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Iñaki Gabilondo: “En la economía no parecen haber ya asideros estables”

Economía 3 tuvo recientemente la oportunidad de charlar con Iñaki Gabilondo, uno de los referentes más destacados del periodismo español, acerca sus reflexiones sobre el panorama actual y las claves para comprender los retos y oportunidades que se presentan en el horizonte.

El periodista atendió a este medio para abordar la coyuntura económica actual, los desafíos que la sociedad enfrenta y la impactante transformación tecnológica que está redefiniendo la realidad a escala global.

Iñaki Gabilondo: “En la economía no parecen haber ya asideros estables”

Hablamos con Gabilondo con motivo de su participación en DIRFCON’23, el evento financiero de referencia organizado por la Asociación Española de Financieros de Empresa (ASSET), y del que Economía 3 participó como media partner.

Un presente sin asideros

-Vivimos tiempos de transformación acelerada en los que el día a día, nacional e internacional, está dominado por la incertidumbre. Son muchos los desafíos que como sociedad debemos enfrentar. Si tuviera que priorizar, ¿cuál cree que son los principales problemas a los que nos enfrentamos como sociedad?

Hay muchísimos, desde luego. Las tensiones geopolíticas son un gran desafío, también el problema demográfico, con un norte mundial que es un asilo y un sur que es una guardería. El cambio climático, la inmigración creciente, la fatiga de la democracia, el tsunami tecnológico…

Yo creo que el problema fundamental que tiene la sociedad en la actualidad es que no sabe qué posición tomar frente a la montaña de novedades extraordinarias que le están haciendo temblar el suelo como un formidable terremoto.

Mires a donde mires, todo se encuentra como si hubiera perdido los anclajes de sujeción. Ni en Europa, ni en la economía, ni en ningún sitio parece haber ya asideros estables. Eso está provocando en la sociedad un estado de ánimo pasivo, pesimista y asustado.

Para mí no hay sólo un problema, es el conjunto lo que produce esta sensación de desconcierto enorme y miedo.

El pensamiento, desconcertado

-Recuerda a aquel mundo líquido al que hacía referencia Zygmunt Bauman. Recientemente, charlando con un economista, nos comentaba que todo lo que se suponía que debía haber pasado, conforme a los indicadores que teníamos previamente, no ha ocurrido. No sabemos muy bien a qué asirnos porque nada parece estar comportándose como se supone que debía de hacerlo…

Así es. Pero eso es válido tanto si hablas de economía, como de cualquier otro ámbito. Los asideros se han roto por completo. En el terreno económico, las grandes biblias del pensamiento económico están desconcertadas por las novedades de la actualidad.

El pensamiento económico socialdemócrata está perdido, no sabe por dónde anda. El liberalismo asiste con estupor a la enorme montaña de dinero público que está regando el mundo entero. Todos los catecismos se tambalean, en el terreno económico y en cualquier otro.

Como tú bien formulabas en tu pregunta: lo que debía de ocurrir no ha ocurrido, lo que se daba por sentado no lo estaba tanto y lo que parecía estable está temblando. Sin elementos de anclaje estables, con una democracia fatigada…se produce aquello que Anne Applebaum denominaba «la seducción del autoritarismo». Como decía Ignacio Ramonet, más que una crisis es un haz de crisis.

Pasar de esperar a tomar parte

-Centrándonos en el ámbito empresarial, el tejido productivo puede ofrecer soluciones a algunos de esos desafíos. Recientemente daba usted una ponencia en el DIRFCON’23, un evento al que asistieron más de 1.500 directivos. Es una gran audiencia y, por tanto, tiene usted un gran poder. Si pudiera lanzar un mensaje sabiendo que va a calar entre quienes le escuchan, ¿Cuál sería?

Que el futuro no está escrito. Hay un fatalismo absoluto que da la impresión de que nos tiene a todos parados esperando adivinar qué va a pasar. Hemos formulado muy mal la pregunta, ya que lo importante no es cuestionarse «¿qué va a pasar?», sino «¿qué vamos a hacer?».

Aceptar, como si fuese un ejercicio de adivinación, que debemos estar a la espera de qué tipo de fenómenos van a producirse en el mundo, supone olvidar nuestra capacidad para alterar las cosas. El mensaje fundamental que lanzo, también a mí mismo, es el de animar a la sociedad y a los empresarios a no adoptar una actitud expectante.

El futuro no va a llegar un día de marzo de 2047, se vive hoy, día a día, al tomar cada decisión. Lo que ocurrirá está en nuestra mano y podemos darle forma.

En mi programa «Cuando ya no esté», pasé 3 años entrevistando a científicos de algunas de las principales universidades del mundo para tratar de responder la pregunta de cómo será ese mundo que ya no veré. Sin embargo, hoy pienso que la pregunta no era correcta, que no quiero saber qué va a pasar sino qué vamos a hacer.

No esperen ustedes aquí sentados aguardando que un viraje de la vida les traiga el futuro una buena mañana. Eso no es así y eso lo hace todo más estimulante. Antes se me ponía cara de asustado, sentado, tratando de adivinar por dónde vendría el futuro…pero muchas de esas cosas están en nuestra mano. Sin embargo, hoy en día estamos asustados porque no creemos tener fuerzas de nada.

Lo que está por venir, ¿mañana?

-El mundo está cambiando y lo hace a gran velocidad. Blockchain, el internet de las cosas, el famoso Chat GPT, ahora Gemini…¿Tenemos claro a dónde estamos yendo?

A veces tenemos una idea de que las nuevas tecnologías constituyen solamente una amenaza. Pero eso no es así, pueden suponer una amenaza y también una posibilidad. Una gran posibilidad.

La necesidad que ahora todo el mundo expresa de un nuevo humanismo para acompañar la revolución tecnológica es un lugar común. Todo el mundo está trabajando en esta dirección.

-¿Qué es lo que más le ilusiona de lo que está por venir?

Ilusión me hace cada día que empieza. El día de mañana es igual de nuevo para mí que para ti y está tan cargado de enigmas y misterios. No hay que descartar que el futuro nos traiga formidables sorpresas positivas.

Nos encanta el pesimismo, pero, como decía un amigo mío en Francia, hemos de recordar que los pesimistas también se equivocan.

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