Pocas cosas se han mantenido como eran antes de la irrupción de la pandemia en 2020. A comienzos del pasado enero, cumplidos casi tres años desde la entrada en vigor de las restricciones a la circulación, China volvía a abrir sus fronteras y aterrizaba con fuerza en los mercados internacionales. Con las estrictas medidas de «covid cero» impuestas por el gobierno chino, que se han cobrado un fuerte peaje sobre su economía, el país asiático dejó un vacío que India se ha propuesto ocupar.
Los mercados contienen la respiración ante las posibles repercusiones que, al igual que su partida, puede tener el regreso del gigante asiático. Paralelamente, desde la llegada de Narendra Modi al poder en 2014, India se ha puesto como objetivo arrebatar a China el título de «fábrica del mundo». Durante los últimos años, Nueva Delhi ha dado importantes avances en esa dirección y ha marcado en el calendario la próximo década para lograr un PIB de 10 billones de dólares.
El aislamiento autoimpuesto por el gigante asiático, la guerra comercial que mantiene con los Estados Unidos o el aumento de los costes de producción en el país como consecuencia de la mejora de las condiciones de los trabajadores, son algunos de los motivos que explican el auge indio.
India, un nuevo competidor
India estuvo muy presente en la edición de este año del Foro Económico Mundial en Davos, altavoz que aprovecharon para reafirmar su intención de sorpasso a las cadenas de fabricación chinas. Y es que el país asiático ha sabido aprovechar la recolocación que muchas empresas hicieron de la cadena de suministro de componentes tras la pandemia.
Los últimos años también han sido testigos de un esfuerzo por parte del Gobierno indio para impulsar la manufactura de vehículos eléctricos con incentivos vinculados a la producción, además de la apuesta por construir un ecosistema tecnológico alternativo y sólido. Por lo pronto, se espera que India supere a su rival asiático en número de habitantes este 2023.
El objetivo es muy ambicioso, que puedan conseguirlo o no depende de si India logra mantener bajos los niveles de inflación, capitalizar las exportaciones y encadenar un crecimiento sostenido del PIB entre el 6% y el 8%.
Más que una fábrica
Por el momento India cumple y el Banco Mundial ha estimado que el PIB del país crecerá un 6,6 % en el año fiscal próximo, mientras que el Banco de la Reserva India (RBI) prevé un crecimiento del 7 % para el presente. China, por contra, apenas logrará crecer un 3%.
Para Raquel Aguado, experta en comercio internacional, India está llamada a ser, no sólo la fábrica del mundo, sino «también la oficina del mundo. India se ha convertido en el call center de muchas empresas británicas y estadounidense, ya que todo el mundo habla inglés en el país, el idioma de los negocios. Cuentan también con fuertes industrias tecnológicas, energéticas y farmacéuticas».
«El Covid-19 ha acelerado un proceso que ya venía de largo, ya que China, que lleva muchos años creciendo a dos dígitos, ha creado una gran clase media. La renta per cápita de la clase media china ha crecido en torno a un 12% durante las últimas tres décadas. En India lo ha hecho tan sólo un 3,6% en el mismo periodo y en Europa únicamente un 1,2%. Esto ha generado, entre otras cosas, que ya no sea un país tan atractivo», explica Aguado.
Ventajas frente a China
Y es que India cuenta además con varias ventajas que les están permitiendo dar alcance comercial a China. «El país tiene un gran potencial tecnológico y cuenta con algunos de los mejores profesionales. Además no hay que olvidar que hablamos de un país que, por su pasado colonial, ha heredado una cultura capitalista y mentalidad emprendedora», asegura la experta.
No hay que olvidar que el país que preside Modi es la gran democracia asiática y eso les concede una gran fortaleza en términos de atracción a la inversión. China cuenta, a su vez, con una serie de debilidades en la actualidad. La disminución de la producción como consecuencia de la pandemia tuvo como consecuencia una menor exportación y una caída del consumo interno.
«Se calcula por parte del Banco Mundial que cada mes de encierro en ciudades como Shanghái o Pekín ha supuesto una disminución del crecimiento del 4%. A nivel cuantitativo, los sucesivos encierros se tradujeron también en la caída de la producción de suministros e interrupciones de cadenas de suministros. Todo esto ha hecho que el mundo focalice más sus esfuerzos en India. Esto viene de mucho antes, pero el Covid ha actuado como acelerante de las debilidades chinas», explica Raquel Aguado.
Entre dos mundos
Una de las principales ventajas con la que cuenta India a nivel internacional, es su ventajosa posición bisagra en el tablero geopolítico. Si bien el país hace frente tanto económica como militarmente al gigante chino, lo que les posiciona como socio preferente a los ojos de Occidente, con los Estados Unidos a la cabeza; India es también uno de los principales compradores de crudo ruso, hecho que ha ayudado a Moscú a evitar las sanciones.
India está sabiendo aprovechar esta posición para sacar el máximo rédito económico. Si a comienzos del año pasado la India importaba crudo ruso por valor de 866 millones de dólares, en noviembre esa cantidad se había disparado hasta los más de 3.000 millones, según el Departamento de Comercio indio.
Si bien la economía europea encara en la actualidad los retos que plantea una descarbonización hasta cierto punto forzada, el Gobierno indio ha visto cómo su economía se beneficiaba de los bajos costes del petróleo ruso. Tanto es así que parte del crudo que Rusia vende con descuento a India, una vez procesado en las refinerías del país, es exportado de vuelta a Europa a un precio mayor.
Pese a las críticas que esta posición ha levantado entre sus socios occidentales, desde Nueva Delhi defienden que su país tiene la necesidad de comprar petróleo al mejor precio posible para no ahogar su economía, que importa un 85 % de los 5 millones de barriles de crudo que consume al día, según datos del Ministerio de Petróleo indio.