Ingenieros geomáticos reivindican su papel ante la crisis climática
Redacción E3
El gigante inmobiliario chino Evergrande, que llegó a ser la mayor promotora del país y un símbolo del auge económico del sector en las últimas dos décadas, ha sido expulsado de la Bolsa de Hong Kong tras más de 18 meses con su cotización suspendida. Con un pasivo que ronda los 330.000 millones de dólares, la compañía se ha convertido en el rostro visible de la crisis inmobiliaria que sacude a China y que amenaza con lastrar durante años a la segunda mayor economía del mundo.
Fundada en 1996, Evergrande nació en pleno boom inmobiliario chino. Su modelo de negocio se basó en un crecimiento acelerado a través de un fuerte apalancamiento financiero y de ventas masivas sobre plano. Durante años, esta estrategia parecía imbatible: el mercado inmobiliario crecía sin freno y la vivienda se consolidaba como el principal vehículo de inversión para millones de familias chinas.
En su punto álgido, llegó a acumular 1,4 millones de viviendas vendidas antes de su construcción, equivalentes a más de 200.000 millones de dólares. Sin embargo, detrás de esta expansión se escondía un riesgo estructural: la dependencia absoluta de la deuda para financiar operaciones.
Las alarmas saltaron en 2021, cuando Evergrande incurrió en el impago de su deuda offshore, en un momento en el que arrastraba un pasivo superior a los 300.000 millones de dólares. El coloso inmobiliario se vio incapaz de responder a sus acreedores y desencadenó una cascada de litigios, alimentando el temor de que una quiebra desordenada pudiera contagiar al sistema financiero chino y global.
A la fragilidad del modelo se sumaron las políticas regulatorias de Pekín. En 2020, el Gobierno de Xi Jinping implementó las llamadas ‘tres líneas rojas’, limitando el acceso a financiación a las promotoras más endeudadas. Con estas restricciones, la liquidez de Evergrande se desplomó, lo que agravó una crisis de confianza en un sector que representa cerca de un 30 % del PIB chino si se suman factores indirectos.
El mercado inmobiliario no reaccionó a los estímulos oficiales. Tras el freno de la pandemia y el final de la política ‘cero covid’, las ventas se hundieron: un 24,3% en 2022, un 8,5% en 2023 y un 12,9% en 2024, según datos oficiales.
En enero de 2024, la Justicia de Hong Kong ordenó la liquidación de Evergrande, después de que fracasaran sus intentos de reestructurar cerca de 20.000 millones de dólares de deuda offshore. El proceso abrió un escenario incierto, dado que la mayoría de los activos de la compañía se encuentran en la China continental, cuyo sistema judicial es independiente del hongkonés.
La caída de Evergrande no ha estado exenta de episodios controvertidos. Su fundador, Hui Ka Yan -que llegó a ser el hombre más rico de China-, se encuentra bajo arresto domiciliario por sospechas de actividades ilegales. Además, en 2023 el grupo fue multado con 578 millones de dólares por falsificar ingresos por más de 78.000 millones, un escándalo contable que dejó en entredicho la labor de su auditora, PwC.
Desde 2021, la compañía acumula pérdidas de casi 90.000 millones de dólares y se ha visto obligada incluso a solicitar protección por bancarrota en Estados Unidos para proteger sus activos.
La última estocada ha llegado en agosto, cuando la Bolsa de Hong Kong ha decidido expulsar definitivamente a Evergrande. El regulador bursátil había advertido en marzo de 2024 de que tomaría esta medida si la empresa no cumplía con los requisitos exigidos, entre ellos la retirada de la orden de liquidación, el reemplazo de los administradores judiciales y la publicación de resultados financieros pendientes.
Las acciones de Evergrande estaban suspendidas desde el 29 de enero de 2024, fecha en que se ordenó su liquidación. Ese día, los títulos se cotizaban a 0,16 dólares de Hong Kong, un desplome del 99,5% respecto a su máximo histórico alcanzado en octubre de 2017, cuando llegaron a los 31,55 dólares hongkoneses.
Con su salida de la Bolsa, Evergrande se confirma como la principal víctima de una crisis que trasciende lo empresarial y que refleja el agotamiento del modelo inmobiliario chino. Lo que en los años 2000 fue motor de crecimiento y urbanización, hoy se ha convertido en un riesgo para la estabilidad financiera y social del país.
La advertencia de Pekín de que «las viviendas son para vivir en ellas, no para especular» encuentra ahora su cara más amarga: millones de familias que invirtieron en viviendas aún sin construir, acreedores con mínimas posibilidades de recuperar sus inversiones y un sector en contracción que amenaza con arrastrar a buena parte de la economía china.
Sara MartíCoordinadora editorial. Graduada en Periodismo por la Universidad Jaume I, estoy especializada en contenido web y ediciones digitales por el Máster en Letras Digitales de la Universidad Complutense de Madrid. Mi experiencia en el mundo de la comunicación abarca desde el institucional hasta agencias y medios de comunicación. Al día de la actualidad empresarial y financiera en Economía 3 desde marzo de 2021.
Redacción E3