Miércoles, 08 de Mayo de 2024
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Fundación Bancaja vuelve a reivindicarse como referente en la obra de Picasso

Fundación Bancaja vuelve a reivindicarse como referente en la obra de Picasso

La Fundación Bancaja es propietaria de siete series completas y unas 1.600 obras de Pablo Picasso, lo que la define a las claras como «un referente para estudiar su obra», en palabras el doctor en Bellas Artes Javier Molins, que aparecen en los textos que acompañan a la exposición Picasso. La alegría de vivir, de la que es comisario.

De hecho, desde 1994, cuando adquirió la serie Suite Vollard,  ha sido raro el año en que la Fundación no ha dedicado unos meses a exhibir obras del trabajador genio malagueño. Y parte de esos fondos picassianos no dejan de moverse por el mundo, ya que raro es el museo que no llegue a la conclusión de que, si desea adquirir relevancia, deberá dedicar al menos una vez varias salas y varios meses a colgar figuras del artista más famoso del Siglo XX.

La muestra presentada hoy está compuesta por 170 obras reunidas a partir del carácter lúdico-festivo de la mayor parte de su legado; la cita «todas las cosas que hago en relación al arte me dan una gran alegría» es su leit motiv. El trabajo realizado por la Fundación, en cambio, ha sido arduo, ya que «pocos museos quieren prescindir de las obras de Picasso», como ha afirmado Molins. Por eso, resulta especialmente destacable la presencia en la muestra de Los segadores, una obra de 1907 -el año de Las señoritas de Aviñón-, considerada la única obra fauvista de Picasso y propiedad del Museo Thyssen-Bornemisza. También han colaborado el Reina Sofía, el Museo Picasso de Málaga, la Fundación Picasso Museo Casa Natal, la Fundación Banco Santander, así como diversas colecciones particulares. Toda una demostración de poderío.

La exposición está estructurada en ocho ámbitos perfectamente reconocibles de su inabarcable producción: Del pintor y la modelo a los mosqueteros, que evidencia el impulso erótico de la creación; El arte primitivo, uno de los elementos más característicos de la producción picassiana, con sus máscaras africanas y las coloristas cerámicas mediterráneas; el circo, otra constante en su obra; Los grandes maestros, recreaciones de sus admirados Velázquez, Rembrandt, Lucas Cranach y tantos otros, donde destaca la obra Mujer con gato, en la que llega a cruzar La maja desnuda con la Olympia de Manet y La odalisca de Ingres; por supuesto, obras que se considerarían hoy incorrectas como la serie sobre tauromaquia y el deseo salvaje del Minotauro por poseer a la mujer; La Californie y Jacqueline, testimonio de una de las épocas más felices del artista durante su estancia en la Costa Azul; La música y le Tricorn, el momento clave de su contacto con el bailarín Serge Diaghilev y su incursión en el diseño de vestuario para la danza; y por último, las piezas sobre La paloma de la paz que, con la colaboración del escritor Louis Aragon, pasó de ser una peculiar obsesión del artista a convertirse en un icono pacifista mundial aún vigente.

Esta prueba de la «joie de vivre» que Picasso fue capaz de llevar hasta sus máximas cuotas, lo que incluye su tranquila muerte, viene muy bien para huir de la melancolía otoñal y del frío invierno. Tienen a su disposición mucho Picasso en la Fundación Bancaja desde mañana hasta el 31 de marzo en los inicios de la primavera. Volverá tarde o temprano, ya se sabe que nunca dejó de trabajar ni tampoco de dar trabajo a las generaciones posteriores.

 

 

 

 

 

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