Europa contiene la respiración debido al cierre este lunes de los gasoductos Nord Stream. Las autoridades rusas anunciaron hace un mes que la clausura sería temporal, debido a «labores de mantenimiento», y que duraría 11 días. Sin embargo, son muchas las voces en Europa que temen que Putin pueda alargar el cierre como método de presión a la economía europea.
El pasado viernes la ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, advertía de que el cierre del Nord Stream podía provocar lo que denominó como «una situación de máxima tensión» durante las próximas semanas.
A medida que se suceden las declaraciones de los políticos europeos, comienza a calar la idea de que Rusia planea cerrar el grifo. También la Agencia Federal de Redes alemana advirtió este lunes que de cumplirse el peor de los escenarios, Alemania se encontraría en una situación de emergencia.
La sartén por el mango
El gobierno de Putin anunció en junio pasado dos reducciones consecutivas de los suministros de gas a través del Nord Stream, primero una de un 40 % y luego otra adicional del 33 %, que el gigante gasístico ruso Gazprom justificó con problemas con las revisiones técnicas de las turbinas de la empresa alemana Siemens que se emplean en las estaciones de bombeo.
Si bien muchos países europeos han reducido su dependencia energética del gas ruso, todavía quedan pesos pesados de la Unión que dependen del suministro eslavo. También Italia, a través de la compañía de hidrocarburos Eni, afirma que Rusia habría reducido en un tercio el suministro usual de gas.
El Kremlin ha rechazado cualquier insinuación sobre el uso por parte de Rusia del petróleo y el gas como un arma de presión política, en referencia a la parada del Nord Stream por problemas técnicos, pero la posibilidad de un corte total del suministro de gas ruso está generado cada vez mayor temor.
Reducir el impacto
Ante la eventualidad de que Putin decidiese cortar el grifo, los gobiernos europeos preparan distintas medidas para tratar de reducir el impacto de que la situación se prolongara. Existen diversas opciones sobre la mesa, desde decretar el racionamiento de las empresas energéticas a limitar el consumo tanto para la calefacción como para el alumbrado público.
Para Italia y Francia, una solución pasaría por aumentar el uso de las centrales eléctricas de carbón que aún están en funcionamiento por parte del Gobierno. También la concesión de subvenciones públicas para hacer frente a la crisis, con ayudas a los hogares y a las empresas.
De hecho, el ejecutivo francés ha avanzado que su gobierno presentará en las próximas semanas un plan «de sobriedad energética». La idea preparar a la población y movilizarla para reducir el consumo de combustible.
Sin embargo, pese a las medidas, Europa se vería obligada a recortar un 30% su consumo de gas de cara al próximo año en caso de que el gas dejase de llegar. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) advertía, en un informe publicado la semana pasada, del efecto que más incertidumbre tendría sobre el mercado energético. La situación está llevando a que los precios se sitúen en máximos de cuatro meses y, según Bloomberg, la cotización del combustible se ha disparado un 700% este año.