Inaugurado en 1915, el Teatro Olympia de Valencia ha sido testigo y creador del desarrollo cultural de la ciudad durante el siglo XX. Ubicado en la céntrica calle San Vicente, el teatro se erige como uno de los principales referentes culturales de la ciudad. Gestionado a través de la sociedad Olympia Metropolitana, la firma al frente de este lugar emblemático dirige además diversos espacios teatrales, entre los que destaca el Teatro Talia o la programación del Teatro Apolo de Barcelona.
Diseñado por el arquitecto Vicente Rodríguez Martín, el empuje del cine sonoro hizo que el Olympia se reinventase como cinematógrafo a partir de 1930. Es precisamente de la mano de este sector como Enrique Fayos Higón entra a formar parte de la historia del Olympia en 1953. Sin embargo, no será hasta 1984 cuando el empresario Matías Colsada ofrezca a Fayos recuperar el Olympia como teatro, volviendo a su vocación inicial.
Los Fayos continúan al frente de lo que hoy en día es una empresa familiar de segunda generación. En un tiempo de cambio social y económico acelerado por la digitalización, hablamos con Enrique Fayos, CEO de Olympia Metropolitana, acerca de cómo afronta el sector estas transformaciones.
Un siglo de experiencia
-El Olympia abrió sus puertas hace más de 100 años. En la actualidad es toda una institución en el panorama cultural. ¿Cómo se ve desde esa ubicación privilegiada el momento que atraviesa el sector?
El contexto del Olympia ha estado siempre muy moldeado por las crisis. En la década de los 30 la irrupción del cine sonoro hace entrar en crisis al teatro y eso hace que el teatro se adapte. En los 80, la llegada de la televisión en color y el vídeo hizo tambalearse el cine y recuperamos nuestro papel inicial. En el año 2008 el contexto era de una crisis de consumo y en la actualidad lo que atravesamos es una crisis de ideas.
La gente está perdiendo el hábito de acudir a las salas de cine, porque son más dependientes de un producto enlatado. El móvil, las plataformas, el TikTok… la gente está dejando de socializar en su tiempo de ocio. Esa es una de las principales preocupaciones que hemos tenido, más aún desde la pandemia, que hizo que la sociedad tuviese cierto miedo a juntarse en una sala.
En la actualidad el momento es más favorable. Estamos logrando recoger parte de los espectadores que pierde el cine y que no encuentran un referente de ocio. Las actuaciones en directo están ganando terreno y muchas personas están volviendo al teatro atraídos por un producto diferente. Se trata de gente que no consumía teatro, un público joven que relacionaba esta opción con algo denso y pesado. Ahora han visto que pueden venir a pasar un buen rato.
En definitiva, estamos en un momento que puede ser de oportunidad, pero que presenta amenazas. El hecho de tener un siglo de historia te obliga a ser más prudente y te da una mayor responsabilidad. Después de todo, el teatro Olympia es tan sólo una de muchas las patas que nos permite ser rentables. Es la estrella de la corona, pero no la pata principal.
-¿Cuál sería esa pata principal a la que haces referencia?
Es el resultado de muchos pocos. Nos ha costado mucho reeducar al público en que hay que pagar el teatro. Mediante esa labor pedagógica hemos conseguido que el Talía, que venía de ser un teatro público con unos precios muy reducidos, saliese adelante y se convirtiese en un teatro de referencia. La gestión de espacio públicos es también una pata importante y contamos con ocho compañías de teatro trabajando por la Comunidad Valenciana.
Por último, hace dos años abrimos la escuela de teatro que cuenta ya con 200 alumnos. La formación tiene muchas posibilidades de crecimiento, pero hacerlo bien requiere crear buenos equipos de profesores y para eso es necesario tiempo. No obstante, apostamos por ello porque creemos que tiene mucho futuro.
Teatro Olympia, una empresa familiar
-¿Cómo influye esta identidad de empresa familiar en la gestión y en la toma de decisiones diarias?
Si tener identidad de empresa familiar es transmitir un modelo de trabajo y de pasión por la excelencia, que persigue la continuidad de la empresa en el tiempo, entonces sí que es importante en nuestra actividad de gestión cultural.
Además, la gestión de un espacio como el Olympia exige dedicación de lunes a domingo. De hecho, cuando más presión de trabajo hay son los fines de semana o festivos. Eso es algo muy exigente y que tiene un precio en la conciliación familiar que solo la empresa familiar puede digerir con cierta comprensión.
-¿Cuáles son las principales ventajas y desafíos que enfrenta el Teatro Olympia? ¿Cómo manejan los conflictos y aseguran la continuidad del negocio?
La nuestra es una actividad donde juegas con intangibles y, en este sentido, la pasión por el trabajo es muy importante. Creo que lo primero es sentir pasión por lo que haces, te tiene que gustar y tienes que querer demostrar tu capacidad para hacerlo en el día a día.
Nuestra empresa ha crecido mucho y hoy día la gestión comprende varios espacios, con diversas líneas de negocio. Esta profesionalización resta importancia a la validez o no de la familia, hay magníficos profesionales en la empresa que aseguran esa continuidad si alguien de la familia no quiere orientar su trayectoria hacia el negocio.
Es cierto que hoy en día el Excel y la cuenta de resultados se quieren imponer, pero aún seguimos concediendo la prioridad a la pasión
Lo primero es la pasión por el trabajo bien hecho, hay en ello un complemento emocional muy fuerte que reconozco que llevamos en los genes. Es cierto que hoy en día el Excel y la cuenta de resultados se quieren imponer, pero aún seguimos concediendo la prioridad a la pasión y, por ahora, hay un buen equilibrio con los resultados. Ese espíritu se transmite a nuestro equipo y los artistas que trabajan con nosotros.
Un teatro puntero, como siempre
-¿Cómo logran equilibrar la tradición y la innovación en el Teatro Olympia? ¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en su estrategia empresarial
Las nuevas tecnológicas no las podemos obviar, pero tampoco debemos olvidar que el teatro lleva 3.000 años existiendo y es una herramienta necesaria para transmitir emociones. Creo que debemos convivir con ellas y utilizarlas como mejoras.
En un futuro los desarrollos tecnológicos pueden afectar a los espacios de exhibición y quizá veamos cambios. Sin embargo, hay dos aspectos que van a ser necesarios: el primero es el contenido, que es importante porque marcará la decisión cultural. Los nuevos públicos buscaran contenidos independientemente de donde estén, ya sea una sala de teatro, una casa particular, gafas en 3D o el soporte que se imponga.
Pese a ello, sigo convencido de que el espectador necesita del grupo para retroalimentar sus emociones. La necesidad de socializar salvará al teatro por mucho tiempo, espero.
Una perspectiva optimista
-¿Cómo describiría la situación actual del mercado cultural en España? ¿Qué tendencias y cambios ha observado en los últimos años?
Hay un desplazamiento del público del mundo del cine a las artes escénicas. Es cierto que, debido al parón del consumo durante la pandemia, los años posteriores vivimos un boom de demanda que esperamos se vaya normalizando. Las cifras nos indican que la situación es positiva y nos invitan a ser optimistas. Antes mantener una compañía cinco semanas en Valencia era impensable y ahora es algo habitual.
Aún así, la situación dista mucho de lo que ocurría en los años 50, cuando la ciudad era una plaza de contratación del teatro. Eso significa que las compañías venían a estrenar a Valencia y, si la cosa iba bien, hacían gira por el resto de España.
Lo que sí es cierto es que producir teatro en Valencia hoy en día es más sencillo que hace 20 años; la gente tiene ganas y hay muy buenos profesionales.
Adaptarse a los tiempos
-Con la llegada de las nuevas tecnologías, ¿cómo ha adaptado el Teatro Olympia su oferta y operaciones para seguir siendo relevante y atraer a nuevas audiencias?
Las nuevas tecnologías han ayudado en varios planos, por ejemplo con la exhibición de la multiprogramación. Hay semanas que hacemos funciones todos los días, y nos ha permitido compensar así la tremenda subida de costes en producción y exhibición.
También nos permite la venta anticipada. Hay entradas que se venden con más de un año de antelación, cosa que era impensable en otros tiempos. Además de las nuevas herramientas en comunicación, captación de nuevos espectadores, de atención…
La venta a través plataforma digital supera el 80% del total
En estos momentos la venta a través plataforma digital supera el 80% del total. No obstante, no concibo un teatro sin un profesional en la taquilla atendido a los espectadores. Veremos con el tiempo.
Las nuevas tecnologías pueden hacer que algunos espectadores prefieran el directo en otros formatos; pero espero y deseo que el publico siga necesitando el calor del público, como decimos en el mundo teatral, que retroalimenta la pasión y la emoción en un patio de butacas.
– Sabemos lo que nos aporta el teatro. Pero, ¿qué demandan el sector de la sociedad?
En estos momentos el peso del teatro público es muy fuerte con respecto a la gestión privada. Es importante que el sector público tenga claro cuál es su espacio, que consiste en llevar a cabo todo aquello que la empresa privada no puede hace. En algunos casos se debe también buscar la unión con estas empresas para potenciar mutuamente nuestras capacidades.
Esperamos a que la Administración tenga claro el camino que quiere seguir. Estamos confiados, sabemos que hay buenos profesionales al frente del sector público y eso hará que todo vaya bien y rememos todos en la misma dirección.
El teatro, un sector de futuro
-Estamos en la época de la inmediatez, la velocidad y las audiencias segmentadas. El teatro, por contra, es una experiencia grupal. ¿Cuál es el sitio que le pertenece al teatro en los próximos años?
El teatro no deja de ser una actividad social, para que se dé tan solo hacen falta dos cosas: un actor y un espectador. El poder compartir tus emociones con otras personas es la columna vertebral del sector. Eso lo convierte en una medicina contra esta sociedad de soledad, un lugar en donde poder encontrarse.
El futuro del teatro dependerá de su capacidad de resiliencia. El panorama cambia mucho y hay que trabajar muy fuerte para poder ofrecer un valor diferencial. Es una oportunidad, pero también una amenaza terrible y confío en que seremos capaces de salir adelante.