El grupo biomédico vasco Gogoa Mobility Robots está especializado en la fabricación de exoesqueletos ligeros dirigidos a usos médicos basados en la neuro-rehabilitación robótica con exoesqueletos; un área sanitaria disruptiva, con muy pocos actores a nivel mundial. Desde hace un año, cuentan con dos clínicas de rehabilitación, en Urretxu (Gipuzkoa) y Bilbao (Bizkaia), en las que sus tratamientos han logrado acelerar el tiempo de recuperación de las lesiones y patologías.
La empresa acaba de levantar una ronda de financiación escalable de hasta 35 millones de euros, que prevé cerrar a principios de 2023. El objetivo es desarrollar una red internacional de clínicas de neuro-rehabilitación con exoesqueletos en ciudades como Madrid, Valencia, París o Berlín.
En sus centros, los exoesqueletos de Gogoa tratan desde lesiones medulares incompletas, hasta lesiones con daño cerebral adquirido, ictus o enfermedades neurodegenerativas (Parkinson, Esclerosis Múltiple, ELA, ataxia o distrofias musculares), entre otras patologías.
Hablamos con Carlos Fernández, socio fundador y CEO de Gogoa Mobility Robots, acerca esta empresa pionera.
Una empresa inusual
-Sois una empresa algo inusual, ya que os especializáis en el desarrollo de exoesqueletos para la rehabilitación de lesiones. Primero que nada, me gustaría que nos hablaras de vuestros inicios.
Nos constituimos, hace ya 7 años, en el 2015. Nosotros teníamos una empresa de ingeniería y consultoría y estábamos trabajando en Gipuzkoa para la comarca de Urola Garaia, identificando nuevas oportunidades de negocio para regenerar el tejido empresarial a nivel local.
Es una de las zonas más envejecidas de España, con un cierto volumen de residencias de ancianos y servicios de asistencia; pese a ello, todas las tecnologías que podían haber de asistencia técnica eran traídas de fuera. En España prácticamente no se fabrica nada de este tipo de equipamiento y vimos que era una oportunidad.
La tecnología de los exoesqueletos está dominada por los estadounidenses y los japoneses. Tratamos en origen de atraer a estos fabricantes, pero había demasiadas dificultades. Viajamos a USA para ver lo que estaban haciendo allí, y, visitando algunos centros de rehabilitación, un doctor italiano que trabajaba en uno de estos centros de Boston nos dijo «mirad, ese exoesqueleto de ahí es español».
Resultó ser que era un desarrollo de un proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid. A partir de ahí, nos pusimos en contacto con el CSIC y negociamos la licencia para poder constituir Gogoa Movility Robots.
El camino comenzó ahí, fue duro porque no es lo mismo los medios que pueda tener el CSIC a la realidad de tener un producto para mercado en el sector médico…la distancia es mucho más grande de lo que inicialmente piensas.
Nos llevó tres años transformar la tecnología en un producto comercializable, hacer todos los ensayos clínicos y certificados; al fin y al cabo, esto es como un medicamento. Ese proceso nos llevó en 2018 a ser la primera empresa europea en conseguir el Marcado CE para un exoesqueleto.
¿Qué es un exoesqueleto?
-Los exoesqueletos son una tecnología todavía algo desconocida. ¿Qué beneficios aporta en el ámbito médico?
Un exoesqueleto es una estructura que se acopla exteriormente a tu cuerpo, en nuestro caso a las piernas o al brazo, y que te permite realizar un ejercicio continuado de forma repetida e intensa.
Al final un grupo de fisioterapeutas es muy difícil que puedan movilizar a un paciente de forma regular durante una hora sobre una cinta. Es imposible conseguir la frecuencia adecuada.
El exoesqueleto reproduce un patrón de marcha repetitivo y gracias a la repetición del movimiento el proceso influye en tu plasticidad cerebral. Esto te permite que vuelvas a aprender a andar. Las partes no afectadas del cerebro permiten reconectar el cerebro con el cuerpo.
Nosotros estamos dedicándonos a diagnosticar a los pacientes y prescribir un tratamiento intenso de entre 3 o 4 meses en función de la patología para conseguir un óptimo en el ejercicio de rehabilitación de estas personas.
El tratamiento tradicional es más paliativo que de rehabilitación real. Se han hecho varios estudios clínicos y los resultados son muy prometedores. En muchos casos se consiguen rehabilitaciones increíbles, tenemos caso en que personas que llevaban 10 años en silla de ruedas han conseguido andar.
En 2019 empezamos el proceso de comercialización y nos pilló la pandemia. Eso nos puso muchas dificultades para acceder a hospitales y hacer pruebas y demostraciones del producto, que es desconocido, relativamente nuevo y mucha gente en el sector lo ve con recelo. Hay fisioterapeutas que creen que les va a quitar el trabajo, pero un exoesqueleto solo es un medio a su disposición y en ningún caso va a sustituirle.
Ante esa situación de bloqueo, lo que decidimos fue, al ver la demanda que existía, abrir nuestros propios centros en Urretxu y Bilbao con nuestros propios aparatos de neuro-rehabilitación robótica. Durante meses los centros han estado saturados, con los exoesqueletos trabajando sin parar. Vimos que funcionaba y que era un modelo sostenible y rentable. Ante las dificultades de vender al sector médico, decidimos utilizar nuestros medios y vender tratamientos. Esa es nuestra estrategia y por ello hemos lanzado esta ronda de financiación escalable.
Invertir en rehabilitación
-¿Cuál es el coste real de una clínica?
Entre 600.000 y 1.000.000 de euros, dependiendo de las localizaciones. Es necesario el local, todo el equipamiento y demás; no es lo mismo Urretxu que París. Es una inversión importante, pero hemos visto que es rentable.
Un proyecto internacional
-Estáis inmersos en una ronda de financiación de 35 millones de euros. ¿Podrías hablarnos un poco de esa operación?
Nos pusimos en contacto con una empresa internacional llamada Crowe, que nos está ayudando a colocarnos. Con ellos hemos lanzado la ronda, es importante decir que es escalable. Esto significa que no buscamos a alguien que ponga 35 millones, sino que ese es el objetivo. Con ese dinero podríamos abrir una veintena de clínica a nivel internacional, tener sede nueva, etc. Esto nos permitiría desarrollar, colocar equipos y posicionarnos en el mercado como los líderes europeos.
Nuestros centros de rehabilitación nos sirven además como centros de demostración de la tecnología. Una clínica de este tipo puede dar servicio a una 500.000 personas en población, así que si abro uno en París, todavía hay sitio para otras nueve clínicas. Lo que haríamos sería ser un escaparate de esta tecnología por la que se podrían interesar otros hospitales y centros.
El objetivo es abarcar los países principales de Europa. Pero también estamos trabajando para poder dar el salto a Estados Unidos y también al Sudeste Asiático.
-¿Con qué escollos os habéis encontrado por el camino?
Haciendo un símil, esto puede acabar siendo como la red de clínicas dermoestéticas o las de implante capilar de Cristiano Ronaldo. ¿Invertirías? Yo te demuestro que es rentable, que en tres meses la clínica comienza a amortizar inversión y que recuperarás el dinero en tres o cuatro años. Además, es un modelo de servicio público que ayuda y mejora la calidad de vida de las personas…
Es un negocio que suma en dos días, porque por un lado montas la clínica y, al mismo tiempo, colocas los exoesqueletos. El negocio tiene una doble escala. También tenemos una parte industrial en las que hacemos exoesqueletos para la industria, que consiste en exoesqueletos que te ofrecen un soporte de brazos y lumbar cuando tienes que manejar cargas. También tenemos un gama lowcost de elastómeros con materiales inteligentes. Estos productos son mucho menos invasivos y se están vendiendo muy bien.
-¿Cómo ha sido vuestra facturación durante los últimos años y cómo prevéis que sea?
Hemos tenido suerte, conseguimos algunos proyectos de I+D europeos que nos permitieron hacer todo el traslado de la tecnología del CSIC al mercado. A partir de ahí comenzamos a vender equipos y hemos podido sobrevivir.
Somos una startup un poco atípica, siempre hemos estado en números negros desde el primer año. Estamos 12 personas, sin contar las clínicas, en Gogoa y facturamos un millón de euros.