Del coloso Romoss al incendio en Azuqueca: las baterías de litio bajo vigilancia
La retirada masiva de baterías por parte de Romoss y el incendio tóxico en Azuqueca reabren el debate sobre la seguridad del litio y su papel en la transición energética.
Imagen generada con IA de un vehículo eléctrico incendiado.
La escena no es nueva, pero sí cada vez más frecuente: un vehículo eléctrico arde en llamas en mitad de la calle, un patinete desprende una humareda tóxica en un garaje comunitario o, más dramáticamente, un vuelo debe desviarse por la combustión espontánea de una batería portátil. Este último caso fue el punto de inflexión para Romoss, hasta hace poco la reina de las baterías portátiles en China, y cuya caída ha encendido una alarma global sobre un problema hasta ahora subestimado: los incendios provocados por baterías de litio defectuosas o mal utilizadas.
La actualidad ha puesto por partida doble esta problemática. A la situación del fabricante chino se suman los sucesos recientes en España: un incendio en una planta de reciclaje de baterías de litio en Azuqueca de Henares (Guadalajara) ha mantenido a más de 60.000 personas confinadas durante varios días por una nube tóxica, producto de explosiones y del colapso parcial de la nave. El fuego, con varios heridos y un importante despliegue de bomberos, continúa activo.
Las autoridades han optado por dejar que el material se consuma de forma controlada antes de intervenir, dada la peligrosidad del litio cuando arde. ¿Qué está ocurriendo?
El caso Romoss: cuando un gigante cae por fuego
Romoss, que llegó a dominar el 40 % del mercado chino en línea de power banks -baterías portátiles-, anunció recientemente la suspensión de todas sus operaciones durante al menos seis meses tras verse obligada a retirar del mercado casi medio millón de dispositivos. La causa: baterías con materiales separadores deficientes que, bajo condiciones extremas, se incendiaban.
Los incidentes no fueron anecdóticos. Diversas universidades prohibiendo el uso de sus productos, canales de venta paralizados, y la retirada del certificado nacional de seguridad 3C terminaron por hundir a la empresa, que ahora mantiene solo un pequeño equipo operativo para gestionar la retirada de unidades y enfrenta una crisis reputacional y financiera de dimensiones colosales.
Este caso, además de poner en entredicho los controles de calidad y la certificación en un sector clave para la transición energética, ha servido de catalizador para un debate mucho más amplio: ¿cuánto sabemos realmente sobre los riesgos de las baterías de litio y qué implicaciones tienen para el futuro de la movilidad eléctrica?
Una tecnología potente… y volátil
Peter Copestake, CEO de Copersa, empresa especializada en la comercialización de productos especializados contra incendios, lo deja claro desde el primer momento: «Una batería de litio puede sufrir un fuego o una explosión si ha sido dañada o mal cargada». Pero también es tajante: «Si usas el cargador adecuado, no manipulas la batería y esta no presenta daños, las posibilidades de que ocurra un incendio son extremadamente bajas».
La clave está en la manipulación, la calidad de los materiales y, cada vez más, en el acceso fácil a tutoriales que promueven la modificación casera de estos dispositivos. El problema es especialmente crítico en vehículos de micromovilidad, como patinetes o bicicletas eléctricas, que son más accesibles a modificaciones que los coches y que muchas veces cuentan con baterías de bajo coste sin controles de calidad rigurosos.
«Por ejemplo, un coche eléctrico aparcado sin estar enchufado tiene prácticamente las mismas posibilidades de incendiarse que uno de combustión. El riesgo existe, pero es mínimo, especialmente si se siguen todos los estándares de seguridad y se usan cargadores homologados. No es lo mismo una batería que monta Volvo que una que encuentras en un patinete sin marca en una tienda online. La diferencia en calidad y en control es abismal«, apunta Copestake.
El incendio que no se apaga
Uno de los aspectos más preocupantes de los incendios en baterías de litio es que no pueden ser «apagados» en el sentido convencional. Lo que ocurre cuando se inicia este tipo de combustiones es una fuga térmica: la batería entra en un proceso de combustión interna que no necesita oxígeno exterior, ya que genera el suyo propio al quemar sus propios componentes.
«Lo único que se puede hacer es contenerlo», explica Copestake. «Por eso no hablamos de extinción, sino de encapsulamiento. En nuestros kits utilizamos vermiculita o mantas ignífugas que aíslan el fuego e impiden que se propague».
En el caso de los coches eléctricos, esto significa que si una batería entra en fuga térmica, el vehículo está prácticamente condenado a arder por completo. La única respuesta posible es evacuar, aislar el fuego y esperar. Este hecho, por más que sea poco frecuente, genera un comprensible temor en los consumidores.
¿Un obstáculo para la movilidad eléctrica?
La cuestión es delicada. En un momento en que gobiernos de todo el mundo promueven la electrificación del transporte como pieza clave en la lucha contra el cambio climático, noticias como la de Romoss o los incendios en garajes subterráneos alimentan el escepticismo.
¿Puede esto frenar la transición hacia la movilidad eléctrica?
Copestake lo duda: «El factor que determina que una persona compre un coche eléctrico es el precio, no el miedo. El riesgo existe, como lo existe al conducir un coche de gasolina. ¿Cuántos coches de combustión se queman cada día y no salen en las noticias?».
Sin embargo, reconoce que las baterías de litio requieren una atención especial y que los riesgos, aunque bajos, son reales. «Lo importante es explicarlo bien. No se apagan, se contienen. Y para eso hay que estar preparados, sobre todo en entornos donde se cargan vehículos: comunidades de vecinos, garajes, edificios públicos…».
Y ejemplifica: «Si tienes un patinete eléctrico cargando en casa, deberías tener cerca una manta ignífuga, una bolsa de contención o algún sistema que permita aislar rápidamente la batería si detectas sobrecalentamiento».
El vacío regulatorio: entre la innovación y el riesgo
El caso Romoss también pone de manifiesto una laguna normativa y de control técnico. ¿Cómo es posible que productos defectuosos hayan alcanzado tal penetración de mercado antes de que se detectara el fallo?
Parte de la respuesta está en la laxitud o corrupción en algunos procesos de certificación: la empresa Apex Wuxi, encargada de validar los productos de Romoss (y también de su rival Anker), ha sido suspendida por las autoridades chinas.
Esto plantea la urgencia de armonizar estándares internacionales, establecer sistemas de trazabilidad y certificación más sólidos, y dotar a los consumidores de información clara sobre el uso, carga y almacenamiento seguro de dispositivos con baterías de litio.
Mirando al futuro: alternativas y responsabilidad
Las baterías de litio han sido clave para la revolución digital y energética, pero no son el destino final. Ya se investiga intensamente en nuevas tecnologías como baterías de estado sólido o sistemas basados en sodio, menos volátiles y con menor riesgo térmico. Sin embargo, aún estamos lejos de que estas alternativas lleguen al mercado a gran escala.
Mientras tanto, la responsabilidad es compartida: fabricantes que deben garantizar la calidad y la seguridad de sus productos, reguladores que deben vigilar los procesos de certificación y consumidores que deben informarse y evitar prácticas de riesgo.
Copestake lo resume así: «Estamos muy acostumbrados a enchufar el móvil y olvidarnos. Pero una batería no es un enchufe cualquiera. Si ves que algo se calienta más de la cuenta, si usas cargadores que no son los oficiales o si tienes una batería almacenada durante años, estás jugando con fuego, literalmente».
Los incendios en baterías de litio no son motivo para renunciar a la electrificación del transporte, pero sí una señal de advertencia clara. La transición energética debe ir acompañada de una transición regulatoria, técnica y cultural. No se trata de frenar el cambio, sino de hacerlo con seguridad, conciencia y responsabilidad. Porque si queremos un futuro más limpio, primero tenemos que asegurarnos de que no arda en el intento.
Borja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.







