Viernes, 26 de Abril de 2024
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La lección de amistad de Picasso y Cela

La lección de amistad de Picasso y Cela

¿Sabían algo de la profunda amistad entre Pablo Picasso (comunista y exiliado) y Camilo José Cela (afecto al régimen franquista)? Yo tampoco. ¿No les parece raro? A mí también. En pleno Siglo XXI, ¿no les parece raro que nos parezca raro? Eso es lo preocupante.

¿Por qué ha permanecido semioculta hasta ahora la relación entre estos gigantes de la cultura? Según el secretario ejecutivo de la Fundación Casa Pintada, Cristóbal Gabarrón, que se ha encargado de reunir y ordenar la documentación existente, «es una simple cuestión del momento. Las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir. La mayor parte de toda esta relación epistolar la conservaba la Fundación Charo y Camilo José Cela. A partir de 2016, cuando se celebró el centenario del escritor, estos documentos se empezaron a clasificar y a estudiar. Lo que tenemos aquí, ordenado y restaurado, proviene de fondos documentales amplísimos y no estaba a la luz. Sólo se sabía que existían. Por eso digo, simplemente, que ahora ha llegado su momento».

En 1958, Cela, ya era un escritor consagrado en España y Latinoamérica. Dos de sus obras capitales, La familia de Pascual Duarte La colmena, gozaban de reconocimiento y popularidad. De paso, había ganado sus dineros trabajando de censor para el franquismo. Sin embargo, su acomodamiento en aquella España de posguerra le otorgó ciertos privilegios a los que pocos tenían acceso. Entre ellos, la publicación de la revista literaria Papeles de Son Armadans, cuyo nombre hacía referencia a su residencia mallorquina. En las páginas de la revista, mostraba su cara más abierta y receptiva al mundo del arte y la literatura; de hecho, contó con la estrecha colaboración de Joan Miró, entre muchos otros.

Cela

El comisario de la exposición, Juan G. Sandoval; la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga; la directora del Museo de Bellas Artes de Valencia, Margarita Vila; el secretario ejecutivo de la Fundación Casa Pintada, Cris Gabarrón. | E3

Hacia 1958, fue el pintor catalán el que empezó a tenderle puentes para intentar facilitarle el acceso al gran tótem del arte contemporáneo, con el objetivo de entrevistarle para los Papeles de Son Armadans. Pablo Picasso llevaba una vida fructífera y gozosa -como siempre, vamos- en su villa La Californie en Cannes junto a su esposa Jacqueline Roque. En palabras de Juan G. Sandoval comisario de la exposición que se puede visitar en el Museo de Bellas Artes de València, «no era fácil acceder a él. Entre otras cosas, había que pasar previamente por el filtro de Jacqueline». A ello se sumaba el hecho de que el pintor malagueño sabía algo de la integración de Cela en el régimen dictatorial, y absolutamente nada sobre su obra.

De cualquier modo, el gallego se presentó en Cannes sin cita previa. Es bien conocido el lema «quien resiste, gana» que tantas veces repetía el futuro Premio Nobel. Esta vez, a punto estuvo de no resistir y perder. En la exposición se muestran cuatro cartas que escribió desde Cannes a su entonces esposa, Rosario Conde. En la una de ellas, se lee: «Queridísima Charo. Ante mi fracaso de ayer, hoy me presenté por las buenas en casa de Picasso, a las once y media de la mañana. Me costó mucho trabajo que me abrieran la puerta».  Un personal de servicio de la familia le abrió, pero no le dejó entrar.

En una última visita a la desesperada, pudo conocer a David Douglas Duncan, el fotógrafo de cabecera de Picasso, un estadounidense que hablaba español. Duncan le indicó que intentaría mediar para lograr esa primera cita. De alguna manera, Duncan le recordó al pintor las cartas enviadas por Miró, recomendándole que lo recibiera, y el artista finalmente accedió. De ese primer encuentro entre dos caracteres tan complejos, de ideologías completamente opuestas, surgió una amistad que perduró hasta la muerte del pintor en 1973. Tal vez de forma algo romántica, el comisario y crítico de arte Sandoval declaró, en la presentación de la exposición, que “sintieron el reconocimiento mutuo de estar ante un genio”.

Si visitan la exposición, resultado de un trabajo de años de investigación, podrán acceder a las cartas que intercambiaron con felicitaciones de cumpleaños, navideñas, de interés por el estado de la salud…Y reclamaciones, sobre todo por parte de Cela, del tipo «amigo Pablo, no me ha mandado Vd. las fotos», «sigo a la espera de esto o aquello»

Pero, personalmente, me quedo con dos cosas: existe una foto en que Picasso le acerca un plato a su amigo escritor, y Cela come de él en actitud perruna, sumisa y reverente. «Muestra el carácter de Cela, y de qué manera consideraba superior a Pablo Picasso, consciente de su importancia universal como artista«, según interpretó Gabarrón. Otra cosa que impacta a simple vista es un dibujo esquemático de Picasso en el que representa al escritor con una corona de laurel y una medalla en pecho. Al final, ¿cómo habíamos quedado sobre el tema de los visionarios? ¿Existen o no?

Cela

| Foto. Museo de Bellas Artes de València

Podrán profundizar en la historia si visitan la exposición y adquieren el catálogo. Pero se impone una pregunta: ¿alguna vez hablaron de política? No existen pruebas documentales pero quiero creer que sí, o me cuesta mucho creer lo contrario, una de dos. Eran mentes demasiado privilegiadas como para pasar por alto un tema tan importante en un momento histórico trágico para España. Hoy, se habla de un escenario político polarizado. Los extremismos campan a sus anchas en los medios y las redes, y no falta el día en que sale un político y suelta una cazurrada tamaño king size. 

Como indicó la directora general de Cultura y Patrimonio de la Generalitat, la también escritora Carmen Amoraga, «después de los debates más enconados, los políticos se bajan del escaño y al final, como todas las personas, se establecen lazos de afecto o de desafecto. Por suerte no sólo nos relacionamos con quienes piensan como nosotros. Además, creo que la política se basa en el diálogo. No dialogar equivale a imponer ideas. La verdad es que llevábamos mucho tiempo trabajando en esta exposición y, por casualidad, ha llegado justo en este momento».

Qué lección tan simple recoge esta iniciativa del Museo de BB. AA. Se puede tener afecto, incluso admirar profundamente, a alguien que se encuentre en las antípodas del propio pensamiento político. Si confundiéramos todo lo que vemos, oímos y leemos en los medios con la realidad, pensaríamos que eso es imposible; y que si encontrasen un sólo caso, le montaríamos una exposición o hasta le abríamos un museo. Por suerte, todavía nos acordamos de que no es así. Más vale recordarlo porque, estos días, sí que lo parece. Y mucho.

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