La Mediterránea, el vidrio de L’Olleria que conquistó hasta el MoMA
Entre las empresas que han dejado una huella indeleble en el diseño valenciano destaca la fábrica de objetos de vidrio La Mediterránea. De su trayectoria -especialmente del periodo entre 1985 y 2006, el más brillante de su historia- hemos hablado con la persona que puso en marcha y dirigió durante dos décadas el departamento de diseño, Silvia García.
La Mediterránea se funda en 1975 en L’Ollería bajo la fórmula de cooperativa, siguiendo la tradición vidriera de la localidad, produciendo objetos como porrones, aceiteras o tarros de cocina. El diseño llega paulatinamente. «Los primeros pasos -rememora Silvia García- se producen diez años después, en torno a 1985. Hacíamos unas colecciones de vidrio coloreado y la decoración se hacía en talleres externos a los que también acudían otras fábricas. El resultado era que los productos eran impersonales, no había diferenciación».
La gerencia optó entonces por montar un pequeño departamento de decoración del producto dentro de la fábrica, momento en el que se incorpora García como responsable del mismo en unas condiciones heróicas. «Empezamos a innovar en la decoración de los productos que ya formaban parte del catálogo y tuvimos mucho éxito con dos colecciones que arrasaron y a partir de ahí me encargaron de todos los productos, no sólo de los decorados», añade Silvia García.
De la Expo de Sevilla a vender el 80% de la producción en todo el mundo: Galerías Lafayette, Habitat, Muji, el MoMA o el Museo de Arte de Chicago
En ese momento se empiezan a incorporar criterios de diseño, y se inicia un periodo que de alguna manera tiene su máxima expresión en 1992. El entonces Impiva encarga a diversas empresas valencianas con un fuerte componente en diseño la elaboración de piezas para el pabellón de la Comunitat Valenciana en la Expo de Sevilla. Una de esas empresas es La Mediterránea, a la que le adjudican la fabricación de las vinajeras Glauca, creadas por el entonces equipo creativo formado por Sandra Figuerola y Marisa Gallén.
«Fue un momento decisivo, porque vimos que se podían hacer cosas arriesgadas fuera de lo tradicional y se abría otro camino», añade. Salieron nuevos proyectos y se lanza la línea Art Collection que manufacturan los mejores artesanos de los que disponía la empresa. «Eran productos de vidrio de color de una gama mucho más elevada que el resto de la producción», recuerda García. «Esa colección nos hizo despegar. Tuvieron una enorme repercusión mediática».
Llega la expansión internacional, la participación en las mejores ferias del mundo, la llegada de premios internacionales de diseño. «La Mediterránea -dice Silvia García- exportaba el 80% de la producción a Europa, Japón, Estados Unidos, Australia … Teníamos clientes muy importantes, como la cadena francesa Hábitat. Teníamos colecciones que se vendían en las Galerías Lafayette y la cadena japonesa Muji cogió un montón de nuestras colecciones».
Vidrio reciclado, o como hacer de la necesidad virtud
Uno de los aspectos que distinguían los productos de La Mediterránea era que se hacían con vidrio 100% reciclado. «No era por una conciencia ecológica, sino porque era más barato», aclara García. Sin embargo, se convirtió en una seña de identidad diferencial en una época en la que la conciencia ecológica y la sostenibilidad empezaban a tener en cuenta estos factores, «sobre todo en el exterior, donde era un valor».
El producto tenía tanto éxito que se llegaron a acuerdos con fabricantes de otros sectores para lanzar colecciones coordinadas de productos para el hogar. Fue el caso de la colaboración una firma que fabricaba textiles para el hogar 100% lino, con una gama de color que coordinaba con las vajillas de La Mediterránea en lo que se podría calificar de un total look.
Un trabajo que se hacía con el equipo propio de la fábrica. Empezaron las colaboraciones puntuales con diseñadores que empezaban a despuntar a inicios del nuevo milenio. «Llegó Alberto Martínez -ahora en Cul de Sac- con Raki Martínez y Héctor Serrano con un botijo que se convirtió en todo un icono: La Siesta».
La Siesta o el Porrompompero, dos iconos del diseño español con el sello de La Mediterránea
El poder gráfico de La Siesta ha ocupado páginas y páginas de las mejores revistas de diseño y decoración. No fué, sin embargo, un proyecto fácil. «Todo el mundo estaba en contra. Ni producción ni comercial ni siquierea el consejo rector de la cooperativa lo veía bien. Yo la defendía, me había enamorado de la pieza porque encajaba con el estilo de La Mediterránea. Simboliza la tradición y la modernidad. Lo tenía todo. Mi marido, que había sido elegido director de la cooperativa, me animó a seguir adelante».
Silvia recuerda que todo el presupuesto que tenía ese año para publicidad decidió aplicarlo a la promoción de La Siesta. «Salió en todos los sitios y todo el mundo conoce la pieza«. Hoy día La Siesta está bajo el paraguas de Gandía Blasco que la edita para su marca Diabla.
Después se sucedieron las colaboraciones: Sybilla, Agatha Ruiz de la Prada, Benetton, Adolfo Domínguez … En cada caso el nivel de colaboración era diferente. «Benetton, por ejemplo, compraba las colecciones que más se ajustaban a su imagen y su departamento de diseño hacía el grafismo; el equipo de Sybilla hacía todo el diseño de las piezas y en otros casos todo el trabajo creativo era nuestro, aunque luego se validaran».
Otro proyecto interesante lo realizan en colaboración con la industria textil Atrium, desarrollando una línea de productos total look, coordinando el color del textil de mesa con el de las vajillas.
En 2006 La Mediterránea contaba con 430 trabajadores en sus dos centros de producción situados en L’Ollería (el vidrio) y Ribarroja (la cerámica). Es entonces cuando empieza a perfilarse la crisis económica y las ventas se resienten. La cooperativa decide arriesgar menos y apostar por un producto de menor precio e indeferenciado, abandonando la estrategia que le había conducido al éxito. Silvia García abandona la factoria, a la que volvería temporalmente años más tarde, cuando en 2010 ValCapital se hace con la empresa e intenta reflotarla.
Un producto cuidado en todos los aspectos, desde el diseño formal de las piezas a la comunicación de las colecciones
«Me llama José Luis López Herrero -que había trabajado para Lladró en la red internacional- para que volviera a montar el departamento de diseño. Volvemos a hacer colecciones nuevas y recuperamos la colaboración con Héctor Serrano que nos hace el Porrompompero, una reinvención del porrón tradicional. Tuvo mucha venta, porque además se convirtió en un objeto de regalo original y muy asequible», recuerda Silvia García.
La recuperación del espíritu de La Mediterránea se trunca cuando destituyen a López Herrero y ValCapital en 2o13 vende los activos de la empresa de forma separada.
Productos nacidos y fabricados en L’Ollería, como las colecciones Aster y Maiaia, se vendían en la tienda de MoMA o la colección Coco en el Museo de Arte de Chicago. Productos que recibieron los premios de diseño de más renombre internacional.
En el éxito de La Mediterránea tuvo también un papel relevante su comunicación gráfica, extremadamente cuidada. «Teníamos mucha repercusión en prensa, porque cuidábamos mucho la comunicación, las imágenes, con unos dossieres muy completos. Era un todo, no sólo el producto, sino también la forma de comunicarlo. Nos supimos rodear de muy buenos profesionales, como Juan Martínez en el diseño gráfico o El Mirador en la fotografía». Una conjunción que hacía que el producto fuera muy apetecible para los medios especializados.
La historia de La Mediterránea forma parte de la aportación fundacional al Archiu Valencià de Disseny que se acaba de constituir
El último servicio que Silvia García prestó a La Mediterránea fue salvar su historia. Cuando la empresa ya estaba en trance de desaparición, «me llamó Manuel Lecuona y me pidió el favor de que recogiera la memoria. Se temía que acabara en un contenedor. Durante tres meses, con la autorización de ValCapital, estuve buscando en todos los rincones e hice tres archivos. El más completo es el que ahora forma parte del Archiu Valenciano del Disseny; el segundo me lo he quedado yo y el tercero se lo entregué al ayuntamiento de L’Olleria que tiene la intención de crear un salón del vidrio y ahí tiene que estar representada La Mediterránea»
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