Después de 16 años de gobierno, bajo el indiscutible liderazgo de Angela Merkel, se abre un nuevo periodo político en el país teutón. Los resultados ajustados de las elecciones al Bundestag alemán, del pasado domingo, obligan (de nuevo) a un gobierno de coalición en la locomotora de Europa.
Sin embargo, en esta ocasión, parece prácticamente descartada la repetición de una gran coalición entre los dos principales partidos del parlamento alemán. Bajo esta fórmula ha podido gobernar con éxito la hasta ahora canciller Merkel. Aparece, así, el tripartito como la fórmula política que garantice la formación del gobierno.
En este contexto de dispersión del voto, las formaciones políticas de Los Verdes (14,41% del escrutinio) y los liberales del FDP (11,7% de los votos totales) tendrán la llave para llegar al consenso que la situación requiere.
Serán los partidos minoritarios (seguro que les resulta familiar) quienes decidan el nuevo canciller de Alemania. O bien, el socialdemócrata Olaf Scholz del SPD (ganador de las elecciones, con un 25,9% de votos) o, como alternativa, Armin Laschet, sucesor de Merkel al frente del CDU (segunda formación en votos, con 24,5% del escrutinio).
Gobierne quien gobierne, el compromiso con el proyecto europeo se mantendrá firme
La imposibilidad de que una fuerza parlamentaria euroescéptica entre a formar parte del nuevo gobierno alemán es la mejor noticia posible. A diferencia de otros países como Francia e Italia, donde las fuentes antieuropeístas ganan cada vez más adeptos, el proyecto europeo es una cuestión indiscutible en la primera economía del euro.
En un momento crítico para el presente y futuro del viejo continente. las posibles dudas del motor económico de la Zona Euro herirían, probablemente de muerte, a la causa común de los 27. La recuperación económica, después de la pandemia del coronavirus, se antoja como un desafío colosal para la Unión Europea que, sin el respaldo alemán, estaría abocado al fracaso.
No obstante, el nuevo canciller tendrá un reto mayúsculo por delante. Durante su mandato, la figura de Angela Merkel ha sido la personificación del liderazgo al frente del proyecto europeo. Está por ver si el próximo máximo mandatario del Ejecutivo alemán mantiene ese carisma ante sus socios europeos.
Los matices respecto a la disciplina fiscal serán la principal diferencia
El control del endeudamiento y el equilibrio presupuestario son señas de identidad con un arraigo dentro de la sociedad alemana similar al que pueda tener la cerveza. Desde el periodo entreguerras, en el que se produjo la hiperinflación como consecuencia del nefasto Tratado de Versalles, la austeridad forma parte del ADN alemán.
En este contexto, la diferencia entre que gobierne uno u otro candidato estará en los matices de aplicación de la disciplina fiscal que espera (sí o sí) a Europa.
Si es el socialdemócrata Scholz el que consigue formar gobierno, Bruselas podría tener una mayor laxitud a la hora de exigir ajustes a los miembros de la Unión Europea. Si por el contrario, es el presidente de la Unión Cristianodemócrata, Armin Laschet, el nuevo máximo mandatario del país germano, la exigencia en el ajuste podría ser más estricta. De todos modos, la necesidad de ambos dirigentes de pactar con otras formaciones actuará como contrapeso, estrechando las posibles diferencias entre uno y otro.
El Gobierno de España, partidario de Scholz
Con todo lo anterior, como punto de partida, el actual Ejecutivo español abogaría por un nuevo gobierno alemán con el socialdemócrata al frente. La covid ha agravado, aún más, el endeudamiento y el déficit público de nuestra economía (¿Cuánto debería pagar cada ciudadano para saldar la deuda pública de España?). Por ello, cualquier flexibilidad respecto al ajuste fiscal sería vista con buenos ojos desde Moncloa.
La pandemia ha contribuido a que el objetivo de equilibrio presupuestario (3% de déficit y 60% de deuda sobre PIB) anterior al coronavirus sea utópico. Sin embargo, esta situación no eximirá (independientemente de quien sea el canciller en el país germano) a España de presentar ante Bruselas un compromiso de ajuste fiscal creíble; que manifieste que el compromiso español con la responsabilidad fiscal es total.