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Pedro Videla, IESE: «Vienen perturbaciones graves, pero el mundo no se acaba»

Del auge asiático al riesgo de Taiwán: el IESE pone nombres y fechas a una geoeconomía en tensión y a una Europa que llega tarde.

Pedro Videla, IESE: «Vienen perturbaciones graves, pero el mundo no se acaba»
Publicado a 13/10/2025 18:23 | Actualizado a 17/10/2025 12:10

«Vienen perturbaciones graves, pero el mundo no se va a acabar». Con esa mezcla de cautela y optimismo práctico, el profesor Pedro Videla —director del Departamento de Economía y titular de la Cátedra Banco Sabadell de Economías Emergentes— abrió el pasado martes 7 de octubre una sesión que rehuyó el alarmismo para centrarse en el diagnóstico y en las implicaciones para la empresa.

Antes de entrar en el mapa geoeconómico, Nuria Marsal, directora de Programas de IESE Business School, enmarcó el propósito académico de la cita: «El IESE tiene un afán divulgativo y formativo que le lleva a organizar muchos encuentros en diversos ámbitos sectores, tanto para los alumni, para que puedan seguir formándose en estas sesiones de continuidad, como para dar a conocer nuestros programas a otros empresarios». La presencia del IESE se notó en el enfoque, en el público —con nutrida representación de antiguos estudiantes y directivos— y en el pulso académico de una conversación que conectó aula y empresa.

La sede de la Asociación Española De Fabricantes De Azulejos Y Pavimentos Cerámicos (ASCER) en Castellón acogió la sesión académica organizada por IESE Business School bajo el título «El impacto de las políticas de la administración Trump en la geoeconomía mundial». Con sala llena y un auditorio atento, Videla planteó un recorrido didáctico e inquietante por la historia reciente de la globalización y los riesgos que, a su juicio, condicionarán los próximos años.

La historia no se repite, pero rima: anatomía de la globalización

Videla comenzó con una advertencia serena: la actualidad obliga a hablar de la coyuntura internacional y la situación «no es la mejor que nos ha pasado en los últimos años». Sin embargo, introdujo una nota de optimismo práctico: quienes reciben las perturbaciones —«empresarios y empresarias, gente de acción»— y sabrán gestionarlas.

El relato comenzó con una introducción de histórica económica que se retrotrajo hasta el siglo XIX: primera era de globalización desde los inicios del siglo y hasta 1914, truncada por la Primera Guerra Mundial. Vinieron después la «gripe española», la revolución bolchevique, la Gran Depresión del 29 y, con ellas, aranceles y colapso del comercio, antesala de la Segunda Guerra Mundial. Tras la contienda, Bretton Woods redefinió la arquitectura económica: un sistema anclado en el dólar convertible en oro y las reglas del GATT, que eliminaron cuotas y aranceles y abrieron la puerta a nuevos participantes.

En los años ochenta, la apertura de China reordenó la economía mundial; con la caída de la URSS, se entró en una etapa conocida como la hiperglobalización, caracterizada por un gran crecimiento económico y la mayor reducción de pobreza de la historia. «Solo en China, entre 600 y 700 millones de personas salieron de la pobreza», recordó el profesor. Pero, advirtió a la vez, nos engañamos: se dio por hecho que los mercados empujarían a todos hacia la democracia liberal —hasta se popularizó la idea de que «dos países con McDonald’s no irían a la guerra»—, una hipótesis que los hechos han acabado por desmentir.

La narrativa aceleró con los años noventa y la irrupción de Vladimir Putin en Rusia; y en 2012, Xi Jinping al frente del Partido Comunista Chino (PCC). Para Videla, la globalización se detiene: no solo por el repunte arancelario de las administraciones estadounidenses, sino porque emerge una nueva lógica de organización económica.

Washington, la política industrial y el tablero que se fragmenta

«Se están implementando políticas especiales para sectores y actores cercanos al poder», señaló el profesor, apuntando a un proceso que erosiona la arquitectura de mercado estadounidense. ¿El saldo geoeconómico? Asia como locomotora del mundo, con el 44 % del PIB y una proyección al 50 % en 2050. Una provocación encapsuló el drama demográfico europeo: «El mayor outsourcing de Europa no son productos, sino su futura generación».

«¿Qué ocurrió en 2008?», Videla usó la crisis financiera como bisagra. Le siguieron años de anemia y, en el primer mandato de Donald Trump, el señalamiento a China como causa principal de la pérdida de empleo manufacturero en EE. UU. El economista matizó: ese declive se observó en todo el mundo y obedeció, sobre todo, a la automatización y a rigideces laborales.

Aun así, Washington optó por una subida abrupta de aranceles. Sí, Estados Unidos podría eliminar su déficit bilateral con China, pero se vería obligado a abrir otro con un tercero: «Tiene que pedir prestado porque gasta mucho y no contempla dejar de hacerlo».

Videla concedió, en cambio, que Trump «tiene razón al afirmar que China no juega con las mismas cartas»: las subvenciones industriales permiten a Pekín un empuje descomunal. El resultado ha sido que China alcanza el 28,9 % de la producción manufacturera mundial en 2023, con una previsión del 33 % en los próximos años, y lo que no absorbe el mercado interno sale al exterior en forma de dumping.

El intento de dique arancelario tuvo un efecto indirecto: el desvío de exportaciones chinas vía México, Vietnam y otros —«caballos de Troya»—, así como inversión directa de empresas chinas. «Los nuevos gobiernos están dispuestos a frenar esta situación, pero quizá llegamos tarde».

China como socio principal y la palabra clave: geoeconomía

En 1983, al inicio de la apertura, la mayoría del planeta tenía a Estados Unidos como socio comercial. Videla lanzó una pregunta de calado para los asistentes —muchos vinculados a la industria cerámica y sectores exportadores—: «Para las economías occidentales, ¿importa más lo que ocurra en EE. UU. o en China?».

Su respuesta fue tajante: China será quien determine buena parte de nuestra calidad de vida en los próximos años. Si Washington quiere «parar» a Pekín, llega tarde. La palabra que ordena el tablero es geoeconomía.

El profesor describió un repertorio de instrumentos no convencionales con los que occidente trata de recuperar su posición económica: control de cadenas de suministro, sanciones, aranceles, batallas regulatorias y guerras por poderes. También mencionó la financiación china en conflictos como Ucrania, el papel de Corea del Norte y el entramado de conflictos por proxies en regiones como Oriente Medio y el Sahel, con Israel y Rusia como actores en confrontaciones indirectas.

Sobre el comercio mundial, advirtió de la existencia cuatro «puntos de asfixia» que concentran cerca del 50 % de los flujos, con el Canal de Panamá y el Canal de Suez como ejemplos elocuentes. Y situó el riesgo máximo en un eventual intento de reunificación de Taiwán: «Xi Jinping lleva 13 años en el cargo y ha marcado 2027 como deadline», afirmó, dibujando un horizonte de alta tensión.

España y Europa: entre la resiliencia y un espejo incómodo

Nuestro país, aseguró, no está especialmente expuesta a la guerra comercial, pero conviene andar con más cuidado: la incertidumbre política internacional —«tratar con liderazgos erráticos como el de Donald Trump»— obliga a extremar la gestión del riesgo. Además, un apunte sensible: «Si mañana Ceuta y Melilla recibieran presión de Marruecos, no sabemos de qué lado estaría Estados Unidos». La supuesta «guerra comercial»  en la que nos encontramos es, para Videla, una «guerra sin apellidos».

En este punto de la ponencia, Videla puso el foco sobre Europa. «Se nos murió la locomotora», dijo, en referencia a una Alemania que apenas crece —«tan solo un 0,02 %»— mientras Estados Unidos lo hace al doble que el continente. Polonia ha escalado hasta superar a España en PIB per cápita al final de la década. España, entre los ganadores de Europa debido al tirón del consumo, el turismo y la inmigración —«más de 7 millones en una población de 47 millones»—, ve cómo el PIB avanza, pero los salarios reales no acompañan. «Debemos reformar el sistema», resumió el profesor.

El otro espejo incómodo al que mira la UE es estratégico: «Somos un continente en guerra y a veces parece que no lo queremos reconocer». El gasto militar ha crecido, pero, a su juicio, no lo suficiente: habría que alcanzar el 5 % del PIB —«al menos el 3,7 % en los próximos dos años»—, lo que implica más deuda y déficits.

Y lanzó un recordatorio: desde Richard Nixon, Estados Unidos repite que Europa viaja «de gratis» en lo referente a la seguridad. Ahora Washington exige más gasto, vende su equipamiento y prohíbe la compra de combustibles fósiles a Rusia —una práctica que, denunció, sigue realizándose a través de terceros.

Anticipación, diversificación y adaptación, las claves para el futuro

La ponencia culminó donde empezó: con un punto de vista pragmático. No hay apocalipsis, pero sí riesgos sistémicos que obligan a reconfigurar cadenas, diversificar mercados, comprender la lógica geoeconómica y dotar de músculo a las instituciones europeas. Para las empresas —muchas formadas en las aulas del IESE— el mensaje fue claro: anticipación, diversificación y capacidad de adaptación.

La crónica que dejó la jornada de IESE Business School fue la de un mapa geoeconómico en transformación explicado con la frialdad de los datos y la cercanía de quien conoce los dilemas de un consejo de administración.

Geografía, historia y estrategia en una misma pizarra. Y una llamada a seguir pensando en largo desde el aula, el teatro de operaciones donde el IESE insiste —como recordó Nuria Marsal— en formar, actualizar y conectar a quienes deben tomar decisiones en tiempos inciertos.

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Fotografía de Borja RamírezBorja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.
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