«Sin gas, electricidad, ni agua o sin ustedes…sin ustedes», con estas graves palabras, pronunciadas recientemente por el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, finalizaba su conferencia el embajador de Ucrania en la ONU, Sergiy Kyslytsya; que las hacía suyas frente a los asistentes al I Foro internacional «Iberoamérica en la mediación y resolución de conflictos internacionales».
Palabras que cobran una especial relevancia al tener en cuenta la situación que vive el país eslavo a un mes de cumplirse el primer año de la invasión rusa. Más del 40% de la infraestructura eléctrica ucraniana, afirma el embajador, ha sido destruida. No obstante, y pese al altísimo coste en vidas y material que Ucrania está pagando, no parece atisbarse en el horizonte un fin para el conflicto.
En estos mismos instantes, en el óblast de Donetsk, al este del país, se está librando la que está siendo una de las batallas más cruentas de la guerra. En juego está el importante nudo logístico de Bakhmut, que los rusos llevan meses tratando de tomar y que, de conseguirlo, podría dar oxígeno a un conflicto para el que aún no se vislumbra un final.
Guerra a base de talonario
Para el Gobierno estadounidense, la potencia principal, junto con Reino Unido, tras el esfuerzo bélico ucraniano, la guerra va para largo. O al menos eso es lo que parece extrapolarse de su anuncio el pasado viernes de un nuevo paquete de ayuda militar al país eslavo.
En esta ocasión, las autoridades de Estados Unidos enviarán 3.000 millones de dólares, unos 2.800 millones de euros, a Ucrania. Del total, 682 millones se destinarán al fortalecimiento del flanco oriental de la OTAN.
También a finales de la semana pasada, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, conversaba telefónicamente con Dimitró Kuleba, el ministro de exteriores ucraniano. Muchas son las voces en la Unión Europea (UE), sin embargo, que se muestran preocupadas por las consecuencias que una guerra prolongada podría tener en el continente.
El coste para Europa
Estos últimos meses han sido especialmente costosos en términos de recursos para el esfuerzo bélico ucraniano. Tras las ofensivas en el sur del país y la defensa numantina de Bakhmut, a la que parecen haber destinado algunas de sus mejores unidades, incluso aquellas que, como la 46 brigada separada ucraniana, habían sido entrenadas en Reino Unido; Ucrania necesitará con urgencia más apoyo de sus aliados.
Y eso es precisamente lo que temen en Europa. El comisario europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski, avanzó este lunes que la Comisión Europea «no podrá ignorar» las «presiones» adicionales al presupuesto comunitario que han surgido desde que se aprobaron las cuentas para 2021-2027, como la guerra en Ucrania y la consecuente inflación, y las tendrá en cuenta cuando revise estas cifras durante 2023.
Bruselas prevé adelantar a este 2023 la revisión del presupuesto a siete años de la UE
Así pues, Bruselas prevé adelantar a este 2023 la revisión del presupuesto a siete años de la UE inicialmente prevista para 2024, un proceso en el que pesarán las presiones inflacionarias en el coste de la energía o los alimentos y los nuevos retos derivados de la invasión rusa de Ucrania y la respuesta europea a este conflicto.
El coste para Ucrania
Lógicamente, es la economía ucraniana la que más se está viendo afectada con la guerra. A cierre de este fatídico 2022, el país registró el peor retroceso anual de su historia al caer su producto interior bruto (PIB) alrededor de un 30,4 % durante el ejercicio, aunque es menor a lo esperado ante los estragos de la guerra.
No obstante, a ojos del embajador ucraniano, la derrota de Moscú en la guerra contra su país es «invevitable». La paz, sentencia, sólo será posible en base a la «desputinización» de Rusia, y en base a una propuesta ucraniana compuesta por 10 puntos que van desde la seguridad nuclear a la restauración territorial de Ucrania.
Un desenlace de ese estilo parece, por el momento, muy improbable. Mientras tanto, la caída de la actividad económica ha estado determinada por la destrucción física de muchos activos productivos, como grandes plantas en el este del país e infraestructuras agrícolas en el sur, así como por los grandes flujos de refugiados dentro y fuera del país.
La producción de la industria ucraniana cayó alrededor de un 70 %
La industria metalúrgica, pilar de las exportaciones del país, perdió, por ejemplo, un tercio de todos sus activos, ya que las plantas «Azovstal» e «Illicha» de Mariúpol quedaron completamente destruidas. Con las exportaciones a través de los puertos del Mar Negro y el Mar de Azov completamente bloqueadas, la producción de la industria cayó alrededor de un 70 %.
Continuamos importando gas ruso
Según la propia ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, la evolución de las importaciones de Gas Natural Licuado (GNL) procedentes de Rusia, a pesar de la voluntad de la UE de dejar de depender energéticamente de aquel país a raíz de la invasión de Ucrania.
Al respecto, ha reconocido que la cifra «está ligeramente por encima del promedio» por varias circunstancias, como el desvío de barcos en situación de mantenimiento de las principales regasificadoras en el norte de Europa.
Pero además, es que «también es difícil introducir prohibiciones sin una decisión coordinada a nivel europeo sobre el GNL», ha dicho Ribera, que cree que conforme se garantice la seguridad de suministro de otros proveedores «será más fácil» llegar a un acuerdo entre los miembros de la Unión Europea.