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Cómo surfear las olas de la sostenibilidad

José Carlos Ferrer, consultor en sostenibilidad
Publicado a 14/06/2023

Tras un proceso de análisis, diálogo y sobre todo un consenso sin precedentes, las Naciones Unidas aprueban los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos Objetivos representan lo que la comunidad internacional: Estados, Academia, Organizaciones Internacionales, Sociedad Civil y Sector Privado entienden como la mejor manera de preservar el planeta tal y como lo conocemos.

El modo de dejar a las generaciones venideras un escenario medioambiental, social y económico vivible y semejante al que nos encontramos nosotros. Los ODS representan una hoja de ruta, un cabotaje para ese viaje constante que es la humanidad.

Cómo surfear las olas de la sostenibilidad

Unas balizas y señales, unos indicadores que nos permiten mantener y en su caso mejorar el medio ambiente, la sociedad y la economía, centrándonos en el planeta, las personas, la paz, la prosperidad y las alianzas a través de 17 objetivos, 169 metas y 223 indicadores.

La sostenibilidad, a mi entender, es un concepto clave para los próximos años y sobre todo un cambio de paradigma, una forma de entender la vida que si bien no es nueva no abunda, esto es, la empatía. Uso el término ‘clave’ porque la sostenibilidad ha venido para quedarse a pesar de que es un concepto que no se suele utilizar con rigor ni honestidad.

Hablamos de un nuevo paradigma pues se trata del ejercicio de la empatía en su versión más amplia como forma de entender la vida, el planeta, la economía, la sociedad y el medioambiente. La sostenibilidad, a través de sus tres dimensiones interrelacionadas: medioambiental, social y económica, es a su vez una moneda de dos caras que incluye la transparencia y el propósito; una moneda que representa una divisa universal; la confianza, un valor en alza.

Me gustaría seguir el artículo utilizando una serie de metáforas para ilustrar los desafíos y las oportunidades que representa la sostenibilidad, especialmente desde la perspectiva empresarial. Una metáfora playera y fresca para representar que se trata de una oportunidad y no de una serie de reglas arbitrariamente impuestas por una minoría.

Una manera gráfica y amable de explicar lo que está ocurriendo y cómo las empresas pueden hacer frente y adaptarse a lo que me gusta llamar un swell o conjunto de olas que vienen (connotación lúdica y amable) y que habrá que surfear y no un tsunami (algo negativo, infranqueable y de consecuencias devastadoras, como se ha señalado hasta ahora).

El nuevo paradigma económico, social y medioambiental que representa la sostenibilidad es un conjunto de olas que vienen hacia la costa. Los surfistas son los empresarios y las tablas, las empresas, mientras que el mar representa: el mercado, la sociedad y el medio ambiente.

Las cinco olas de la sostenibilidad

La primera ola, o swell es la normativa, ya que vienen varias en este sentido. Las diferentes directivas que la Unión Europea está desarrollando y que paulatinamente se va a trasponer a nuestro ordenamiento jurídico tienen por objeto: desarrollar indicadores homogéneos y comprensibles para implementar, medir y comunicar los planes de sostenibilidad, diligencia debida y respeto del medio ambiente y los derechos humanos de manera comparable, medible y trazable para que los ciudadanos y consumidores puedan tomar decisiones bien informadas.

La segunda gran ola es la de la financiación. Por mandato del BCE y por asignación de recursos de la Comisión Europea a través del pacto verde y el plan de resiliencia entre otras medidas, aquellas inversiones destinadas a proyectos de economía sostenible o de aquellas empresas que puedan acreditar una mayor y mejor adaptación a la sostenibilidad, ganarán presencia, peso y competitividad en forma de mejor acceso a financiación bancaria y no bancaria.

La competición por atraer y retener el talento es otra de las grandes olas, quizá la más difícil hoy en día. No se trata ya de cuestiones como los millennials, de las generaciones X,Z,Y (a mí personalmente las etiquetas no me acaban de convencer) o de ‘la gran renuncia’. Es una cuestión relacionada con las aspiraciones reales de las personas que, cada vez en mayor medida y generalmente de manera directamente proporcional a su valía y aptitudes, son más exigentes a la hora de decidir dónde, cuándo, cómo y para quién trabajan, cuando no lo hacen ya para ellos o ellas mismos.

La ola consiste en que las personas, cuando pueden o puedan elegir, trabajarán en empresas con propósito que además de tener en cuenta a los accionistas y sus beneficios, piensen en los grupos de interés, es decir, en los empleados, en su cadena de valor, en el medio ambiente, en la sociedad y en la economía en la que operan.

El acceso y el precio de los seguros son otra ola. Las empresas y proyectos que no opten por integrar la sostenibilidad y el propósito en sus planes de negocio se van a encontrar con cada vez más dificultades para financiar sus seguros y tener acceso a los mismos en condiciones de competitividad.  Cada vez son más las operaciones o actividades que algunas aseguradoras deciden no cubrir por representar riesgos para el clima, la sociedad o el medio ambiente.

Los consumidores, cada vez más sensibles al impacto de sus decisiones de compra son también una buena ola a tener en cuenta. Un consumidor elige a diario según diferentes criterios que van evolucionando, y son muchas decisiones cada día. La transparencia y la credibilidad son valores que cualquier consumidor tendrá en cuenta. Poder acreditar a través de una política sólida de sostenibilidad qué productos y servicios están alineados con prácticas sostenibles sin duda es, y será, un valor seguro.

La transparencia y la credibilidad son valores que cualquier consumidor tendrá cada vez más en cuenta. Es más, la Unión Europea está apostando por desarrollar Directivas y Reglamentos (CRSD) cuya finalidad última es establecer mecanismos de comparabilidad y transparencia dirigidos a que el mercado y los grupos de interés tomen decisiones cada vez más informadas y puedan asignar sus recursos más eficientemente conforme a sus intereses y convicciones. A su vez se intenta equiparar la información financiera y no financiera refiriéndose a las últimas como información en sostenibilidad.

Las inversiones sostenibles y los criterios ASG en español ESG en inglés están cada vez más en la toma de decisiones condicionando el acceso a la inversión de las empresas. Black Rock está marcando una tendencia que siguen cada vez más entidades. Atraer inversión requerirá de una política de sostenibilidad sólida que se debe equiparar con la viabilidad de la inversión y el retorno de la misma.

Una vez mencionadas en forma de metáfora estas grandes olas, sería interesante poder seguir con la alegoría para identificar algunos riesgos.

El greenwashing sería ni más ni menos que el océano contaminado donde al final no se podrá desenvolver ningún surfista y no bastará con surfear las olas debido a la desinformación, al desinterés y el descrédito de aquellas empresas y entidades que sí tienen un compromiso firme con la sostenibilidad a través de inversión, transformación y transparencia.

Los sellos o mejor dicho ‘sellitos’ serían los plásticos en el mar, plásticos que cada vez proliferan y ensucian más. Estos plásticos solo entorpecen y se pegan a las tablas impidiendo el deslizamiento y el correcto enfoque de la ola. El hábito no hace al monje.

El surfista es el CEO, la propiedad, el líder visionario de las empresas capaz de apoyar la implantación de la sostenibilidad.

La empresa es la tabla de surf. Grande, pequeña, long board o boogie. No importa, pero debe estar preparada para surfear y disfrutar a través de procesos innovadores, nuevas formas de operar y forjar alianzas. Adecuada al tipo de mar, al tipo de ola y a cómo queramos o podamos por tamaño enfocar este desafío. Como en casi todo hoy en día, estas tablas deben tener gran capacidad de adaptación y flotabilidad. Es la única manera de que no nos hundan las olas y que no las acabemos viendo como un tsunami.

La cera que se pone sobre la tabla para no resbalar es la voluntad de la empresa, el compromiso del CEO y del comité de dirección, de su capacidad para implantar la sostenibilidad en la empresa. A más cera y más concienzudamente aplicada, más fácil será aguantar el equilibrio y poder sortear los retos que las diferentes olas nos plantean.

El responsable de sostenibilidad o Chief Sustainability Officer es el shaper, el artesano que nos ayuda a transformar y dar forma a la empresa, a la tabla, el que moldea, lija y prepara la tabla. El responsable de ayudar a la empresa a implantar la sostenibilidad en el modelo de negocio y la cadena de valor y que además sabe incluir y considerar a los grupos de interés relevantes.

Los mencionados grupos de interés son las rocas, que si las vemos y tenemos en consideración pueden ser de mucha ayuda, como indicadores de distancia, de riesgo y para ayudarnos a coger las olas. Pero que si las obviamos pueden suponer un gran desafío, no verlas, no considerarlas en nuestra toma de decisiones puede ser lo mismo que chocarnos contra ellas.

Veamos la sostenibilidad como una oportunidad, como un swell listo para ser surfeado y disfrutar y mejorar nuestros rendimientos en el proceso y no como un tsunami que nos va a engullir sin solución de continuidad.

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