El mundo contiene el aliento ante un posible bloqueo del Estrecho de Ormuz
El cierre del paso clave del Golfo Pérsico activaría una crisis energética y geopolítica con graves repercusiones en los mercados, la diplomacia y la vida cotidiana global.
Tras el reciente ataque de Estados Unidos a tres instalaciones nucleares iraníes (Fordow, Natanz e Isfahán), vuelve a situarse sobre la mesa la posibilidad de que Irán lleve a cabo una de las amenazas que siembra terror en la economía global: cerrar el Estrecho de Ormuz. Ese importante paso, por el que circula casi una quinta parte del comercio mundial de petróleo y cerca del 35 % del gas natural licuado, es un epicentro energético cuya interrupción tendría efectos devastadores.
El Parlamento iraní ya ha dado un primer maso y ha aprobado una resolución para cerrar el estrecho, dejando la decisión final en manos del Supremo Consejo de Seguridad y del líder supremo, Alí Jamenei. Aunque el cierre efectivo sigue condicionado a la acción de Teherán, este gesto político subraya la gravedad del momento.
El ministro de Exteriores iraní, Abbas Araqchi, ha subrayado que el bombardeo estadounidense no sólo viola el Derecho Internacional y el Tratado de No Proliferación Nuclear, sino que «tendrá consecuencias graves para la seguridad internacional», y es probable que las represalias incluyan un eventual bloqueo del vital estrecho.
Primeros efectos en los mercados y en el transporte marítimo
La mera posibilidad de cierre ha sido suficiente para encender alarmas en todos los mercados. Tras los ataque estadounidenses, algunos fletes de transporte han subido hasta un 90 %, y varios petroleros han comenzado a desviarse para evitar el paso por la región. Incluso navieras griegas, que dominan el sector del transporte de crudo, están recomendando rutas alternativas a sus flotas.
En los parqués, la reacción ha sido moderada, lo que desconcierta a muchos analistas. Mientras el crudo Brent se mueve entre los 75 y 80 dólares, la inquietud se concentra en si Irán concretará realmente el bloqueo.
«Cerrar Ormuz es lo más sencillo si Irán toma la decisión de responder al bombardeo estadounidense», asegura Antonio Sanabria, profesor asociado en el Departamento de Economía Aplicada, Estructura e Historia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Para el experto en geopolítica y economía, la respuesta iraní no necesariamente podría venir en forma de ataque a las tropas norteamericanas en la zona, sino desde el mar:
«A día de hoy lo más factible sería el bloqueo del estrecho. Una operación contra las bases norteamericanas sería menos efectiva e Irán no tiene la capacidad para atacar directamente a los Estados Unidos.
Sanabria explica que cerrar Ormuz implicaría un «doble mensaje»: presionar a Estados Unidos tratando de tener un gran impacto en los precios del petróleo y reforzar la legitimidad del régimen ante su población. La amenaza para el régimen de los ayatolás, subraya, no es solo externa sino también interna.
La ofensiva ha llegado en un momento innecesario: «El ataque tiene una dudosa legitimidad y ha reafirmado al régimen iraní internamente», afirma Sanabria, subrayando que la acción de Washington ha fortalecido al liderazgo iraní en un contexto en el que la presión interna era creciente.
Un entorno estratégico complejo
En tan solo unos días, el escenario geopolítico se ha saturado. Rusia condena el ataque estadounidense, lo utiliza en su discurso antioccidental y busca capitalizar el momento ante su escasa presencia real en Oriente Medio. Por su parte, China, gran importador de crudo iraní, ha solicitado estabilidad y ofrecido mediar.
En este sentido, el portavoz chino Guo Jiakun llamaba a la calma tras el ataque. «La estabilidad en el Golfo Pérsico es vital para el comercio mundial de energía… un eventual cierre podría disparar los precios del crudo». También llamando a la calma se encuentra la Unión Europea, que, aunque debilitada internacionalmente, trabaja en formar una posición común para mediar y frenar la escalada ante sus efectos en la inflación y mercados energéticos.
«China no quiere una escalada… pero internamente Irán podría sentirse obligado a reaccionar para no mostrar debilidad ante su población». Este juego de señales posicionado con firmeza puede poner a Irán en una posición de negociador con mayor peso, añadiendo urgencia a las potencias globales para volver a la mesa de diálogo.
Impacto económico global: desde la gasolina hasta la hipoteca
Según datos recientes, el crudo aumentó un 13 % tras el ataque, elevando el Brent hasta 78 dólares el barril. El temor: un cierre prolongado podría llevarlo por encima de los 120‑130 dólares, un fenómeno no visto desde la crisis financiera de 2008. En España y en Europa, esto se traduciría en un repunte inmediato del precio de la gasolina, el gas y la electricidad, incrementando la inflación y limitando la mano de los bancos centrales.
El gas natural licuado también se vería afectado: Ormuz transporta cerca del 20 % del GNL mundial, especialmente de países como Qatar. El encarecimiento, ya perceptible, podría agravar las facturas eléctricas de las centrales de ciclo combinado, vitales en meses de transición energética.
Para países dependientes del combustible fósil, como España, esto significaría más presión sobre las rentas familiares y el crecimiento. Aunque la transición hacia las renovables sirve de amortiguador, ningún convertidor de energía podría absorber un golpe tan brusco.
Una infraestructura insuficiente
Anticipando futuros movimientos, Irán ha comenzado a mover parte de su producción a través de rutas alternativas, como el oleoducto hacia el puerto de Jask, que permite esquivar Ormuz. Sin embargo, esta vía solo puede manejar alrededor de un millón de barriles diarios, una fracción mínima frente al flujo habitual. Otros productores, como Arabia Saudí y los Emiratos, también disponen de alternativas como el oleoducto Habshan–Fujairah, pero ninguna de estas rutas tiene la capacidad suficiente para absorber la magnitud del tráfico actual del estrecho.
Mientras tanto, Estados Unidos ha comenzado a liberar reservas estratégicas para contener el impacto inmediato, aunque se trata de una solución temporal. Las medidas paliativas no lograrán evitar el golpe si el cierre se extiende más allá de unas semanas.
Un juego de alto riesgo
En opinión de Sanabria, el régimen iraní podría estar usando el temor al cierre como una carta estratégica. «Golpear el mercado energético es un modo de aumentar su poder de negociación», sugiere. Pero no todo se limita al crudo: lo que está en juego es el equilibrio político de la región y la credibilidad de las potencias.
«Es como jugar con cerillas sobre gasolina… cualquier chispa puede provocar un incendio de dimensiones imprevisibles… estamos haciendo malabares con dinamita», concluye Sanabria, con una advertencia clara.
Así, el futuro del Estrecho de Ormuz se convierte en un barómetro de la estabilidad mundial. Si Irán decide cerrarlo, aunque sea temporalmente, el impacto sería inmediato, brutal y global. Pero incluso la amenaza basta para demostrar el poder que este estrecho tiene no solo sobre el mapa, sino sobre la economía y la geopolítica del siglo XXI.
Borja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.
Las claves del nuevo escenario económico analizado en Cinteligencia 2025
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