Cuando el deporte inspira la empresa: lecciones de liderazgo de los deportistas

Directivos y emprendedores buscan referentes más allá de los manuales de estrategia y gestión. Sorprende a algunos -aunque no debería- que algunos de los mejores ejemplos de liderazgo se encuentren fuera de los despachos y dentro de las canchas, los estadios o los circuitos. Los deportistas encarnan, muchas veces sin proponérselo, valores que cualquier líder empresarial ambiciona: esfuerzo, resiliencia, gestión de la presión, trabajo en equipo y capacidad para reinventarse tras la derrota.

En España, no faltan ejemplos. Rafa Nadal sigue siendo el referente indiscutible de la cultura del esfuerzo y la mentalidad ganadora, pese a su retirada el año pasado. También la nadadora olímpica Mireia Belmonte, con su constancia y capacidad para superar lesiones y adversidades, demuestra cómo la disciplina y la reinvención son claves para mantenerse en la élite. Otro caso inspirador es el de Alexia Putellas, que ha sabido liderar, dentro y fuera del campo, la visibilización y profesionalización del fútbol femenino, asumiendo un rol que trasciende lo deportivo y se proyecta en la sociedad.

Pero, hay un nombre que, cada temporada, gana fuerza como símbolo de una nueva forma de entender el liderazgo: Carlos Alcaraz. El joven tenista murciano no solo deslumbra con su juego eléctrico y carismático, sino que encarna, sin pretenderlo, un modelo de liderazgo que gana adeptos también en la empresa: el Total Leadership.

Un liderazgo pleno y disfrutado

Así lo explica Carlos Casanueva, profesor de finanzas de ESCP Business School, que vincula la filosofía de Alcaraz con el modelo Total Leadership, desarrollado a principios del siglo XXI por el profesor de la prestigiosa Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania. «La idea central es que puedes ser un mejor líder, tener una carrera más exitosa y, a la vez, vivir una vida más plena», explica Casanueva. Este enfoque parte de un principio: no se trata de equilibrar sacrificando unas áreas en favor de otras, sino de crear sinergias entre el trabajo, la familia, la comunidad y uno mismo.

Para Casanueva, Alcaraz es un ejemplo vivo de esta filosofía: «Su actitud es clarísima: quiere ser el mejor, pero disfrutando. No ve el sacrificio como renuncia, sino como parte de algo que le hace feliz». Y eso, que parece simple, encierra una lección potentísima para cualquier directivo: «Si no disfrutas lo que haces, difícilmente llegarás a tu máximo potencial».

El profesor destaca una frase que pronunció el tenista a unos niños que podría estar en la pared de cualquier sala de juntas: «Si estáis en una escuela de tenis donde no os divertís, abandonadla. No es la escuela correcta para vosotros». Una máxima extrapolable a las empresas: ¿qué cultura corporativa permite que los equipos den lo mejor de sí mismos sin quemarse? ¿Qué líderes promueven un entorno donde el rendimiento no se basa en la renuncia permanente, sino en la integración de la vida personal y profesional?

Deportistas como espejo del liderazgo contemporáneo

La pregunta de fondo es si las empresas están dispuestas a aprender de estos referentes. Porque, como recuerda Casanueva, «la conciliación, entendida como un juego de restas, se queda corta. El liderazgo contemporáneo exige sumar y encontrar armonía, como en un cuarteto de jazz, donde cada parte entra y sale para lograr la mejor melodía posible».

Los deportistas de élite, por su exposición pública y la crudeza de la competición, muestran con una claridad casi quirúrgica las consecuencias de un liderazgo pobre y el potencial de uno sólido. Cuando Nadal gana lesionado, cuando Alexia Putellas vuelve tras una grave lesión o cuando Alcaraz sonríe tras una bola imposible nos recuerdan que el éxito no se mide solo en títulos o resultados, sino en la capacidad de sostenerse íntegro, motivado y comprometido en el tiempo.

Directivos y emprendedores harían bien en mirar más a menudo las pistas de tenis, las piscinas o los estadios. Allí se ensayan, cada día, las claves del liderazgo del presente y del futuro: pasión, autenticidad, capacidad de disfrutar del camino y, sobre todo, la certeza de que ganar no debería ser incompatible con vivir.