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¿Qué piden los alumnos tras las notas de la PAU 2022 y qué sistema les espera?

A partir de las 13.00 horas de este viernes los alumnos de la Comunitat Valenciana podrán conocer las notas obtenidas en las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU 2022), a través de este portal, con el usuario y contraseña facilitados por la Conselleria de Educación.

Tanto los alumnos de 2º de Bachiller como otros aspirantes llegados de FP y pruebas adicionales de acceso a los estudios universitarios aspiran a obtener las mejores calificaciones para poder escoger la titulación que demandan.

¿Pero con qué sistema educativo se van a encontrar? ¿Es capaz de anticiparse a las necesidades del tejido empresarial? ¿Y qué pasa con la FP?

Tomamos el pulso al sistema educativo y hablamos con universidades, escuelas de negocio y centros educativos… para analizar cómo va a influir la reforma de la ESO, Bachillerato y Formación Profesional en las habilidades y competencias de nuestros futuros trabajadores.

 

¿Sigue la formación el ritmo a la empresa?

Actualmente, las empresas están sufriendo cambios a un ritmo vertiginoso debido a la evolución de las nuevas tecnologías, la competencia, los mercados, las decisiones geopolíticas, la falta de materias primas, los problemas logísticos… Pero, ¿la formación le sigue el ritmo?

La empresa se muestra muy clara y crítica al respecto, la respuesta mayoritaria es NO.

Pero los expertos en educación matizan… No en vano el capital humano que sale de las universidades y centros formativos nacionales es uno de los mejor considerados de Europa.

Álvaro de la Rica, decano de Deusto Business School, centro privado, en el que se forman cerca de 4.000 alumnos, confirma que están a la vanguardia de lo que requiere el mundo laboral. «Nuestra estrecha relación con la empresa nos permite anticiparnos a las grandes tendencias del mercado para responder adecuadamente a las necesidades de las empresas a las que se incorporan o en las que ya trabajan los participantes en nuestros programas formativos».

Sin embargo, el sistema reglado avanza más lentamente. Para Silvia Clariana, directora de Enseñanzas Profesionales Sorolla (EPS), la formación no lleva el mismo ritmo que la empresa. A su juicio, «los currículos educativos están tan encasillados y la educación tan burocratizada que la velocidad de cambio es muy lenta en comparación a la transformación que se produce en las empresas y en la sociedad».

Juan Carlos Requena, director general de Aquora Business Education, aboga también por modelos educativos más flexibles que cubran las necesidades actuales y de futuro y añade la necesidad de «una mayor conexión entre las empresas y el sector educativo».

Raúl Ruiz, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Alicante advierte de la necesidad de «ser muy sensibles a las acuciantes transformaciones que vivimos y observar los cambios para adaptar la formación a los mismos. Así conseguiremos una universidad que también sea útil social y colectivamente».

Juan Antonio Escarabajal, director de Desarrollo Universitario en la Universidad de Nebrija, donde estudian cerca de 12.000 alumnos e imparten clase 1.500 docentes, añade que «la burocratización de la innovación educativa en programas, por ejemplo, en aras de proteger al sistema de malas prácticas (lo que es bueno) y de proteger el statu quo de los que ya están en el sistema de educación superior (lo que es malo) ralentiza la innovación en contenidos docentes y en cómo desde la universidad entramos en nuevas áreas de conocimiento».

José M. Amiguet, vicerrector de Desarrollo Estratégico y Comunicación de la Universidad CEU Cardenal Herrera, achaca la lentitud en la actualización de los contenidos formativos al «exceso de regulación, que hace que, por ejemplo, la actualización de un máster universitario requiera una tramitación administrativa de unos 24 meses».

Los primeros, en contacto con la realidad laboral, debería ser el profesorado

Jaime Torres, director general del centro formativo ESAT, que cuenta con el mayor ratio de inserción laboral en multinacionales de contenido digital, pone un ejemplo sobre el gap existente entre formación y empresa. «Cuando un recién graduado español desembarca en una empresa puntera necesita un período de adaptación y formación de al menos seis meses para que empiece a ser productivo. Cuando lo normal debería ser que ese recién egresado empezara a aportar valor e innovación desde el minuto 0». A su juicio, «esto no ocurriría si sus profesores hubiesen estado en activo y le hubiesen exigido desarrollar innovación en modelos de prueba similares a los que se fuera a encontrar en la empresa».

Gemma Monter, directora de IMF-Capitol, centro especializado en impartir  FP de grados medio y superior y que forma a más de 1.400 alumnos, explica que «en el ámbito de la Formación Profesional nos acercamos bastante» pero –reconoce– que «todavía no vamos a la par».

Elena Fernández, directora general en EDEM Escuela de Empresarios, razona que «el gran reto de las instituciones educativas es captar las necesidades que existen en el mercado laboral para mostrarlas en sus aulas. Para ello, en EDEM, donde nos apoyan más de 150 empresas, hablamos continuamente con ellas para estar al día y actualizados en la formación necesaria».

Ángel Garrigós, director de Admisiones y Marketing del Campus Valencia de ESIC Business & Marketing School, pone el acento en «adaptarse en tiempo y forma a las necesidades de los sectores profesionales», gestionar los cambios a tiempo es crucial.

Nuria Marsal, directora de programas IESE en Valencia, incide que en el caso particular del IESE, «el contacto diario con participantes y con empresas lleva a que nuestra formación esté al día de las necesidades del mercado laboral y, en concreto, de las diferentes áreas de la empresa y de las competencias (conocimientos, capacidades y habilidades)«.

Un paso más: ¿Cómo nos anticipamos al mundo laboral?

Los diferentes expertos consultados nos han puesto sobre la mesa qué mecanismos se podrían poner en marcha para anticiparse a las demandas del tejido empresarial desde la formación.

Así, Álvaro de la Rica (DBS) expone la necesidad de estar permanentemente en contacto con el mundo empresarial y mantener, como en su caso, «lazos con los dirigentes de las organizaciones». Además, propone «modelos educativos universitarios duales en los que el tutor de la empresa es un ‘profesor’ más del estudiante que planifica la adquisición de las competencias y evalúa con el profesor de la Universidad». Subraya también que «tanto las prácticas que realizan en empresas los estudiantes, como contar con profesores externos en todas las áreas de conocimiento nos permiten estar informados de las necesidades y retos que se plantean en las organizaciones».

En este sentido, Silvia Clariana (EPS) añade «la necesidad de contar con libertad, por parte de la Administración, para adaptar los contenidos de los distintos módulos en función de las necesidades empresariales».

Raúl Ruiz (UA) también propone «una participación real de las organizaciones públicas y privadas donde trabajan nuestros graduados en la evaluación de nuestras titulaciones» y reconoce la necesidad de reforzar los programas de prácticas externas.

Juan Antonio Escarabajal (UN) recomienda cuatro mecanismos: «la participación de las empresas en consejos asesores; la colaboración de profesionales en los claustros; la intervención de los estudiantes en proyectos reales de innovación en las empresas; y un sistema de incentivos de la generación de transferencia real de conocimiento de la Universidad a las empresas mediante sistemas objetivos de valoración en cuanto al impacto social y económico de dicha transferencia».

José M. Amiguet (CEU) se decanta por «escuchar activamente la realidad profesional; analizar las tendencias científicas y técnicas por sector para poder adelantarse; y generar foros de reflexión conjunta universidad y empresa sobre el desarrollo de las profesiones».

Jaime Torres (ESAT) expone tres claves que él valora como fundamentales: «mano de obra cualificada y en activo en las aulas, planes de estudio basados en tendencias no hype y evaluación por competencias y habilidades con demostración empírica de las habilidades adquiridas».

Gemma Monter (IMF-Capitol) demanda también que «la Administración dé libertad a los centros para trabajar directamente con las empresas y asociaciones empresariales, tal y como ocurre en el modelo alemán».

Ana de Castro, coordinadora del Modelo Educativo de Estudios Superiores de Florida Universitària defiende que «los entornos empresariales se conviertan en centros de transferencia tecnológica tractores de los centros de formación y viceversa».

Elaboración del currículo educativo

¿Quién debería involucrarse en la elaboración del currículo educativo?  ¿Deberían participar las empresas? Hemos recabado también la opinión sobre esta cuestión entre los representantes de diferentes estamentos educativos y un 90% de ellos está a favor de que la empresa participe en este proceso y un 10% se ha manifestado en contra.

Para Álvaro de la Rica (DBS) no se trata de que las empresas decidan qué currículo educativo debe ofrecer sino de «mantener canales de escucha permanentes que nos permitan ser ágiles para adaptarnos a las demandas del mundo empresarial». Advierte que «las universidades y el sistema educativo deben garantizar una formación global, transversal y con rigor y, quizás, ciertas demandas puntuales de ciertas organizaciones pueden llegar a desvirtuar la base conceptual y las competencias que todo estudiante debe adquirir».

Silvia Clariana (EPS) sí que se muestra a favor porque «las empresas son las que realmente conocen las habilidades, competencias y conocimientos necesarios para desempeñar una profesión».

Juan Carlos Requena (Aquora) se decanta también por el sí y añade que «son los empresarios los que sufren la escasez de perfiles cualificados y saben lo que necesitan».

Raúl Ruiz (UA) se inclina por el «sí» y argumenta que «la voz de las empresas, y otros agentes sociales, facilitan la elaboración del currículo educativo». Destaca que «la educación es un bien público, un derecho y un factor facilitador de progreso y bienestar. La educación es cosa de todos, máxime de quienes acogen a quienes salen de nuestras aulas con el fin de aportar el conocimiento adquirido. No olvidemos nunca que el aprendizaje se da a lo largo de toda la vida y que la Universidad es una llave que abre puertas y que, sin ella, permanecerían clausuradas».

La educación no puede ser un péndulo

Juan Antonio Escarabajal (UN), que no se inclina ni por el «sí» ni por el «no» defiende que «tanto la FP como los grados universitarios deben formar para el empleo. Y lo que no funciona es la ley del péndulo, ni las empresas deben elaborar los currículos educativos porque son cortoplacistas, ni el currículo educativo puede ser creado ignorando sus necesidades».

José M. Amiguet confirma que en la Universidad CEU Cardenal Herrera, «ya es una realidad la participación de las empresas en el codiseño de las competencias del plan de estudios de las titulaciones de grado y posgrado».

Jaime Torres (ESAT) se reafirma en el «sí» ya que «no solo las empresas, sino las asociaciones y federaciones empresariales, sindicatos y organizaciones profesionales son imprescindibles para validar los currículos de los planes formativos». A su juicio, «es la única forma de que los planes formativos cubran las demandas del tejido productivo. El desconocimiento, por parte de los técnicos que crean los planes formativos del día a día productivo de las empresas provoca que haya un desacople creciente entre universidad y empresa. La rigidez del modelo rompe por completo la conexión empresa-centro de formación».

Gemma Monter (IMF-Capitol) forma parte del 90 % de los representantes del sector que se decantan por el sí ya que «son ellos los que mejor saben lo que necesitan en cada sector».

Elena Fernández tampoco se inclina ni por el «sí» ni por el «no» pero confirma que «en EDEM, las empresas no deciden la elaboración de nuestros programas pero sí que es cierto que las escuchamos atentamente para estar al día de sus necesidades actuales. Una de nuestras misiones es ser fuente de talento para las empresas y la sociedad, y esto es imposible de conseguir si las empresas no colaboran y no las escuchamos».

Formación específica

Ana de Castro (Florida Universitària) no situaría a las empresas en el papel de diseño y elaboración del currículo. Sin embargo, sí considera que su participación puede tener otros dos niveles de concreción: «la definición, junto con los centros, de los planes formativos, pudiendo incluir formación específica al margen de la establecida en los títulos; y la participación, junto a los entornos educativos, agentes sociales y administración educativa, activa y en permanente análisis de la Formación Profesional, que permita prever y adelantarse a las necesidades de una realidad tan cambiante».

Ángel Garrigós (ESIC-campus Valencia) considera necesario que las empresas ayuden a elaborar los currículos educativos ya que –a su juicio– «las instituciones educativas formamos profesionales para llevar a cabo el mejor desempeño posible de su profesión». Por ello, –razona– «es lógico pensar que esto no será posible sin una parte implicada tan importante como es el tejido empresarial».

El plus de la internacionalidad

Hablamos con Nuria Marsal, directora de programas de IESE en Valencia por los que han pasado ya más de 2.000 alumnos.

Por un lado, –razona– «el IESE es una escuela de dirección de empresas internacional, tanto por su claustro de profesores, como por la procedencia de sus alumnos, los casos que se trabajan, la existencia de cinco campus por todo el mundo, los convenios con otras escuelas y los convenios con empresas en los cinco continentes».

Y por otro, –argumenta– en el IESE «creemos que la actividad económica debe contribuir al bienestar de las personas y de la sociedad. Porque, para nosotros, una prosperidad real y sostenible solo es posible a través de una visión humanista de las empresas, que ponga a la persona en el centro y la convierta en el motor de una transformación positiva».

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