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Henry (Enrique) O’Shea, un emprendedor irlandés del XIX, que hizo fortuna en Valencia y Madrid

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Tomás Trenor Puig

Desde hace muchos años, Tomás Trenor Puig, el marqués del Turia, trabaja en la reconstrucción de la vida de sus antepasados. Su tarea no es solo un asunto de heráldica, genealogía o aristocracia: recupera la vida práctica, la vida profesional y mercantil de quienes le precedieron en el frondoso árbol familiar. De modo que está contribuyendo, y mucho, a una asignatura pendiente de los valencianos: conocer a fondo nuestra historia económica. Ahora se ocupa de los O’Shea y, en particular, de Henry (Enrique) O’Shea, pariente lejano y, en muchas ocasiones, socio de los primeros Trenor valencianos.

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Tomás Trenor Puig no baja la guardia ni el ritmo. Acude cada día al despacho profesional y está, cuando le entrevistamos, inmerso en la preparación de una candidatura a la presidencia del Ateneo Mercantil, la entidad desde la que su abuelo, en 1908, puso en marcha la Exposición Regional.

Con todo, procura guardar horas para su afición secreta: la investigación sobre el pasado de sus antecesores. Ahora, después de editar un libro de alcance familiar sobre los Trenor, no se ha detenido. La búsqueda de datos, el buceo en archivos y protocolos notariales, lo ha extendido a la familia O’Shea, irlandeses establecidos en Valencia, que trabajaron como financieros en el siglo XIX en toda España.

Documentos y más documentos

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Henry (Enrique) O’Shea

Cordial y contento con los resultados, ofrece al entrevistador, de entrada, unos folios con casi 150 apuntes sobre documentos investigados. En cada uno de ellos, una ventana abierta al mundo de las finanzas españolas de dos siglos atrás.

“Son escrituras, documentos localizados por lo general en viejos archivos notariales, la mayor parte de ellos, los de las notarías valencianas, depositados en el Archivo del Reino. Son contratos, arrendamientos, poderes, declaraciones, concesiones, propiedades, etc.

Resumen la vida económica de un emprendedor valenciano desconocido, Henry O’Shea (1782-1860), llamado Enrique en sus negocios. Durante todo el siglo XIX desplegó una intensa actividad, en Valencia y en Madrid, en el ámbito financiero. Un emprendedor, arquetipo de su tiempo, que trabajó mucho con los Trenor. Todos, unos y otros, son oriundos de Irlanda”.

– ¿Cómo aterrizan en Valencia?

Son militares y vienen a Valencia a la guerra. Sirven durante la Guerra de la Independencia a favor de la causa española.

Con Wellington a la cabeza, luchan contra los invasores franceses. Y O’Shea, nacido en Limerick, en una Irlanda que era entonces parte de Gran Bretaña, era intendente del ejército inglés. En 1813, cuando Suchet marchó de Valencia, cuando el invasor se fue, O’Shea llegó y se quedó aquí.

– ¿Qué hizo?

Negocios de todo tipo, singularmente importación y exportación. En el primer documento localizado, una escritura del 24 de agosto de 1815 ante notario valenciano, Carmen Villarroya, una señora valenciana, reconoce adeudar una cantidad de dinero. Muy pronto aparece la firma Enrique O’Shea y Cía., que trabaja a través del puerto en importaciones y exportaciones.

-¿Cómo se establece la conexión con los Trenor?

En 1824, Enrique O’Shea se traslada a Madrid con su empresa. Thomas Trenor, uno de nuestros antepasados, es sobrino suyo y aparece como director y apoderado de la sociedad ese mismo año, en sustitución de otro sobrino, Thomas Owens O’Shea. Ocurre lo natural: se establecen, prosperan y llaman a parientes jóvenes a unirse a la empresa. En 1825 nace la sociedad Henrique O’Shea, Trenor y Compañía, a la que se une otro irlandés, Guy Champion.

– ¿Hay que bucear en muchos documentos para establecerlo?

Hay que buscar, en efecto. Esto lo he localizado en los papeles de la notaría de Antonio Monge, que estuvo activo en Valencia un cuarto de siglo. Es una mina de información de nuestra familia. He repasado prácticamente todos sus protocolos desde que se estableció en la ciudad en 1820. Sus escrituras aportan datos muy interesantes sobre negocios insólitos.

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“Mercado de bacalao” de Dionisio Baixeres

– ¿Por ejemplo?

Pues algo que no imaginas que vas a encontrar: el negocio de la importación de bacalao. La España del XIX, al llegar la Cuaresma, dejaba de consumir carne y, por tradición, el pueblo pasaba a consumir bacalao. Claro, el pescado fresco no está alcance de todos: se importa bacalao masivamente, que viene de Escocia, Irlanda, Noruega, etc.

– ¿O’Shea es importador?

Y más que eso. Lo que consigue es ser el arrendador en exclusiva del impuesto del bacalao: son 28 maravedíes por libra de pescado salado, a pagar en la primera venta del producto en España. Don Enrique recauda para la Hacienda Pública y se lleva su comisión reglamentaria, claro está.

– Parece sencillo.

Sí, pero hay que lograrlo…, y tener solvencia ante la Hacienda, claro está. Hacia 1835, esta sociedad, asociada con Satchell, un inglés, se configura como comisionista en la importación de bacalao y pasa a otros productos, como el tabaco, que estaba ya estancado.

Satchell y Trenor funcionó en Alicante y trabajó, sobre todo, en la importación de cacao de Trinidad, cebada, tocino de Marsella para el ejército, azafrán y, sobre todo, alcoholes y pasas.

Lo que el mercado reclama

Parece sencillo: los católicos españoles consumen bacalao durante los largos días de Cuaresma y los británicos protestantes necesitan pasas de buena calidad, frutos secos y frutas escarchadas, para el plum cake de media tarde. Los riuraus de Dènia, diseñados para secar al sol las uvas moscatel, nacieron pensando en la demanda británica, que durante todo el siglo XIX llena de buques de vapor el puerto. Los negocios nacen de las necesidades y, visto desde la óptica del investigador, parecen estar ahí, al alcance de la mano, dispuestos a ser emprendidos por cualquiera.

“A Thomas Trenor se le confía la dirección y gestión de los negocios. Cada tres años se renueva la concesión de la sociedad. Trenor aporta 3.000 libras esterlinas que fueron depositadas en Londres”.

– Debía ser un buen gestor Thomas Trenor. Da la impresión de que confiaban ciegamente en él. ¿Tiene los convenios entre los socios?

Tengo los documentos, y aunque la participación de los demás socios fuera mayor, Trenor tenía garantizada una tercera parte de los beneficios, aunque si le resultaba ventajoso podía optar por la sexta parte de los beneficios más 1.000 ducados como retribución. Realmente estaba muy bien remunerado como director…, y blindado, por así decirlo, ante las hipotéticas pérdidas.

Y también financiero

A partir de 1824, instalado en Madrid, Enrique O’Shea amplía su radio de acción, cada vez más inclinada hacia la esfera de las finanzas y la banca. En 1839 se le verá adelantar el millón de reales que el ejército del Norte necesitaba para comprar armas con las que hacer frente a la guerra carlista. Él mismo importará las armas por el puerto de Alicante.

“La investigadora Teresa Tortella le ha señalado como ‘uno de los más importantes banqueros de Madrid de mediados del siglo XIX’. Y así lo fue, al financiar muchas veces las necesidades del Gobierno. Durante 16 años fue Comisionado principal de la Caja de Amortización de Valencia, institución destinada a clasificar y pagar la deuda del Estado. Después fue accionista del Banco de San Fernando, entonces banco emisor de España”.

– ¿Tuvo banco propio o participó en algún banco privado?

Fue uno de los fundadores, en 1856, de la Sociedad de Crédito Mobiliario Español. En esa sociedad, creada con un capital de 456 millones de reales, estuvo también Thomas Trenor. Ese banco funcionó hasta el año 1902. Pero antes, en 1847, había sido uno de los promotores del Banco de Fomento y Ultramar, una institución de vida más efímera.

– En ese tiempo, todos los financieros españoles –Salamanca, Campo, etc.–, están en el negocio de los ferrocarriles.

También lo estuvo O’Shea. En 1856 fueron adjudicatarios de tres tramos de la línea del Norte, pero ya habían tenido una experiencia con la línea entre Sevilla y Córdoba, al año siguiente de la inauguración del ferrocarril en Valencia.

Sin sucesores de éxito

Cuando Enrique O’Shea muere, en 1860, no hay un heredero al frente de sus finanzas: entre 1862 y 1867 se liquidan sus negocios, que solo fueron continuados por algunos sobrinos, que no progresaron.

“Por desgracia, Domingo Ibarrola, uno de los socios de O’Shea, hizo algo tan sencillo como huir con la caja. Todavía le están buscando, esa es la verdad. Pero también es cierto que, tras la quiebra, que fue un sonado escándalo financiero de la época, la sociedad pudo pagar el 70% de los créditos”.

Tomás Trenor Puig ha completado el cuadro familiar de Enrique O’Shea. Tuvo cinco hijos con sus tres esposas. Todos ellos y sus sucesores, están fielmente retratados en el trabajo que Trenor realiza: bodas, posesiones, carreras profesionales, lugares de residencia y enterramiento. 

El dibujo llega a detallar la correspondencia de la tercera esposa, Sabina Spalding, con el diplomático norteamericano y famoso escritor Washington Irving. Y no descuida, sin duda, seguir los pasos del apellido O’Shea hasta las familias que hoy lo ostentan, ligadas, como es sabido, con el imperio financiero de Emilio Botín.

En su estudio desfila todo un friso de personajes que componen la vida de la burguesía valenciana y española del siglo XIX y, en este caso, con la figura de un emprendedor fruto directo de su tiempo.    

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