Por qué las autonomías deben presionar al Gobierno según Gonzalo Bernardos
Aprovechamos la visita del mediático analista y consultor económico, Gonzalo Bernardos a la séptima edición de BdB Meeting en Feria Valencia para charlar con él y dar cuenta de ello en el número 346 de nuestra revista, declaraciones que ahora trasladamos a nuestros lectores a través de este medio y que nos arrojan algunas luces sobre la agenda económico-política que marcará el próximo trimestre.
Algunas de sus palabras no dejan indiferente, el licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona y doctorado en la misma especialidad, asegura que «la economía está bastante mejor de lo que parece».
Si bien, admite que ha llegado el momento de los gobiernos autonómicos y de un cambio de modelo económico en el que los ricos sean algo menos ricos y una gran parte de la clase obrera se convierta en clase media.
– ¿Ve factible una fuerte apuesta por la reindustrialización en España al calor de los fondos europeos?
– Contar con los fondos europeos nos asegura poder atraer muchísimas industrias derivadas de todo un proceso de reindustrialización que se está dando en Europa como consecuencia de los fallos en la logística mundial y las cadenas de suministro. Unos fondos además que, previsiblemente, tendrán mayor impacto sobre la productividad y el PIB de nuestra economía pues su destino será financiar principalmente: la transición ecológica y digital. A ello deberemos destinar, obligados por Bruselas, como mínimo el 37 % y 20 %, respectivamente, del capital recibido.
Como ejemplo, solo tenemos que mirar el PERTE del Vehículo Eléctrico y Conectado que ha llegado a Sagunto. En este caso, ¿qué buscaba una multinacional como Volkswagen? Terrenos muy baratos y estratégicos logísticamente –y Parc Sagunt, lo es–; en segundo lugar, saber que podría contar con financiación –una parte de la inversión estará financiada por los bancos españoles–; y en tercer lugar ayudas a fondo perdido a través de los fondos europeos. El presupuesto para este PERTE asciende a 2.975 millones de euros, de los que más de la mitad se concederán en forma de subvenciones.
Pero es que además tenemos el PERTE de los microchips y semiconductores. Europa fabricó en 2020 el 9 % de los chips mundiales, mientras en 1990 fabricaba el 44 %. ¿Qué ha ocurrido? Los políticos europeos durante muchos años aplicando el neoliberalismo han dicho: “Aquí hay que hacer lo que quieran los ejecutivos europeos; si para ganar cinco euros más han de desplazar la producción al sureste asiático, que lo hagan; les dejamos la puerta abierta”. Claro, ahora sabemos perfectamente que no puedes fiarte de producir todo fuera si has de vender en Europa. Y, paradójicamente, tratan de darle la vuelta a la historia: “Hay que estar muy cerca de donde vendes, del cliente final, etc.”.
Con ello quiero decir que las condiciones de la economía mundial han cambiado; y que, por ejemplo, en el caso de los chips y la microelectrónica tenemos 12.250 millones de euros para “regalar” a cualquiera que venga a fabricar microchips en este PERTE. Esto supone una gran ventaja, porque si buscas en Europa, solo hay un país que tiene más millones que nosotros para repartir; y es Italia; lo que nos sitúa en una situación muy competitiva.
– ¿Qué se debe tener en cuenta para que resulte un éxito?
– Hay que ver cómo se hacen los proyectos; de qué manera se incentiva que lleguen estas industrias; sin poner más trabas burocráticas de las que ya hay. Es decir, no se puede hacer lo que hizo la Generalitat de Catalunya, que para intentar conseguir la fábrica que finalmente se instalará en Sagunto, presentó los documentos mal, chapuceramente y sin aportar competitividad, diciendo: “miren esto lo vamos a hacer entre Tarragona y Lleida”. No oiga no, eso no es competitivo.
Por lo tanto, es el momento, no solo del Gobierno central, sino de las autonomías; de los gobiernos autonómicos; y en este caso hay que reconocer que Valencia lo ha hecho muy bien.
– ¿Qué les diría a las distintas comunidades?
– Menos clientelismo y más futuro para los respectivos territorios. Porque hasta ahora la mayoría de las autonomías a lo único a lo que se han dedicado es a repartir subvenciones; pero han mirado muy poco por el futuro del territorio. Y llega el momento de mirar a largo plazo y de que ellas mismas presionen al Gobierno central para atraer a su territorio esas nuevas industrias que pueden generar empleo de calidad.
– ¿Solo podrán aprovecharse de los fondos las grandes multinacionales? ¿Vamos a dejar al margen a la mayor parte del tejido económico en España, que es la pyme?
– No debería ser así, por eso se están constituyendo grandes agrupaciones empresariales en torno a un líder. Pero date cuenta de que no podemos construir una multinacional de microchips de la noche a la mañana; la idea es que otras empresas más pequeñas puedan participar formando parte del proyecto.
Lo que sí que podemos hacer por ejemplo en automoción, el segundo mercado principal de España, es tratar de convertir empresas de componentes en ensambladoras. Estoy pensando en grandes empresas como Grupo Antolín, Gestamp… yo le aconsejaría al Gobierno que hable con ellas para ver qué necesitan para hacer ese tránsito de dedicarse solo a los componentes a llegar a ensamblar coches. A mí me parece que no debe ser excesivamente complicado porque cada vez más las grandes empresas multinacionales delegan su producción en estas subsidiarias; por tanto si tú ya fabricas bastantes componentes puedes ensamblar partes del producto y lograr una unión estratégica con otras empresas. Esto nos haría menos débiles y dependientes en la cadena.
– ¿Cómo financiamos el Estado de bienestar?
– Lo mejor para financiar el Estado de bienestar y asegurar una buena sanidad, educación, asistencia social y pensiones adecuadas… es poner al máximo número de personas a trabajar y reducir los incentivos para que no se trabaje.
– Cree que las rentas universales o subsidios incentivan poco la búsqueda de empleo…
– Yo estoy en contra por definición de los subsidios generalizados. El Ingreso Mínimo Vital por ejemplo considero que tiene que llegar a personas que tienen problemas que, realmente, les impiden trabajar; y a gente muy vulnerable: víctimas de violencia de género, etc. Es decir, a gente que temporal o definitivamente está excluida del mercado de trabajo. Pero sobre todo, lo que hay que hacer es incentivar mucho el hecho de que la gente trabaje.
Otro ejemplo que me irrita es que alguien se queje de que solo recibe 400 € de pensión, porque si es así, es porque no ha cotizado nunca. Entonces habrá que ver por qué no lo hizo, porque si, en su momento, había un empresario que no cotizaba por ella, esa persona se podía haber marchado a otra empresa, pero eso no lo buscó. Ahora solo puede dar gracias de tener una pensión.
– Subraya que tenemos un mercado de trabajo precario…
– Solo hay que mirar a nuestros camareros, a nuestros transportistas… En los últimos 30 años, muchas empresas han dejado de mirar el lado de las ventas para mirar el de los costes. Y mirar el lado de los costes se traduce en pagarle menos al empleado. Eso afortunadamente va a cambiar. Claro que hay muchas pymes que dicen: “Oiga yo no puedo pagar más”; y yo les contesto: “Deje de ser empresario”. Porque esta historia de taparse un ojo y solo mirar el lado de los costes –y cuando digo costes, centrarse en la principal partida que es el gasto de personal–, y en consecuencia, recortar salarios y condiciones laborales, se ha acabado.
Hay que diferenciar dos formas de contemplar la economía; una en la que se beneficien todos; o una en la que se beneficien unos pocos. Esa economía basada en bajadas de impuestos, que luego se traducen en recortes sociales significa favorecer al que más tiene y perjudicar al que menos tiene; y esa es la economía del neoliberalismo que ha dado lugar a salarios miserables.
Por el contrario, hay otra economía que encontramos entre 1945 y 1973, la edad de oro del capitalismo; que está volviendo y dará lugar a que los ricos sean algo menos ricos –no que dejen de serlo, sino, que sean algo menos ricos–; y que una gran parte de la clase obrera se convierta en clase media. Menos gente multimillonaria y sobre todo menos pobres y más más clase media.
Este es el reto que tenemos pendiente en los próximos años: “Gran parte de la clase obrera ha de convertirse en clase media”.
– ¿Es posible lograrlo con una inflación disparada como la actual?
– La inflación entre los años 45 y 72 estuvo la mayor parte del tiempo entre el 2 y el 4 %. Por lo tanto, ese cambio de modelo es perfectamente sostenible con una inflación que ronde esos indicadores, acompañada de una mejora de los salarios de los trabajadores. Claro, en este paradigma el modelo empresarial ha de cambiar.
– ¿Cómo se puede implementar ese cambio?
– Es relativamente fácil. De igual manera que durante los años anteriores se ha hecho una evolución dañina por diferentes normas laborales y de otra índole, que han favorecido los salarios extrabajos, –y a los especuladores–, ahora hay que cambiarlo.
Si en en los últimos 30 años eran necesarios: tipos de interés muy bajos, para que esos especuladores se pudieran endeudar mucho. Y para mantener esos tipos, había que recortar la inflación a niveles mínimos y para ello, el crecimiento de los salarios también tenía que ser mínimo; ahora vamos a otro modelo.
En este caso el mercado de trabajo estará francamente mejor y la inflación algo peor, pero los especuladores podrán hacer mucho menos negocio. Esos fondos de inversión especulativos que compraban empresas, sin aportar nada y que lo único que hacían era intentar recortar costes; lo tendrán en el futuro bastante más difícil si la economía sigue la misma visión que en la actualidad. Porque eso, solo ha dado lugar a una burbuja tras otra, y ahora toca cambiar el modelo.