Castellón perdió 67 granjas pese al buen momento que atraviesa la ganadería porcina
Sesenta y siete granjas cerradas en 2018 en Castellón denotan que la jubilación de los ganaderos y la lentitud de los trámites burocráticos para obtener autorización en sectores como el porcino, impiden el relevo generacional al desanimar a los jóvenes, lo que repercute en el hundimiento de uno de los sectores económicos de la provincia. Los datos de la Conselleria de Agricultura constatan la pérdida de explotaciones ganaderas en 2018, si bien a lo largo del presente han otorgado permisos de explotación, aunque no palían las bajas.
Los datos de la Conselleria fijaban en 1.943 las explotaciones de cría de animales a finales del año pasado frente a las 2.010 de un año antes. Datos que alertan a las organizaciones profesionales del sector que achacan este descenso al abandono de la actividad de los ganaderos al alcanzar la edad de jubilación y a la burocracia que ralentiza los permisos para poder poner en marcha macrogranajas que aumenten la rentabilidad del propietario.
Ese retroceso en el número de explotaciones se palía, en parte, con la apertura de nuevas explotaciones en el sector porcino, en el que Castellón es referente nacional. La cabaña porcina ha pasado en solo un lustro de las 590.000 cabezas del 2014 a las 655.000 actuales, mientras el número de granjas se mantiene. No obstante, la media de animales por explotación se sitúa en 1.181 cerdos. Cifra que está por debajo de las 2.000 cabezas que, según la administración autonómica, permitiría a un joven emprendedor ser competitivo en el sector..
Desde la Unió de Llaurdors i Ramaders se considera que, pese a la pérdida de explotaciones, el sector atraviesa un momento relativamente aceptable. Y apuntan que 9 de cada 10 profesionales está empleado en granjas integradoras y, gracias también a que la demanda mundial de carne de cerdo no deja de crecer, los ingresos están asegurados.
Este contexto favorable es en el que esta organización profesional cree que es un buen momento para que los ganaderos apuesten por sus instalaciones y realicen inversiones para modernizarlas y hacerlas más grandes para obtener rentabilidad. Algo que hará que los municipios del interior, donde se concentra la mayoría de estas explotaciones, no pierdan población y se vacíen.
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