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El crédito como termómetro económico: lecciones entre Europa y América Latina

Agustín Rodríguez, CEO en pfsTECH
Publicado a 09/02/2025 | Actualizado a 14/02/2025

El crédito es mucho más que una simple operación de préstamo o desplazamiento en el tiempo de un pago. Su visión acumulada, su comportamiento, sus tendencias y su eficiencia en llegar o no hasta los actores que generan riqueza o valor son un cuadro de mandos, un termómetro muy completo que puede reflejar la salud económica de una región, las dinámicas de consumo, inversión y crecimiento.

Además, al observar cómo se comporta el crédito, comparando y entendiendo las diferencias en diferentes regiones, podemos entender muchos más aspectos que el mero acceso al financiamiento: podemos inferir las prioridades de las sociedades, las condiciones macroeconómicas y hasta sus expectativas de futuro.

El crédito como termómetro económico: lecciones entre Europa y América Latina

En pfsTECH trabajamos en optimizar los procesos de crédito a través de soluciones tecnológicas que integran conocimiento, modelos predictivos basados en IA y aplicaciones especializadas. Con actividad en 25 países y presencia con equipos propios en nueve de ellos, nuestra experiencia nos permite identificar patrones clave en el ciclo de vida del crédito y comprender las diferencias fundamentales entre Europa y América Latina.

El panorama del crédito en Europa

Europa experimenta una tendencia del crédito en lento pero persistente declive con la economía creciendo a un ritmo muy cercano a la inflación, si tomamos como referencia de la inflación los IPCs oficiales. Tras unos años en los que la producción de nuevos créditos era inferior al importe amortizado de los créditos anteriores, reduciendo el stock en términos nominales, desde 2024 ya encontramos algunos países con crecimiento positivo, muy leve y especialmente apoyado por el crecimiento del crédito al consumo, no tanto por los segmentos de empresas o hipotecarios, considerados habitualmente como crédito de mayor calidad.

Las empresas y los particulares están pidiendo menos dinero prestado en relación con la riqueza que pueden generar. Desde la pandemia, hemos visto un aumento del ahorro y una disminución de la demanda de crédito, lo que ha ralentizado todo el ciclo crediticio y por tanto el económico general.

Existe un sentimiento más adverso a tomar riesgos por parte de empresas y emprendedores. Si descontamos la inflación, en términos reales, esto significa que el volumen de crédito total está en descenso y que los jugadores del sistema financiero en Europa tienen que repartirse una tarta cada vez menor. Esto ha generado una competencia feroz entre los actores del mercado: para ganar cuota de mercado, un banco debe hacerle perder cuota a otro.

Dado este mercado en contracción, los jugadores del sistema como bancos y financieras se ven abocados a una concentración para ganar escala y eficiencias y la aparición de nuevas entidades o competidores es prácticamente inexistente.

En países como España, Alemania e Italia, los grandes bancos están adquiriendo a los más pequeños para aumentar en volumen y reducir costes unitarios y así sobrevivir en un entorno que no crece. En definitiva, hemos pasado de una década de los 90 y primera década del siglo XXI donde el volumen total de crédito se duplicaba cada tres o cuatro años, a esta nueva situación, por la que los bancos europeos se enfrentan al desafío de ser más eficientes, reducir costos y automatizar procesos, todo ello en un contexto de expectativas de crecimiento moderadas y un mercado cauteloso.

¿Y en América Latina?

América Latina, desde México en Norteamérica hasta las latitudes más septentrionales en el sur con Chile y Argentina, en cambio, vive un momento muy distinto. El crédito crece más rápido que la economía en muchos países, reflejando un panorama de expansión y dinamismo. Este auge está estrechamente ligado al aumento del acceso al crédito, impulsado por actores que abanderan la tecnológica para poder acceder a clientes en canales no tradicionales, como las fintech y los sistemas bancarios alternativos, que están “democratizando” los servicios financieros.

Las fintech han transformado la manera en que las personas acceden al crédito. Con procesos digitales simples y aplicaciones móviles, han permitido que sectores antes excluidos, como trabajadores informales o personas sin historial crediticio, puedan obtener financiamiento. Esto fomenta la inclusión financiera y abre nuevas oportunidades para millones de personas.

De la misma manera, las instituciones tradicionales como bancos y financieras especializadas están ganando la batalla modernizando y automatizando sus procesos, digitalizando su relación con el cliente y mejorando sus servicios para poder competir. Como el número de participantes en el mercado de crédito crece, aparecen nuevos jugadores cada mes que consiguen su ficha para poder operar, generando así cada vez mayores alternativas.

Además, en economías con alta inflación, el uso de monedas alternativas como el dólar está ofreciendo una mayor estabilidad. Estas monedas actúan como un «ancla» frente a las fluctuaciones de las monedas locales, protegiendo el poder adquisitivo y fomentando la confianza en el sistema financiero.

Si bien los tipos de interés son muy superiores en términos absolutos, los diferenciales entre los tipos oficiales de los respectivos bancos centrales y los tipos efectivos que llegan al cliente final son más comparables, y la posibilidad de que existan tipos muy altos que en Europa serían inaceptables o incluso ilegales por usura, allí permite que haya financiadores dispuestos a arriesgar más y el crédito llegue a más potenciales clientes.

Diferencias clave en el acceso al crédito

Una de las principales diferencias entre Europa y América Latina es la naturaleza del crédito. En Europa, la mayor parte del crédito está vinculado a la financiación de inmuebles, tanto para particulares como para empresas desarrolladoras o promotoras y por otro lado el crédito corporativo y a los negocios. En cambio, en América Latina, el crédito hipotecario para particulares es casi inexistente o residual. La mayoría del crédito está orientado a las empresas, al consumo y, en general, al sector de la automoción, con su máxima expresión en México donde es un mercado clave.

LATAM debe aprender de Europa en cuanto a mecanismos de estabilidad económica y de las monedas, defensa del consumidor y en seguir desarrollando un marco de seguridad política y jurídica y el desarrollo de una clase media potente. En nuestros países, el crédito hipotecario es clave porque la mayoría de las personas pueden acceder a él, lo que impulsa el desarrollo de una clase media robusta.

Pero, por otro lado, Europa podría aprender de la dinamización del crédito en LATAM, modernizando su sistema, liberando restricciones legales y regulatorias y abriéndolo a más operadores, lo que podría generar más innovación y atraer nuevos agentes al mercado.

El crédito, además de ser una medida y un termómetro de la confianza y de la asunción de riesgos de una economía, es un vehículo generador de eficiencias, de oportunidades y es una herramienta de priorización de inversiones hacia las más rentables y sostenibles en el tiempo. Es clave por tanto para la creación de las sociedades del bienestar, que sea eficaz, justo y muy competitivo, así como que su alcance en todos los tejidos y capas sea máximo.

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