En el recorrido económico de China, la inversión extranjera ha desempeñado un papel fundamental, actuando como un impulsor clave para el crecimiento y la transformación de la segunda economía más grande del mundo. Durante los últimos años, la narrativa de la inversión extranjera en China ha experimentado una serie de cambios sustanciales, reflejando tanto las dinámicas económicas globales como las políticas internas del país.
A medida que China se consolida como una fuerza económica y tecnológica, su enfoque en la inversión internacional se ha vuelto más selectivo y estratégico. Las empresas extranjeras que buscan ingresar al mercado chino enfrentan un entorno en constante evolución, donde la innovación y la colaboración son fundamentales.
Recientemente, el Ejecutivo del Consejo de Estado de China ha hecho públicas las directrices «optimizar aún más el entorno de inversión extranjera» e «intensificar los esfuerzos para atraer inversiones foráneas», en un momento en que la recuperación pospandémica de la economía china parece haberse ralentizado.
Las nuevas directrices
Las directrices instan a «mejorar el equilibrio general entre la situación nacional e internacional» y a «fomentar un entorno empresarial de nivel mundial que esté orientado al mercado, basado en la ley e internacionalizado», reza un comunicado del Ejecutivo publicado la pasada semana en su página web.
El Ejecutivo pide «aprovechar al máximo las ventajas del enorme mercado de China» y «hacer más esfuerzos en atraer y utilizar la inversión extranjera y hacerlo de manera más efectiva».
El Consejo de Estado cita «garantizar un trato nacional a las empresas con inversión extranjera», «reforzar su protección» y «proporcionar apoyo fiscal y tributario» como algunos de los aspectos en los que se necesitan esfuerzos.
La sombra de la sospecha
A pesar de sus esfuerzos por expandirse en los mercados globales, las reticencias de países occidentales relacionadas con el potencial espionaje chino han arrojado una sombra sobre las relaciones comerciales, creando obstáculos y tensiones en la arena económica.
La reducción de los sectores o actividades vetados o restringidos a la inversión exterior ha sido en los últimos años uno de los campos de batalla de las empresas extranjeras presentes en China, especialmente las europeas y estadounidenses.
Esas compañías, junto con sus gobiernos o instituciones de la Unión Europea, se han quejado a Pekín de la falta de reciprocidad en el acceso de las empresas a sus respectivos mercados, dado que las firmas chinas gozan de subsidios y de muchas más libertades para operar, invertir o comprar entidades sus territorios.
China frena su crecimiento
Tras un prometedor inicio de año, la recuperación pospandémica de la economía china da síntomas de haberse frenado, creciendo menos de lo esperado en el segundo trimestre (+6,3 % interanual).
La baja demanda nacional e internacional, riesgos de deflación y estímulos insuficientes, junto con una crisis inmobiliaria que no ha tocado fondo y una falta de confianza en el sector privado son las principales causas que esgrimen los analistas para explicar lo que ocurre en la segunda mayor economía mundial.
Además, en los últimos meses, la reforma de la Ley Antiespionaje, que incluye la «colaboración con organizaciones espías y sus agentes» en la categoría de espionaje, y las investigaciones iniciadas a consultoras extranjeras en China han sembrado la inquietud en el sector y en potenciales inversores foráneos.