¿Cómo conseguiremos que nuestras ciudades sean sostenibles e inclusivas en el futuro? ¿Cuáles serán sus rasgos? ¿Extensivas o en altura, coches eléctricos o por hidrógeno, cómo atraemos inversiones, será posible conseguir el pleno empleo y retener talento…?
Para resolver todas estas incógnitas hablamos con Alejandro Escribano, arquitecto, urbanista y autor del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad de Valéncia de 1988.
En primer lugar, intentaremos resolver hacia qué tipo de ciudad nos dirigimos. Alejandro Escribano esclarece que en los próximos tres/cinco años “no veremos aún cambios profundos. Seguirá la tendencia ya iniciada con el cambio de siglo, donde hemos visto un aumento del espacio urbano peatonal y para bicicletas así como una vuelta al espacio central de las ciudades, que vuelve a ser el centro de actividad principal, con su atractiva mezcla de usos (vivienda, comercio, ocio, restauración, cultura…). Los cambios profundos llegarán con los vehículos eléctricos autónomos en un horizonte de 20/30 años”.
La siguiente incógnita que despeja Escribano es si las ciudades deben ser extensivas o en altura. Ante esta cuestión, incide en que “hay que dejar de tener miedo a las densidades y a las alturas. Hay una especie de tótem por el cual los rascacielos o los edificios en altura eran un símbolo de la especulación. Hoy sabemos que no es así”, ratifica. Añade que “un rascacielos es insostenible a partir de las 30 plantas por el alto consumo de energía”. Subraya, además, que “la utilización del suelo inteligentemente y con edificios en altura es una forma de no desperdiciar el espacio”.
De hecho, Escribano revela que existe un consenso muy amplio entre los urbanistas actuales a favor de la ciudad compacta con densidad media/alta. “Esto no quiere decir ciudades sin zonas verdes o equipamientos, significa un urbanismo cercano a las 100 viviendas por hectárea que permite un nivel de dotaciones suficiente, pero que optimiza el uso del suelo y de las redes de servicios”, comenta.
¿Cómo es la movilidad en las ciudades?
Otra de los interrogantes a los que nos enfrentamos es la movilidad futura en la ciudades y cómo convivirán coches autónomos, patinetes, bicicletas, transporte urbano…
Escribano no tiene ninguna duda de que “la ciudad del futuro incorporará todos estos elementos y parte de esas tecnologías ya existen o tienen un grado de madurez muy cercano a su uso generalizado”. Reconoce que “hay muchas incógnitas abiertas y la más importante es cuál será el papel del hidrógeno frente a la batería en el transporte del futuro”. A su juicio, “asistiremos a un crecimiento de vehículos que funcionarán con hidrógeno cuando este sea obtenido con energías alternativas y renovables y sea una fuente de energía tecnológicamente e industrialmente madura”.
“En ese momento, tendremos un parque de vehículos no contaminantes. Serán silenciosos, autónomos y estarán programados para recoger a las personas lo más cerca posible de su ubicación para optimizar los flujos de circulación”, incide.
“Suena a escenario de ciencia ficción, pero las tecnologías están ahí. El gran salto tecnológico vendrá de la mano del hidrógeno que es lo que dará autonomía al transporte a partir de energía no contaminante”, destaca.
El experto en urbanismo recalca que estas nuevas formas de movilidad darán lugar a que los espacios centrales de la ciudad tradicional aumenten su atractivo ya que, “al eliminar o reducir el automóvil tradicional incrementarán su belleza como espacios para los viandantes con una componente de paisaje cultural y mezcla de usos que los harán únicos”.
Inversión vs. sostenibilidad en movilidad
La atracción de inversiones no está reñida con la sostenibilidad. Al contrario. Alejandro Escribano desgrana una serie de factores que deben reunir las ciudades para atraer inversiones y, al mismo tiempo, ofrecer un entorno humanizado entre los que se encuentran: mano de obra cualificada; calidad universitaria, especialmente de contenido técnico y empresarial; disponibilidad de suelo apto para uso terciario, oficinas y parques empresariales, con entornos y urbanización de calidad y facilidades para obtener licencias o permisos; y poderes públicos confiables y seguridad jurídica.
Sin embargo, advierte que “la falta o defecto de estos factores es suficiente para lastrar cualquier posibilidad de atraer inversiones”.
Escribano hace alusión a otros componentes complementarios a los anteriores como son las comunicaciones aéreas internacionales, facilidades logísticas (puerto, ferrocarril…), calidad residencial y de servicios deportivos y culturales…
¿Y si no hay posibilidad de expansión?
¿Qué opciones tienen aquellas ciudades maduras sin posibilidad de crecer? Escribano tiene clara la respuesta: “Crecen sobre sí mismas reciclando tejidos urbanos obsoletos. ¿Cómo? Reutilizando viejos espacios que han perdido su función inicial. En el reciclaje clásico, una vieja fábrica se convertía en vivienda, en el actual, debería convertirse en un espacio económico. Es decir, en fábricas compatibles con el medio urbano o en oficinas porque es fundamental que la ciudad cree empleo en sí misma”, subraya.
València, una ciudad sostenible
– ¿Cómo evolucionará la ciudad de València en el futuro?
Se trata de una ciudad prácticamente acabada a la que le quedan pocos espacios de nuevo crecimiento y que está condicionada por una huerta protegida que no nos conviene ocupar para dejar espacios libres con los municipios vecinos y garantizar una buena calidad ambiental.
Actualmente, de los límites que marcó el PGOU de 1968, de lo que se planificó como nuevo desarrollo quedan solo tres operaciones por completar: el borde de Benimaclet, el de la ronda y el casco consolidado; la operación del Grao que corresponde a la zona que está más allá de la calle Serrería, de las vías del tren y al lado del puerto; y el Parque Central y su desarrollo. Todo ello suma entre 6.000 o 7.000 viviendas nuevas y son los únicos tres barrios que quedan por planificar. Frente a ello, tenemos cerca de 440.000 viviendas. Con lo que el modelo de la ciudad de València ya lo tenemos.
Tenemos la suerte de contar con una ciudad que ambientalmente ha salido muy bien. Hay ciudades que salen mal, y no por culpa de la ciudad, sino del territorio, su historia y evolución.
En València, la tragedia de 1957 permitió sacar el río fuera de la ciudad, en una operación que hoy es prácticamente impensable. Una vez hecho, la ciudad se encuentra con un millón y medio de metros cuadrados de espacio libre en su interior. Ese corredor verde es la clave de nuestra calidad urbana, de accesibilidad a espacios libres y es el eje principal del transporte en bicicleta. Por tanto, las actuaciones en materia de sostenibilidad en València se deben llevar a cabo sobre el medio urbano con la perspectiva de que el transporte privado cambiará a partir de la electrificación masiva y del hidrógeno y en veinte años tendremos un escenario muy distinto al actual.
Por ello, debemos ir preparando el espacio urbano para esa situación y actuar sobre el parque actual de viviendas que son muy deficientes en términos energéticos y ambientales.
– ¿Cómo conseguimos que esas 440.000 viviendas sean sostenibles?
En las viviendas actuales es donde se pueden llevar a cabo acciones más importantes. València tiene 5.000 hectáreas de suelo urbanizado de las que 2.000 son cubiertas planas aprovechables para producir energía fotovoltaica. Otro aspecto en el que hay que incidir es el aislamiento térmico.
Debemos insistir también en ampliar espacios para el peatón, facilitar su accesibilidad eliminando barreras arquitectónicas, recuperando espacios para el ocio y viejos edificios para usos ciudadanos.
Sin embargo, València tiene una gran asignatura pendiente que está en recuperar para uso ciudadano los espacios que el puerto cedió a la ciudad –la vieja dársena del puerto y todo su entorno que está infrautilizada–. València no puede permitirse el lujo de no utilizar hasta el último metro cuadrado de espacio interno y que deberían estar pensados para facilitar la creación de empleo en la ciudad, otro de los grandes objetivos a conseguir.
– ¿València reúne las condiciones necesarias para crear empleo?
Tiene unas condiciones ambientales, tamaño y oferta de servicios excepcionales. Por lo tanto, podemos conseguir crear empleo en la ciudad. València hoy, con el teletrabajo y la segregación entre centros de producción, de diseño o de administración, puede captar empleo de aquellos que estén interesados en vivir en una ciudad con una buena calidad de vida. Pero, para ello es preciso crear esos espacios.
– ¿Qué otros retos tiene la ciudad?
València tiene otros retos como renovar las ordenanzas de uso de polígonos industriales dentro de la ciudad como el de Vara de Quart. Se trata de una tarea urgente para facilitar la implantación de actividad productiva de nueva generación y no las viejas industrias de los años 60 y 70.
– ¿València es capaz de atraer inversión extranjera?
Los valencianos transmitimos una imagen de ciudad hostil hacia la inversión extranjera y esto es un error. València tiene un potencial fantástico y esto no significa que tenga que llevarse a cabo especulativamente. La gran suerte que tenemos es que el desarrollo futuro de la ciudad puede estar basado en la creación de empleo para el sector servicios.
Somos la ciudad con más Erasmus de España porque los que vienen quieren volver o nos recomiendan. De hecho, si un día tienen que elegir una ciudad para teletrabajar puede que se decanten por la nuestra por las playas, el clima, la cultura, tamaño perfecto, el jardín del río Turia, la Albufera… Todo ello, configura un conjunto que se da en pocas ciudades europeas.
Por ello, los Erasmus que vienen a València hacen mucho más por la ciudad que una Copa América. Con lo cual, hay que promover que el tejido universitario valenciano se consolide, impulsar la creación de suelo universitario evitando que se vaya fuera y facilitar la creación de residencias de estudiantes. Todo ello, es muy importante para el futuro económico de la ciudad. Por no hablar del empleo cualificado que genera la actividad universitaria.
– ¿Y el puerto de València?
La ciudad debe aprender a querer al puerto y darse cuenta de la importancia que tiene para el futuro económico de València. En un mundo en el que la logística y el transporte por contenedores es la correa de transmisión de la economía mundial, tener la suerte de contar con el principal puerto transoceánico del Mediterráneo, teniendo en cuenta el empleo que genera, sobre todo en el sector servicios asociado a la logística y al puerto, es otro gran factor junto con la Universidad y la calidad de vida, que presagian para València un futuro económico espléndido.
– Entonces, ¿está a favor de su ampliación?
Por supuesto. La ampliación del puerto ya está hecha, dificultarla es un error para esta ciudad. Lo que se va a hacer es rellenar unos diques que ya existen. Por tanto, si hay o no un daño ambiental, ya está hecho. Si el Puerto de València deja de tener futuro, nadie querrá invertir en suelos logísticos vinculados a él. El problema que se generaría con la no ampliación es que estaríamos cortándole el futuro al puerto y, de paso, a la ciudad. La gente no es consciente de hasta que punto del puerto dependen una buena parte de los empleos actuales y futuros. Además, se trata de un debate ridículo.