María Sol Stiep, nómada digital: «Cada lugar sorprende, para bien y para mal»

El estilo de vida nómada digital se ha convertido en una de las tendencias más representativas de la era pospandemia. Trabajar desde cualquier lugar del mundo, sin oficinas ni horarios fijos, es una una realidad que viven millones de profesionales.

Según la empresa especializada en soluciones de datos Demandsage, en la actualidad existen alrededor de 40 millones de nómadas digitales en el mundo. Destinos como España, Tailandia o México se encuentran entre los preferidos por quienes deciden llevar su trabajo en la mochila, de acuerdo con la plataforma Nomad List.

Las motivaciones para escoger este estilo de vida son diversas: desde el deseo de conocer nuevas culturas hasta la búsqueda de libertad, de flexibilidad y de experiencias diferentes. Aunque cada uno con sus matices, la mayoría de los nómadas digitales coincide en que este estilo de vida les ha aportado un enorme crecimiento en lo profesional y en lo personal.

Hoy, desde España, María Sol Stiep, que durante un tiempo optó por este estilo de vida, reflexiona sobre los aprendizajes que le dejó esa etapa: la importancia de adaptarse, la apertura mental y la búsqueda de equilibrio entre la aventura y la estabilidad. Su historia demuestra que el nomadismo digital no solo cambia la forma de trabajar, sino también la manera de mirar el mundo.

La adrenalina de descubrir cada lugar

María Sol Stiep nunca imaginó convertirse en nómada digital. Emigró de Argentina con un trabajo remoto, y aquello fue lo que le abrió la puerta a esta forma de vida. Su gran sueño siempre había sido viajar, descubrir nuevos lugares y culturas, probar distintas gastronomías y vivir experiencias. «En realidad nunca me planteé ser nómada digital, fue algo que se dio de manera natural», explica.

Para esta argentina, que actualmente trabaja como senior software engineer en Factorial, un día normal como nómada digital no difería demasiado del de una persona que trabaja en un sitio fijo. «Intentaba mantener una rutina, sobre todo con el trabajo». Cuando residía en Europa y trabajaba para una empresa en Argentina, adaptaba sus horarios para coincidir con el equipo: las mañanas quedaban libres y las dedicaba a planear viajes, investigar alternativas para seguir en el continente o fijar sus próximos destinos.

Durante su etapa como nómada digital hizo base en tres países: Países Bajos, Italia y España. Además, visitó Bélgica, Suecia, Dinamarca, Portugal, Marruecos, Eslovenia, Croacia, Francia, Alemania y Suiza. «Cada lugar sorprende, para bien y para mal, hay de todo. Y de todos se aprende algo nuevo, se vive algo nuevo, y esa adrenalina de no saber qué te va a dar el lugar es indescriptible», destaca.

Los ingresos dependen totalmente del país en el que te encuentres, al igual que la tributación. Lo más común, según Stiep, es estar dado de alta como autónomo o freelance en un país base y, desde allí, facturar tus servicios. En muchos países, si permaneces solo unos meses, no hace falta registrarte porque no se considera residencia fiscal. Pero si te quedas más tiempo o generas ingresos allí, puede que también tengas que declarar en ese país. «Cada lugar tiene sus reglas».

Una experiencia que abre la mente

La capacidad de adaptación, la oportunidad de demostrarse a sí misma lo resolutiva que podía ser y la constancia son algunos de los aspectos que más destaca de su camino como nómada digital. Según Stiep, el nomadismo ha tenido un impacto muy positivo tanto en su vida personal como en la laboral, ya que le ha permitido «ser independiente, ver diferentes puntos de vista, salir de la zona de confort y abrir la mente» para relacionarse con personas de distintos contextos. «Ha hecho que tenga una forma de ser mucho más abierta, algo que hoy aplico en mi trabajo diario», asegura.

Sin embargo, no todo es positivo; lo más difícil es estar lejos de la familia. «Es complicado mantenerse cerca emocionalmente cuando estás a miles de kilómetros», explica. El idioma, los trámites burocráticos y la búsqueda de una vivienda también son otros de los obstáculos.

«Y algo que muchas veces no se dice: por mucho que el estilo de vida sea superlibre, sin una rutina fija, con el tiempo también se vuelve una rutina. Uno se acostumbra a estar en movimiento, pero también puede cansar. Hay momentos donde aparece la necesidad de frenar un poco. Depende mucho de la persona», cuenta.

La nostalgia del hogar

El extrañar un hogar fijo y un espacio propio fue lo que llevó a Stiep a dejar su vida como nómada digital por un tiempo. «La vida en las maletas se vuelve pesada, y Agus -su pareja- y yo necesitábamos viajar más livianos», relata.

Actualmente vive con su pareja en España, aunque tratan de viajar siempre que pueden. «¿Volver a ser nómadas digitales? Sí, sin dudas. Tal vez no como estilo de vida permanente, pero sí hacer viajes intercalados de varios meses, trabajando mientras nos movemos», señala.

Además de su trabajo en Factorial, Stiep habla de sus experiencias como nómada digital en redes sociales junto a su pareja, con quien tiene un canal de YouTube, Mate Nómade.