S. Álvarez de Mon, IESE: «El cambio necesita raíces, hay cosas que no se tocan»
El profesor del IESE defiende un liderazgo que observa la realidad, diagnostica con rigor y actúa con carácter, asentado en tres “H”: honestidad, humildad y humor
Vivimos tiempos de transición. Tiempos rápidos que algunos identifican como fin de un ciclo. Este contexto empresarial marcado por la incertidumbre, la aceleración tecnológica y la presión por ejecutar resultados en plazos cada vez más cortos, el liderazgo vuelve al origen: mirar bien, diagnosticar mejor y actuar con carácter sin traicionar los principios.
Santiago Álvarez de Mon, profesor del IESE Business School, coach de directivos y autor de, entre otros libros, «Mi agenda y yo», defiende una idea sencilla y exigente: el cambio solo prospera si se asienta sobre raíces firmes.
Conversamos con él a propósito del «Encuentro Anual IESE Alumni Levante» del próximo 23 de octubre; que contará con la presencia Álvarez de Mon e Ignacio Goirigolzarri, presidente Fundación FAD y presidente de FEDEA (ex-presidente de Caixabank).
El evento se inspira en una charla previa en Madrid con el directivo y el profesor del IESE. Un formato deliberadamente «poco preparado» en el que, asegura Álvarez de Mon, emerge lo mejor: la honestidad de la conversación. De esa honestidad, y de cómo afrontar transformaciones personales y organizativas, va este diálogo.
Una conversación con José Ignacio Goirigolzarri
– El formato del próximo jueves será una conversación entre usted y José Ignacio Goirigolzarri. Para empezar, ¿podría ponernos en contexto?
Es un formato que utilizo mucho en el IESE. No es más que conversar: el arte de conversar con otro ser humano. Este encuentro del próximo jueves en Valencia nace de uno que hicimos en Madrid. Le propuse a José Ignacio hablar como si estuviéramos en el salón de su casa, con la honestidad que merece el público.
La respuesta fue espectacular. Conozco a José Ignacio desde su etapa en el BBVA; desde entonces mantenemos una relación de respeto. Me parece uno de los grandes directivos de este país. Empezamos la charla con un tono cercano —hasta con bromas futboleras— y recorrimos su trayectoria hasta el presente. Luego abrimos el foco al mundo: geopolítica, Trump, Putin… Es un viaje «de lo divino y de lo humano».
Y sí: está poco preparado a propósito; con ponentes así no hay riesgo. Muchas preguntas nacen de sus respuestas. La única condición es conocer bien a la persona y que no haya tabúes.
– En ese marco, ¿hablaréis de los retos del director para introducir cambios en la gestión?
Puede salir, pero no necesariamente. Abordaremos primero su carrera y etapas de liderazgo; también su reinvención personal y cómo gestionar una agenda distinta cuando dejas la primera línea. No todo el mundo está a la altura de un camino así. Y después, reflexionar sobre claves políticas, sociales y culturales. Es un hombre muy leído y viajado: hay que aprovechar ese acervo.
Liderar, mucho más que dirigir
– A muchos directivos les cuesta salir del día a día y tomar distancia. Usted ha trabajado esa transición con ejecutivos y deportistas.
Sí. Escribí el libro «Mi agenda y yo» sobre la premisa del «dime qué haces con tu tiempo y te diré quién eres». Si algo te parece importante pero no liberas tiempo para ello… quizá no lo sea tanto. El tiempo es finito y su uso nos define.
Cuando acompaño a gente que deja roles ejecutivos —o a deportistas de élite que cuelgan las botas; trabajé con Pau Gasol—, preparar el «día después» es la clave.
– ¿Cómo define el liderazgo?
Liderar es inspirar y servir; y ser capaz de modificarse a uno mismo: renovarse o morir. El cambio profundo empieza por conocerse, tomar distancia, quitar filtros y sesgos, mirarse al espejo sin engañarse. Luego toca aceptarse.
Hace poco escribí sobre la importancia de las tres «H»: honestidad (autenticidad, no autoengaño); la humildad y el humor, que nos da perspectiva para no deprimirnos. Desde esa serenidad, con brújula interior, el crecimiento es posible y acaba sirviendo a la comunidad.
Ecce ego
– Hablemos del ego: necesario para sostener responsabilidades, pero también puede llegar a convertirse en una trampa.
El ego no se extirpa; ni los santos lo logran. Hay un ego frágil, inseguro, narcisista, y está tu «yo» profundo. Cuando encuentras ese yo —capaz de aceptar una crítica o reconocer un error— aparece tu mejor versión: piensas en los demás y sirves al equipo, la institución, la familia, la sociedad.
El ego solo entiende de sí mismo, aunque tendemos a verlo únicamente en otros —Donald Trump, Elon Musk—, pero el reto es gobernar el propio. Quien cree que ya lo domina… reaparece en cuanto puede. Importa también para quién trabajas: instituciones que respetes, con libertad interior. Ser selectivo ayuda.
– ¿Cómo sostener la autoestima sin caer en el ego?
La autoestima se apoya en tu actitud ante la vida y en la honestidad; no sale gratis. También en la humildad y el sentido del humor. Y sobre todo en vivir el presente: conocer de dónde vienes (raíces), aprender del pasado sin convertirlo en lastre, e intuir un futuro mejor desde el aquí y ahora.
Cuando intentas controlar el futuro, la ansiedad te visita. Juega bien las cartas que tienes hoy: cuanto mejor uses el presente, mejor saldrá el futuro.
Tiempos acelerados
– Vivimos tiempos acelerados: incertidumbre, eventos extremos, ritmos cortos. ¿Cómo lo encaja un directivo?
La densidad del cambio actual es enorme y los plazos se han acortado: hace dos años casi no hablábamos de IA. El pez no se pelea con el agua; nosotros no deberíamos pelearnos con la incertidumbre: forma parte del paisaje. La vida tiene más de preguntas que de respuestas. No nos han entrenado para ello, pero es lo que hay.
¿Qué hacer? Invertir en tripulación y equipamiento: formación, autoestima bien fundada, buenos compañeros de viaje y trabajo en equipo. Así estás más preparado para el viaje.
– Muchas resistencias a la hora de ejecutar cambios son culturales: la cultura de una compañía, el miedo . ¿Cómo abordar cambios impopulares pero necesarios?
Primero, chequear la calidad de la mirada: observar la realidad en su devenir. Si estás «cosido» a la realidad, el cambio fluye. Renovarse o morir. No alcanzarás el futuro desde la nostalgia del pasado.
Después, realizar un diagnóstico correcto —inteligencia analítica, como un médico: distinguir síntomas de causas—. Y luego, carácter para sostener conversaciones difíciles y conflictos inevitables.
El cambio no es por aburrimiento: es por necesidad, por lo que has detectado observando el sector. Hoy, por ejemplo, cualquiera que no se pregunte por el impacto de la IA en su plantilla vive de espaldas a la realidad. Y ojo: el cambio necesita raíces. Si lo agitas todo, generas angustia. Hay líneas rojas que no se cruzan.
Tres claves para el liderazgo
– ¿Dónde encaja el ocio en la agenda del directivo?
En «Mi agenda y yo» la agenda va de lunes a domingo: el ocio forma también parte. A veces angustia más que el negocio: hay quien no sabe qué hacer con la libertad cuando cambia de rol.
La vida equilibrada necesita varias fuentes de sentido: trabajo, familia, lectura, viaje… El teletrabajo ofrece posibilidades inmensas, pero exige disciplina. Si no, el negocio invade el ocio. A mayor libertad, más disciplina y madurez. Y no olvidemos mínimos de presencialidad: somos seres físicos; sin roce, el equipo se disgrega.
– Para cerrar, ¿tres claves de un buen directivo?
Uno: chequear la calidad de la mirada, para estar en contacto con la realidad y no con una percepción interesada. Dos: inteligencia analítica para diagnosticar bien los retos. Tres: carácter para movilizar energía y actuar en consecuencia. Y siempre desde una inversión en valores y principios: cimientos que no se tocan. Desde ahí es más fácil relativizar y estar a la altura de lo que el tiempo nos pide.
Borja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.






