El primer invierno de la guerra en Ucrania ha llegado, entre el temor a las condiciones que los ataques rusos sobre las infraestructuras civiles van a imponer a la población ucraniana y los efectos que la guerra energética pueda tener en Europa. El conflicto entrará en una nueva fase durante los próximos meses que, avisa el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, serán «duros y difíciles».
Mientras tanto, esta semana entra en vigor el embargo que la Unión Europea (UE) aplicará a todas las importaciones de petróleo ruso transportadas por barco al bloque y también la prohibición de transportar el crudo de Moscú vendido a terceros países a un precio superior a 60 dólares por barril acordado por las potencias del G7.
Se prevé que el embargo afectará el 90 % de importaciones europeas de petróleo ruso, es decir, unos 100 millones de toneladas o 730 millones de barriles anuales. Sin embargo, son muchos los europeos que se preguntan cuál está siendo el efecto real sobre la economía rusa de las sanciones. Desde el comienzo del conflicto, los beneficios rusos por la venta de petróleo no sólo no han disminuido, sino que Moscú ha encontrado nuevos mercados en Asia.
¿Cómo serán estas medidas?
Las medidas contemplan el veto al transporte de petróleo vendido a un precio superior a 60 dólares el barril y además prohíbe a los operadores europeos ofrecer servicios de seguro y reaseguro, intermediación u otros servicios financieros a todas las navieras que transporten crudo por encima del tope.
Estas sanciones incluyen un mecanismo de revisiones cada dos meses que permitirá ajustar a la baja los 60 dólares si el precio del petróleo en los mercados internacionales cae por debajo de esa cifra. El objetivo es conseguir que el límite es siempre al menos un 5 % inferior al precio de mercado.
Se recoge además un periodo de gracia de 45 días que permita los operadores europeos ofrecer servicios de transporte o financiero, siempre y cuando el crudo se embarque antes de este lunes y llegue al puerto de destino antes del próximo 19 de enero.
Grietas entre los socios
No han tardado en aflorar las grietas entre los socios de la UE al respecto de estas sanciones. El principal escollo fue Polonia, que acompañado al principio por los bálticos, exigía un tope muy inferior y también buscaba la garantía de que el bloque preparará un nuevo paquete de sanciones contra Moscú.
Pactado por los jefes de Estado y de Gobierno en una cumbre en mayo, el veto a las compras de petróleo ruso por parte de los Estados miembros recoge una excepción para Hungría, que podrá abastecerse a través del que le llega por gasoducto gracias a la letra pequeña que el primer ministro Viktor Orbán arañó en dichas negociaciones.
Al mismo tiempo, Grecia, Chipre y Malta, cuyos barcos transportan buena parte del petróleo ruso a otras partes del mundo, abogan por un límite que no pusiera en peligro el negocio de sus navieras.
Unos efectos dudosos
Son muchos los interrogantes que están despertando en Europa unas sanciones de doble filo. El encarecimiento de la factura energética, de las materias primas y la inflación, están afectando de manera importante a las economías europeas.
Mientras tanto, Rusia parece haber encontrado en Asia sustitutos al vacío dejado por el mercado europeo y norteamericano. De hecho, tanto China como India se han beneficiado de los precios del crudo ruso y han aumentado sus importaciones.
Entre los dos países asiáticos, sin contar los demás clientes que pueda tener Moscú, se han importado 11 millones de toneladas más de petróleo ruso durante el segundo trimestre de este año, con respecto al ejercicio anterior. Esto se traduce en un aumento de los ingresos rusos de más de 9.000 millones de dólares.