Martes, 16 de Abril de 2024
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Silvana Andrés y Sonia Rayos (Arquilecturas): ¿Y si jugamos a aprender?

Silvana Andrés y Sonia Rayos (Arquilecturas): ¿Y si jugamos a aprender?

Silvana Andrés, licenciada en Bellas Artes por la UPV, escultora y profesora; Sonia Rayos, arquitecta con especialidad en Edificación y graduada como Ingeniera de la Edificación, también por la UPV, cuenta con su estudio propio (TAMA), y es profesora de ballet clásico y contemporáneo. Madres ambas y mentes inquietas, al comprobar la evolución de la educación que se imparte a los niños, debieron sentir cierto desasosiego, como le ocurre a la mayoría. Pero al contrario que la mayoría, en lugar de por quejarse optaron por jugar. Jugar a enseñar que los niños jueguen a aprender. Así nació, en 2015, Arquilecturas. El eje de sus talleres educativos, participativos y colaborativos es el manejo del espacio por parte de sus alumnos, que ni siquiera saben que lo son. Y la arquitectura no es una asignatura, sino una herramienta para aprender todo lo demás.

Más de 200 niños a la semana y más de 1.000 al año captan su didáctica cada curso. Actualmente, Silvana y Sonia cuentan con un equipo de 7 pedagogos más, procedentes de Bellas Artes en su mayoría, con quienes acuden a los colegios no sólo para enseñar a los alumnos, sino también para sugerir nuevas metodologías a los profesores, e imparten talleres semanales solicitados por ayuntamientos, AMPAS o entidades de todo tipo, para conocer su mirada crítica y constructiva (literal). A ver cómo nos lo cuentan.

Arquilecturas

Sonia Rayos y Silvana Andrés. | E3

-Cuando conocí el proyecto de Arquilecturas, la primera pregunta que me vino a la cabeza fue cómo se puede acercar la arquitectura a los niños, teniendo en cuenta que la mayoría de adultos sabemos poco o nada. Y me refiero, simplemente, a saber disfrutar de la arquitectura.

Silvana Andrés (S.A.): Siempre decimos que los niños tienen los ojos grandes por algún motivo, y es que ellos saben distinguir entre ver y mirar. Los adultos vivimos con prisas y ya no tenemos esa mirada limpia. Para los niños, todo es nuevo, y conocerlo les da estabilidad. Sobre todo también porque desde pequeñitos, en la escuela, están muy acostumbrados a trabajar conceptos que están alejados de su día a día.

Sin embargo, todos los niños tienen cerca a la arquitectura y el urbanismo, de mejor o peor calidad, y son capaces de fijarse en detalles que a nosotros nos pasan desapercibidos. Les encanta trabajar conceptos que están ligados a su día a día, cosas que luego retoman en la calle, en los edificios. Les encanta también trabajar un vocabulario específico porque les gusta mucho volver a casa y sorprender a sus padres con palabras que muchas veces desconocen. Al final, lo que nos interesa es inculcarles una mirada crítica, que todos podamos ser ciudadanos críticos con el medio que sufrimos y disfrutamos a partes iguales.

-Cuando iba al colegio tenía un profesor que decía que cuando caminamos por las calles, miramos hacia adelante o hacia abajo, y así no nos damos cuenta de que, por ejemplo, al pasar por la esquina de la calle Jorge Juan, pasamos por debajo de unos dragones. Y fijaos que entonces no existían los peatones zombis, sino peatones a secas, y los niños hoy son nativos digitales…Vuestro esfuerzo debe ser muy grande.

-S.A.: Por eso creemos que ahora mismo es más importante que nunca volver a jugar. Las generaciones anteriores sí que estábamos acostumbradas a trabajar con cartón, barro, con objetos encontrados. Hoy en día, proteger a los niños de las pantallas supone ofrecerles alternativas de calidad. Esa calidad está en generar proyectos que puedan tener duración en el tiempo, enseñarles otro tipo de juegos, en conectar, como decimos, el aprendizaje a la vida, con conceptos que luego les ayudan…Descubrimos que en muchos talleres, algún niño o niña es la primera vez que juega con maquetas, a casitas, algo tan cercano a nosotros. De pronto, descubren las posibilidades de una caja de cartón. Nuestro objetivo es recuperar para los niños el sentimiento que produce generar objetos por ellos mismos, que produce satisfacción y se trabaja la autoestima.

-Sonia Rayos (S.R.): ¡Silvana me está leyendo la mente! (Ríe) Los arquitectos vamos siempre por la calle mirando hacia arriba. Además, a veces, nos paramos en un semáforo, miramos hacia arriba y la gente se pone a mirar hacia arriba también, como si se contagiara. Y un poco de broma y en serio, decimos que los arquilectores y las arquilectoras se reconocen por la calle porque van mirando hacia arriba; pero también hacia el suelo, observando las aceras, las alcantarillas, los pavimentos…A fin de cuentas, el objetivo es despertar la mirada hacia el entorno.

-El objetivo de Arquilecturas me parece muy ambicioso. ¿Cómo nació Arquilecturas?

-S.R.: Nació de una manera bastante casual. Silvana y yo prácticamente no nos conocíamos, sólo por redes sociales o por encuentros relacionados con la infancia. Las dos tenemos hijos, y un tipo de crianza similar, y habíamos coincidido en grupos comunes. De pronto conectamos, porque las dos estábamos interesadas en temas de docencia. Ella trabajaba en un colegio y, curiosamente,  ya estaba trabajando con la arquitectura como herramienta de aprendizaje con sus alumnos de la ESO. Fue ella la que me sugirió que por qué no lanzaba algún proyecto en que utilizara la arquitectura como herramienta de aprendizaje, y un poco de manera casual le dije, de una forma un poco osada porque apenas nos conocíamos, “vale, pero contigo”. Entonces ella se dejó todo y empezamos a trabajar juntas.

-S.A.: Sonia es arquitecta y yo soy de Bellas Artes, dos disciplinas que están muy conectadas y eso ha sido un elemento también exitoso. Sonia había construido y había participado en la construcción de hospitales y de colegios. La escultura, que trabaja el espacio, está muy conectada con la arquitectura. Estas dos visiones diferentes creo que nos han aportado muchísimo.

-Como si fuerais dos piezas que se unen para construir algo distinto. Me gusta mucho el “giro copernicano”, por decirlo así, del concepto de Arquilecturas. No enseñáis arquitectura, sino que la utilizáis como herramienta. ¿Una herramienta hacia qué?

-S.R.: Hacia conectar todos los conceptos que los niños tienen en su curriculum, que se hacen muchas veces de manera tan teórica, tan lejos de las vivencias, que al final acaba siendo un aprendizaje poco significativo, que no se les queda. La arquitectura, como está en todo, es cercana y tangible, hace que sea muy fácil conectar con conocimientos que tienen que ver con matemáticas, con ciencias sociales, ciencias naturales, con cualquiera de las disciplinas. La aprovechamos y la convertimos en un taller, en una práctica que pueden disfrutar, con el juego siempre presente.

-S.A.: Nos interesa mucho generar asociaciones como técnica de estudio. Es muy importante que, a partir de algo concreto, alcancen la abstracción como algo posterior, no que el conocimiento se les presente como algo abstracto o intangible. Buscamos generar asociaciones que se encuentren en su día a día, no que un niño conozca la figura de Le Corbusier, y sobre todo que lo trabajen jugando y disfrutando. Parece que lo lúdico se haya alejado de la educación, y queremos reivindicar que se puede aprender jugando y que lo contrario es aleccionar, adiestrar, y preferimos confiar en el individuo, eso es lo que más nos diferencia.

Arquilecturas

Taller «La arquitectura que baila». | Foto: Zaha Hadid

-Estáis tocando las limitaciones del sistema educativo tradicional del que, por ejemplo, sale más gente odiando la literatura que aficionándose a ella. ¿Quisisteis darle una vuelta?

-S.R.: De hecho, trabajamos en el Cefire, el Servicio de Formación del Profesorado en la Generalitat, con docentes de Infantil y de Primaria que quieren modificar su metodología de trabajo. Nosotras les introducimos este elemento de la arquitectura como herramienta de aprendizaje y el espacio como tercer docente.

Si se modifica el aula, se cambia la forma de relacionarse con el espacio y, como consecuencia, modificas su forma de relacionarse con los niños. Cuando se tienen 20 alumnos, 20 mesas y 20 sillas, hay poco espacio para el movimiento. Estás abocado a que los niños estén sentados en su silla, apoyados en su mesa, delante de un libro o una libreta. Si la clase se queda con seis mesas y seis sillas, y además en un rincón hay una zona de juegos en diferentes formatos, de construcción o simbólicos, se ven obligados a cambiar su forma de funcionar en la clase. Pueden sentarse con esos seis u ocho niños a trabajar con el material didáctico que se ven obligados a utilizar, pero al mismo tiempo se dan otras situaciones en el aula, como sucede en cualquier casa, en la que alguien está cocinando, alguien está leyendo…Se trata de reivindicar el uso del espacio como tercer docente.

-S.A.: Los espacios escolares pueden ser posibilitadores o inhibidores de experiencias, condicionan la forma de relacionarnos. Sentir que habitas un espacio es fundamental para el desarrollo, para sentirse parte de algo, protegido, atendido. Una de las cosas más importantes que hace Arquilecturas creo que va por ahí, en la relación que se establece con la infancia; agacharte para hablar a los niños, tener en cuenta una serie de cosas que han pasado desapercibidas y que son herramientas de éxito educativo.

-¿Qué cosas?

-S.A.: Por ejemplo, el respeto. Tratarles como ciudadanos de pleno derecho.

-No hablarles como si fueran tontos…

-S.A.: Claro, les hablamos como a adultos. Confiamos en ellos. Se dice mucho si las escuelas no confían en las familias o si las familias no confían en las escuelas, pero en los únicos en que realmente no se confía es en los niños y en las niñas, en permitirles ciertos movimientos libres. Poder habitar y trabajar en el espacio exterior. Hay metros y metros de patios escolares vacíos que únicamente se ocupan 30 minutos al día.

-Eso está relacionado con una de las cosas que planteáis en la web y que me ha llamado mucho la atención, y es que entre vuestros objetivos figura que los niños vuelvan a disfrutar de las calles, de jugar en ellas…¿Creéis que es posible? Yo lo veo muy difícil, los niños se fueron de las calles hace mucho, mucho tiempo.

-S.A.: Hay que cambiar muchas cosas, y eso tiene que mucho que ver con los ritmos de vida del mundo adulto, en el que cada vez tenemos menos tiempo y cada vez conviene más distraerles con pantallas. Tiene que haber una formación también para los adultos, para que entiendan que la calle no es que les vaya a aportar algo bueno a los niños, sino que la necesitan. A veces decimos de broma que compramos arena para los gatos, y sin embargo los niños tienen prohibido jugar con arena. Todo lo aprenden en un entorno seguro, como la familia o la escuela, pero deben tener también un espacio donde experimentar.

-¿Como pisar charcos, ese anatema para los padres?

-S.A.: Totalmente. Eso lo necesitan los niños, pero también los adultos, que tenemos que posibilitar que esas experiencias sucedan. Y no sólo los que somos padres y madres, sino que tiene que ser un cambio en la sociedad. Que el niño que esté jugando en la calle no sea un niño que molesta, sino que ese niño sea responsabilidad de todos. En otros lugares del mundo ese pensamiento está más integrado.

-S.R.: En Ámsterdam, por ejemplo, y también lo he visto en otros sitios, en zonas residenciales había calles cortadas. Había lugares donde en vez de asfalto habían puesto un arenero. Me imagino que los vecinos se pondrán de acuerdo para priorizar el juego de los niños por encima del sitio de aparcamiento en la puerta de casa. Evidentemente, hay un cambio de mentalidad para el que a nosotros nos falta muchísimo por recorrer, pero ahí nos tenemos que fijar.

Arquilecturas

Taller «Mi ciudad». | E3

– Ámsterdam es una buena guía, porque hace ya más de 20 años que iban en bicicleta por la ciudad y nos parecía que estaban locos, y no hay más que ver cómo ha cambiado la movilidad por aquí. A lo mejor sí que vamos también hacia ese modelo urbano que has descrito.

-S.R.: Ojalá. Nosotras tenemos ahora mismo un cartel en la puerta de nuestro local sobre la calidad de vida que tienen las ciudades cuando se vive en las calles. Todo tiene que ver mucho con los miedos que tenemos en esta sociedad: siempre estamos pendientes de si los niños van solos, porque nos da miedo. Algo tan tonto como que bajen a comprar el pan, por ejemplo, o a bajar la basura, cosas que a partir de determinadas edades pueden hacer perfectamente, aumenta su confianza.

-S.A.: Incluso la señalética es inhibidora: prohibido jugar a la pelota… No se puede prohibir el juego, es un derecho. Si atentásemos contra cualquier franja de edad que no fuera la infancia sería muy crispante. Sin embargo, se aceptan cosas dirigidas a la infancia que son inaceptables.

-Lleváis cuatro años, que ya es tiempo para un proyecto tan original y diferente. ¿Qué resultados habéis podido comprobar de vuestro método pedagógico? ¿Cómo sabéis que ha salido bien?

-S.A.: Sobre todo, por el feedback de padres y madres, que es muy divertido. Nos mandan fotos en los que los niños siguen practicando lo que les hemos enseñado en sus casas. A veces les damos una idea, pero ellos la llevan por otro lado, y eso siempre es importantísimo. Con los niños sucede que lo que has planteado acaba convirtiéndose en otra cosa, y eso nos parece muy satisfactorio. Que la actividad escolar continue en el ámbito privado, es la mejor herramienta para valorar el éxito.

-S.R.: Cuando estamos trabajando en colegios, los profesores nos cuentan que al dar los números primos, o el mínimo común denominador, a veces los niños levantan la mano y dicen «¡esto lo hemos visto en Arquilecturas!”.

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