-El mayor genio de la historia en cuanto a talento puro.
Si me hablas del Renacimiento, te diría Miguel Ángel. Si me hablas de algo más contemporáneo, sin duda Picasso, pero también Duchamp. Revolvió los cimientos del arte y nos hizo pensar. Botticelli o Tintoretto, en su época, me parecen brutales y marcaron tendencia. El Bosco se diferenció de todos y sigue hasta hoy en día diferenciado. Arcimboldo, con esas cabezas con frutas… ¿Quién ha hecho algo así? Nadie.
No considero que haya un genio que esté el primero y los demás por detrás. Cada uno ha conseguido la excelencia dentro de un campo. Y hay muchos que son genios.
-El mayor timador de la historia.
Uno de ellos es Dalí, sin duda. Y una de las mayores timadoras es Yoko Ono. Exponiendo en uno de los mejores museos del mundo, que es el MoMA, y haciendo la obra que hace, me parece simplemente una multimillonaria caprichosa a la que le hacen la pelota los agentes artísticos porque tiene mucho dinero y le dejan hacer lo que sea. Y a mí me parece un timo.
Hoy en día hay muchos. Hay algunos artistas que tienen buenas obras, como Maurizio Cattelan, pero que luego te pegan un plátano en la pared. Eso, lejos de ser una obra disruptiva o interesante, me parece un timo. O el que hizo la escultura invisible. Son cosas que todo el mundo ve que son un fraude.
-La obra de otro artista que más te ha inspirado, marcado o que más te ha hecho reflexionar.
Me hacen pensar mucho las obras más oscuras, como las de Gutiérrez-Solana, las Pinturas negras de Goya, las obras de Ressendi, las de Munch, Francis Bacon… La oscuridad me hace pensar más que las obras centradas en la luz, como las de Velázquez, que también, pero no tanto.
-Un artista o una obra en particular sin la cual tu carrera o trayectoria hubiera sido diferente o no hubiese existido.
Pues fíjate, con todo lo que me meto con él, Van Gogh. Por Van Gogh me introduje en el mundo del arte. El primer libro que me regaló mi familia en Reyes fue sobre la obra concreta de Van Gogh. Después he ido abriendo los ojos y he visto que no es el mejor de los impresionistas. No me parece tan bueno, pero sí fue el introductor de mi interés por el arte, quizá porque muchas de sus obras son muy fáciles de hacer, por lo que yo me veía capaz de hacerlo también. (Ríe).
-La obra propia de la que te sientes más orgulloso.
La danza macabra contemporánea, un tríptico que hice como conclusión de la pandemia. Son figuras danzantes, caninas, que tienen una composición muy compleja. Tiene toda una dinámica basada en la danza, el día y la noche, con diferentes agentes representados, como el rey, los políticos, el ejército, la gente del pueblo, el artista, los dioses… Tiene muchísimo contenido y estoy muy orgulloso de ella. Y de todas las que hago. Yo no digo que una obra está terminada hasta que no me siento orgulloso de ella. Acabo de terminar hace unas horas un autorretrato vestido de bufón, una cabeza grande con una expresión de maldad que cuando la he visto acabada me ha encantado.
-¿Empiezas casi todo lo que empiezas o dejas muchas obras a medias?
Muchos no, pero algunos cuadros están a medias. Hay algunos que no me gustan y los borro. No muchos, porque intento sacar todas las obras que pienso. Pero algunas se me enquistan, las dejo ahí y luego las retomo. La gran mayoría de veces las termino, hay veces que no. Incluso hay algunas que las dejo durante uno o dos años y un día me levanto y digo «¡ya sé lo que le faltaba!», le doy cuatro toques y listo.
-El proyecto más ambicioso que te gustaría llevar a cabo.
Mi proyecto soy yo mismo. Quiero llegar a lo máximo, tanto en divulgación de arte y enseñanza como en mi faceta como artista. Mi mayor proyecto es conseguir que cada casa de cada persona tenga una obra original. Ni siquiera mía, sino una obra de un artista. Si cada casa, en vez de tener una lámina de Ikea, tiene una obra original de un autor, los artistas en general, mi comunidad, mis hermanos y hermanas, van a poder vivir de lo que les gusta, y eso para mí sería lo máximo. Contribuir a eso con toda la divulgación que hago, mostrando mi ejemplo y haciendo estos cursos es el legado que quiero dejar.
-Tres cosas que no puedes evitar pintar una y otra vez. Y por qué.
Una son los autorretratos, porque son una muestra de autoconocimiento y el modelo me sale muy barato porque soy yo. Además voy cambiando y cada autorretrato que pinto tiene una temática diferente.
Yo pinto las cosas que me rodean y lo que me llama la atención en el momento en el que estoy. En un momento más oscuro de mi vida a nivel mental, empecé a pintar caninas, huesos y calaveras. Es una cosa que siempre me ha gustado. Aunque ahora no pinto tantas, de vez en cuando sí y siempre las voy a pintar.
Y lo tercero: aquello que admiro, las personas que admiro. Normalmente son las que tengo más cerca, las que conozco. Si pinto a mi padre, a las personas que trabajan conmigo o a mis amigos es porque los admiro y sé cómo son. Me gusta verlos pintados y me gusta saber que tienen una pintura mía.
Ahora estoy pintando una serie de drag queens porque me parece admirable el trabajo que hacen y su propia vida, que es muy oscura pero muestran todo lo contrario cuando hacen arte drag. Y me parece fascinante esa transformación que hacen en algo que es pura fantasía. Todo lo que admiro me gusta plasmarlo y que se quede ahí.
Hace poco hice tres retratos de Gustavo Santaolalla, no porque admire su música, que también, sino porque lo he conocido hace poco y en persona es mejor todavía. Le acababan de dar el Grammy, vino a mi estudio, se trajo el ronroco y se puso a tocarme un concierto para mí solo. Eso es inspirador e increíble. Por eso lo pinto.