El pasado mes de julio tenía lugar un hito histórico en el mercado de divisas. Por primera vez en 20 años -desde 2002-, el dólar norteamericano, presionado por la inflación, alcanzaba la paridad con la moneda única.
Como de costumbre, la Reserva Federal actuaba con antelación respecto a su análogo europeo intensificando la subida de los tipos de interés para tratar de hacer frente al descontrolado encarecimiento generalizado de los precios. De este modo, la máxima autoridad monetaria -presidida por Jerome Powell– unida a la habitual falta de respuesta inmediata por parte del BCE– fortalecía el dólar hasta cotas inéditas en las últimas dos décadas.
El euro ya se ha recuperado más de un 10% frente al dólar
Sin embargo, desde el pasado 27 de septiembre -fecha en la que el tipo de cambio euro/dólar alcanzó su mínimo– la situación ha cambiado considerablemente. La escalada de la tensión inflacionaria (por aquel entonces por encima del doble dígito) en el viejo continente obligó, como no podía ser de otro modo, al Banco Central Europeo a endurecer su política monetaria.
Así, desde el estrechamiento en los diferenciales en los tipos de interés a uno y otro lado del océano Atlántico la moneda única ha recuperado gran parte del terreno perdido. De esta manera, el tipo de cambio se encuentra actualmente en el entorno de los 1,065 euros por dólar. Es decir, el euro se ha apreciado un 11,04%, respecto a la divisa norteamericana.
Los bancos centrales seguirán marcando la pauta en el mercado de divisas
El factor clave que determinará la renovada ‘fortaleza’ del euro continuará siendo la política monetaria aplicada por el BCE. No obstante, tanto la FED como la institución presidida por Christine Lagarde parecen tener una hoja de ruta bastante clara.
Mientras las inflación no se acerque al entorno del 2% (algo que a día de hoy parece realmente utópico) ambas instituciones seguirán abogando por un endurecimiento en las condiciones de financiación. O lo que es lo mismo: mientras los dos reguladores monetarios continúen subiendo los tipos de interés resulta poco probable que pueda producirse un nuevo sorpasso del dólar frente al euro.
¿Cómo repercute un euro fuerte en nuestro tejido empresarial?
La principal ventaja de un euro fuerte es el alivio en la tan -y cada vez más- temida factura energética. Un euro robusto abarata las importaciones. Por tanto, favorece una bajada en los precios de las materias primas. Aspecto clave para la Eurozona, especialmente en las relativas a la energía (petróleo, gas natural, etc.), dada nuestra necesidad debido al déficit energético que padecemos.
Por otro lado, una apreciación de la moneda única supone una reducción de la competitividad de nuestras empresas exportadoras. Este factor es crucial en sectores tan importantes para España como el turismo. Ante un euro más caro millones de turistas (en este caso pertenecientes al área del dólar) podrían elegir destinos más económicos.