Martes, 23 de Abril de 2024
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Marta García Aller: “Ser joven en España constituye un riesgo de pobreza”

Marta García Aller: “Ser joven en España constituye un riesgo de pobreza”

Marta García Aller transmite a lo largo de su mensaje una idea clara: perder el miedo al futuro. Pero, al mismo tiempo, advierte de que debemos estar preparados para ese porvenir que, paradójicamente, ya está aquí, sin que acabemos de ser conscientes de ello.

García Aller es periodista y escritora, además de columnista en El Confidencial, colabora en Onda Cero y La Sexta. Es profesora asociada en IE Business School y en Icade y ha recibido algunos de los premios más prestigiosos del periodismo económico. Su último libro es ‘Lo Imprevisible. Todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar’ (Planeta), que llega después de ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’, un éxito en España y Latinoamérica.

Economía 3 charla con ella:

– ¿Con qué enseñanzas te quedas de la crisis sanitaria, de las medidas adoptadas, de los fondos Next Generation…?

– Una cosa positiva es que cada vez las empresas se adaptan mejor a esta coyuntura de incertidumbre. Lo imprevisible pasa a ser lo cotidiano, de modo que cada vez las empresas se adaptan de manera más ágil. Esto puede ayudar a recuperar mucha la confianza empresarial en un momento en el que hacer predicciones es tan complicado.

Respecto a la crisis sanitaria habría que haber hecho una apuesta más seria de lo que se ha hecho para reforzar los sistemas sanitarios. Lo considero imprescindible para la recuperación de la economía, porque eso sí que va a aportar confianza a los ciudadanos. Creo que se pueden hacer muchas más cosas de las que se han hecho, para convivir con la situación de imprevisibilidad que tenemos con la pandemia.

Y respecto a las ayudas europeas, la mera existencia de los fondos europeos no va a resolver la crisis. Lo hará la buena gestión y ahí España tiene una oportunidad enorme de hacer las cosas bien.

Llevamos mucho tiempo oyendo hablar del cambio de modelo productivo que nunca llega y creo que este es el momento de aprovechar los fondos europeos. Si se politizan y lo utilizan los partidos para echárselos unos a la cabeza de los otros no van a ayudar a que esto pase.

El trabajo del S. XXI

– Hay multitud de informes que apuntan a que en 2025 desaparecerán muchísimos de los trabajos que conocemos actualmente porque la mayoría pasarán a ser realizados por máquinas. ¿Crees en estas predicciones?

– Tanto en ‘El fin del mundo como lo conocemos’ como en ‘Lo imprevisible’ abordo estos temas; cómo tenemos que adaptarnos los humanos a esta era de la automatización y de la Inteligencia Artificial. Y lo hago sobre todo para perderle el miedo a estos informes. Más que desaparecer trabajos en sí, van automatizándose tareas concretas.

Tenemos que empezar a acostumbrarnos a que en esta aceleración de cambios tecnológicos que estamos viviendo tenemos que reformular la típica pregunta de cuántos empleos van a desaparecer; y fijarnos en cuánto de lo que nos rodea es una rutina; porque si es una rutina, ya sea manual o intelectual, tarde o temprano se automatizará.

Y esto no tiene por qué ser una mala noticia. La tecnología es una herramienta que transforma la sociedad, la vida cotidiana y facilita muchas tareas. Puede haber muchos trabajos penosos que se automaticen como ya pasó en el siglo XX y en el XIX incluso.

Pero van a surgir muchas otras nuevas profesiones. Por ejemplo, ¿quién controla, quién programa, quién jerarquiza estos algoritmos? Eso no lo va a hacer una máquina, lo va a hacer un humano. Para mí, la clave, está en poner los recursos suficientes para que la gente pueda actualizarse, formarse, y no se quede desplazada por las nuevas tecnologías. Y no tengo claro que esto lo estemos haciendo bien. Creo que en vez de aferrarnos a tareas que pueden quedarse obsoletas, hay que dar recursos para adaptarse a los nuevos tiempos y perder el miedo.

Desafío: ganar productividad

– Tu discurso es poco apocalíptico pero, aun así, ¿podríamos vivir una crisis del mercado laboral?

– Bueno, estamos viviendo ahora mismo una enorme crisis del mercado laboral. España tiene la mayor tasa de paro de los menores de 30 años de la OCDE, tenemos el doble de la tasa de paro de la UE… y esto es una crisis de trabajo que tenemos ya. Y hay varios informes que apuntan que los países que más apuestan por la robotización tienen tasas de paro menores.

Ganar competitividad y ganar productividad es un desafío en el que la tecnología nos puede ayudar. Pero para eso hay que gestionar bien esa transición. No vale dejarla a la ley de la selva. Es decir, no soy apocalíptica, no creo que estemos abocados a un futuro con crisis de empleo, pero tampoco soy ingenua y creo que para evitar que se ahonde en la desigualdad con la transición tecnológica hay que empezar a gobernarla ya con mucha visión de futuro y mucha coherencia.

Estamos a tiempo. Tenemos unas leyes y un sistema social diseñado para el siglo XX, que no sirven para la automatización. Hay que actualizar muchos corsés que hemos heredado del mundo no conectado, del mundo antes de internet.

– ¿Cómo podemos adaptarnos a estos cambios para no perder el tren y quedarnos atrás?

– Pasa por afrontar las dudas, por hacerse muchas preguntas que no nos estamos haciendo de cómo adaptar la legislación, cómo adaptar la educación y cómo sacarle partido a la tecnología para lo positivo, que es mucho. Muchas veces demonizamos algunas tecnologías. Está pasando con los móviles, diciendo que somos muy dependientes de ellos. En efecto, lo somos, pero también somos muy dependientes del frigorífico y de la batería del coche.

Múltiples transformaciones

En el mundo conectado, los móviles, están transformando muchísimos empleos e incluso la manera que tenemos de relacionarnos, de ligar o de educar a los hijos… Todavía estamos pagando la novatada de una tecnología de la que no conocemos bien sus límites. Hay algunos de los desafíos que estamos viviendo con la transformación tecnológica que son muy parecidos a los que se dieron a principios del siglo XX. Ya hemos pasado antes por desafíos de este tipo con grandes cambios tecnológicos.

Se produjo una revolución tecnológica enorme. Después de miles de años teniendo los caballos como fuerza tractora y como medio de transporte fundamental llegaron los automóviles, después de miles de años intentando el ser humano volar lo consigue y hay aviones y llega el teléfono y luego llega la radio. Fueron enormes transformaciones tecnológicas que dieron forma al siglo XX. Pues ahora estamos viviendo enormes transformaciones tecnológicas que van a dar forma al siglo XXI. Y el siglo XX estuvo lleno de proezas, pero también de enormes catástrofes y guerras. Tenemos que ponernos en contexto para evitar cometer los mismos errores.

– ¿Estos cambios tecnológicos que estamos viviendo ahora también deben llevar a un cambio de mentalidad en la forma que tenemos de trabajar?

– Claro, las jornadas de ocho horas se plantearon desde una estructura de trabajo en las fábricas. Y ahora tenemos que establecer nuevas normas para el teletrabajo, que era antes algo impensable, como también para la vida del mundo conectado, en la que también hacen falta derechos laborales.

Lo que tenemos que ver es cómo ganamos productividad. Por ejemplo, subsidios como el del paro o incluso el sanitario los tenemos concebidos en torno al trabajo. Los derechos adquiridos como ciudadanos se pensaron en torno al trabajo y eso tenía más sentido en una sociedad que puede garantizar el pleno empleo. Con unas tasas de paro como las que tenemos, hay que repensar esa parte del bienestar social, porque parece que se penaliza privándoles de algunos derechos a los que no trabajan como si no trabajaran porque no quisieran.

Auge de los populismos

Hay que repensar algunas de esas estructuras, que son un corsé pensado para el siglo XX que no encaja en un mundo conectado y que genera muchísimas incertidumbres. Hay un auge de los populismos cuando hay cambios tecnológicos profundos y es por la situación de desconcierto que se genera.

A la pregunta de si creemos que nuestros hijos van a vivir mejor que nosotros, en occidente hay una percepción muy negativa al respecto. La gente tiende a contestar que no lo ve claro y esto pasa en épocas de incertidumbre. España ha vivido crisis gravísimas a lo largo del siglo XX en las que si se preguntaba a los padres si sus hijos iban a prosperar, la respuesta era afirmativa.

Educación vs paro y manipulación

– ¿En qué debería cambiar el sistema educativo para adaptarse a estos cambios? ¿Está actualizado a las necesidades actuales?

– Habría que cambiar mucho. Para empezar, tendría que pasar a ser una prioridad y tendría que haber reformas que generaran consensos para estar seguros de que dentro de cuatro años no va a volver a cambiar otra vez. Creo que esto es una terrible anomalía del mercado español, que tiene mucho que ver con la tasa de paro que tenemos. Están saliendo de las aulas jóvenes sin mucha esperanza para el mercado laboral. Ser joven en España constituye un riesgo de pobreza. Habría que invertir más, apostar más por los profesores y los maestros, para dotarlos de recursos y de ilusión, porque es ahí donde radica la posibilidad de cambio.

Y hay un aspecto muy necesario, que debería estar en el debate social, que es el espíritu crítico, no solo el memorístico. Es algo que como periodista cada vez veo más peligroso, y es la incapacidad del ciudadano medio para diferenciar un bulo de una información veraz. Esto es enormemente peligroso, porque en las democracias, donde cuentas con que la gente vote para elegir el mejor gobierno, si esa sociedad no está informada de lo que pasa y de lo que vota, es enormemente manipulable.

12  segundos de atención

En un mundo conectado está haciendo que la capacidad de atención decrezca, que va por unos 12 segundos, casi como si fuéramos hámsters, la capacidad de concentración es esencial y la capacidad de análisis crítico también. Y dejar de ver la tecnología como algo de ciencias o de letras, como si fueran dos mundos separados. La tecnología es como el nuevo inglés, que a mi generación nos decían ‘tú aprende inglés, que no te faltará trabajo’.

– Está siempre el debate latente sobre eliminar ciertas asignaturas, como la filosofía, la historia, y dedicarse a cosas, digamos, más productivas.

– Al revés. Es que lo productivo no va a serlo si no conocemos la historia y si no conocemos las preguntas filosóficas. En un mundo en el que comienzan a circular vehículos autónomos, requieren de mucho conocimiento tecnológico, pero también de mucho conocimiento humanístico, porque hay que ampliar las situaciones de esas máquinas en el mundo real. Es muy difícil ser optimistas con el futuro de la tecnología si no somos capaces de prestar más de 12 segundos de atención a una idea. Entonces, pensar que por que tengamos más tecnología el mundo va a ser más evolucionado per se, dando la espalda a las humanidades, es un error se mire por donde se mire.

Podemos tener chips metidos en el cerebro, pero si los vamos a utilizar para ver vídeos de gatitos muy evolucionado no parece que vaya a ser el futuro. Las humanidades son esenciales, aún más, en un mundo tecnológico.

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