Una vida entre tres empresas

Aunque se considera paternero, nació en Valencia en 1952 y desde la infancia, sus recuerdos y su vida, ha estado unida a la empresa: de pequeño jugaba con los amigos entre los sacos de harina en la antigua fábrica de RIO y la primera vez que recuerda haber subido a un coche fue en un camión de reparto de mercancía.

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Con esos antecedentes, era casi inevitable que estudiase CC. Económicas en la Universitat de València. Más raro es que al finalizar la carrera hiciese los cursos de auditor y censor jurado de cuentas. “La contabilidad siempre me ha gustado, pero lo cierto es que no me veía repasando apuntes contables de compañía en compañía”.

Cuando se incorporó a la empresa familiar, Viuda de Francisco Salvador Calatrava –que esa era la razón social de RIO–, se dedicó a lo que sabía y le gustaba: administración, contabilidad y finanzas. Obvio es decir que participó en las negociaciones que culminaron con la venta de la empresa a la multinacional italiana Barilla y que, como el resto de directivos y accionistas, “con la venta firmamos un acuerdo de no competencia. Es decir, no nos podíamos dedicar a esta misma actividad”.

Como lo suyo es gestionar empresas, lo que hizo fue volcarse en la actividad que en 1982 había puesto en marcha con su mujer: Viajes GUÍA. “Así como mi hermano Gerardo había empezado la actividad de Belros, mi mujer y yo pusimos en marcha una agencia de viajes, que al principio llevaban ella y un profesional más que se contrató al efecto, y a partir del 87 me incorporé yo”. Viajes GUÍA, en sus 17 años de vida, llegó a tener seis oficinas abiertas al público. “Fue una experiencia muy interesante, pues nos permitió viajar mucho, pero nunca fue un gran negocio. Era una actividad con unos márgenes muy estrechos y con muchísima competencia, donde tan solo se podía competir por volumen. Nos permitió, eso sí, conocer muchos destinos, mucha gente y hacer algunos buenos amigos”.

En 1999, tras el fallecimiento por enfermedad de su hermano Gerardo, empezó el tercer reto empresarial de su vida. “Huecograbado Fina era un negocio que había puesto en marcha mi padre en el 74 y, al faltar mi hermano, mi padre tenía 85 años y a mi me nombraron consejero-delegado. Vendí la agencia a la división de viajes de Mapfre y me centré en Fina”. Hoy, quince años después, es administrador único de la compañía “por acuerdo de los accionistas”, la empresa vende 2,5 veces más que en 1999, “y además tengo la gran fortuna de disfrutar con lo que hago”.