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El ADN innovador

Redacción E3
Publicado a 10/07/2013

Responsable de proyectos en el Centro de Innovación. Florida Universitària.

En un entorno global hipercompetitivo y turbulento, cambiante a una velocidad vertiginosa, y donde todo está tan interconectado, es mejor si aceptamos que nos va a ser prácticamente imposible predecir lo que va a ocurrir mañana y centramos nuestros esfuerzos en aprender a surfear la ola.

El ADN innovador

Pero, ¿cómo lo hacemos para asegurar que, esté el mar como esté, vamos a poder mantener la cabeza a flote? ¿Qué es lo que marca la diferencia?

Harvard Business Review publicó un revelador artículo en mayo de 2012, «Five ways to make your company more innovative” (https://hbswk.hbs.edu/item/6982.html), que resumía las conclusiones principales del libro publicado unos meses antes, «The Innovator’s DNA” («El ADN del innovador”, de Jeff Dyer, Hal Gregersen y Clayton M. Christensen), según el cual existe una serie de características y comportamientos que, combinados, producen un resultado innovador a lo largo del tiempo. Es lo que se denomina el ADN innovador o ADN de la innovación.

Este artículo definía cinco habilidades que caracterizan a las personas innovadoras, que habían sido identificadas y sintetizadas tras llevar a cabo una investigación con más de 5.000 personas reconocidas (en mayor o menor medida) como innovadoras y con la capacidad de pensar diferente, entre las cuales se encontraban Jeff Bezos (Amazon) o Pierre Omidyar (eBay), junto a muchos otros casos de éxito de empresas mucho más pequeñas y que han trascendido poco a este lado del charco, pero cuya trayectoria les precede.

Así pues, estas habilidades pueden ser aprendidas y, dominándolas, es posible aprender a pensar y actuar de manera diferente, aumentando con ello de forma considerable nuestra capacidad de innovar y las perspectivas de adaptar nuestros productos, servicios y procesos a cualquier ola que venga.

La combinación ganadora del ADN innovador está formada por las siguientes características:

1ª. Capacidad de observar. Es la primera pieza del puzle. Las personas innovadoras observan activamente la realidad que les rodea, porque es en esa realidad donde van a identificar patrones, tendencias, oportunidades, que será el primer paso del proceso innovador. Sin observación, nada ocurre.

2ª. Preguntarse. Observar y preguntarse van de la mano. Las personas innovadoras observan y luego se preguntan el por qué y el para qué de lo que ven. Hacerse preguntas es la gimnasia del cerebro, según escuché decir a Joaquín Lorente en una interesante conferencia, y es un hábito que se puede aprender y adquirir. ¡Ojo, hacernos preguntas no implica que tengamos la respuesta, pero sí que vamos a empezar a buscarla!

3ª. Asociar conceptos. Podemos decir que esta es la piedra angular de este ADN. No en vano Steve Jobs hablaba, en su famoso discurso de apertura de curso en Stanford University en 2005, de «conectar los puntos”. La mayoría de los problemas que podemos encontrarnos, o algunos parecidos, ya han sido resueltos por nosotros mismos o por otras personas en otro momento o lugar.

Asociar conceptos implica conectar esas respuestas y ser capaces de aprender de las soluciones que generamos o que otros generaron a problemas similares. Cuantos más puntos tengamos en nuestro haber, más fácil será hacer esa conexión; cuanto más observemos, más preguntas nos hagamos y más soluciones nos planteemos, aumentaremos exponencialmente la posibilidad de conectar.

4ª. Experimentar. Solo disponemos de datos del pasado y eso no es suficiente para innovar. La experimentación, en esencia, supone decirse «no quiero esperar a que existan datos e información; voy a generarlos”. Por supuesto, embarcarse en la tarea de probar algo que no existe o no conocemos entraña la posibilidad de equivocarnos, pero también de ir desmitificando el error y el fracaso.

Experimentar también supone entrenar la capacidad de hacer, probar y aprender de los errores y corregirlos, desarrollando la ‘resiliencia’, una habilidad esencial para querer seguir surfeando tras haber tragado agua unas cuantas veces.

5ª. Relacionarse y trabajar en red. La habilidad de relacionarse y establecer conexiones con otras personas es esencial. Un grupo diverso de personas, con diferentes antecedentes y experiencias, nos permitirá identificar nuevas tendencias y oportunidades, y desarrollar ideas más innovadoras, ya que al relacionarnos con los demás aumenta exponencialmente la probabilidad de obtener información útil y conectar más puntos.

TODOS PODEMOS INNOVAR 

Si pensamos en estas características anteriormente descritas, a simple vista no parece tratarse de algo ajeno. Todas ellas nos son en cierto modo familiares, y con seguridad seremos capaces de identificarlas, en diferente grado, en nosotros mismos. Esa es la actitud y ese es el comienzo.

Al igual que el ADN de cada persona es único, cada uno de nosotros cuenta con capacidades distintas, todas ellas igualmente útiles y valiosas, a la hora de adaptarnos con éxito a ese entorno que cambia tan rápidamente.

Solo hemos de intentar conocer aquellas en las que no somos tan fuertes, para poder ir desarrollándolas (la formación específica y centrada en competencias es una apuesta segura), y generar alianzas con aquellos que poseen en mayor medida las capacidades que nos faltan, para sumarlas a las nuestras y poder así completar nuestra ‘caja de herramientas’ para la innovación.

Florida Universitaria ha diseñado su modelo educativo pensando en el desarrollo de estas capacidades clave para permitir a las personas innovar a lo largo de la vida y estar preparadas para los cambios impredecibles, sorteándolos con éxito y convirtiéndolos en oportunidades.

www.florida-uni.es

 

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