La falla del millón de euros cumple 10 años
«Esta falla tiene mucha tela», plantada en 2009 por Julio Monterrubio para Nou Campanar, fue un hito en las Fallas porque se convirtió en el monumento más caro de la historia. Con un presupuesto de un millón de euros, supuso el final de una etapa de grandes presupuestos surgida al calor de la burbuja inmobiliaria.
Una falla de récord por varios motivos: por su presupuesto – 900.00 euros nominales a los que hay que añadir extras y complementos hasta superar finalmente el millón de euros-; porque fue realizada en dos años, un caso único en la historia de la fiesta. Además, lo fue por el volumen y el número de figuras que incluía el proyecto.
Supuso además el sexto premio consecutivo en sección Especial obtenido por una comisión neófita, cuyo nombre oficial era Pediatra Jorge Comín-Sierra Calderona, nacida en el ejercicio 2002-2003 y radicada en un barrio nuevo, Nou Campanar, donde tenía intereses inmobiliarios su presidente y principal mentor, Juan Armiñana.
Las seis fallas plantadas en Nou Campanar entre 2004 y 2009 en Especial fueron marcando un récord presupuestario en cada ejercicio, al pasar de los 270.000 euros del primer año al millón de la de 2009, una cifra no solo no igualada desde entonces en la máxima categoría, sino que la propia comisión redujo drásticamente hasta los 90.000 euros de 2015, último año de su existencia.
A partir de 2009 y como consecuencia de la crisis, los presupuestos de las fallas de Especial también evolucionaron a la baja
A partir de 2009 y como consecuencia de la crisis, los presupuestos de las fallas de Especial también evolucionaron a la baja; de los 263.785 euros de media que costaba cada una de ellas ese año se ha pasado a 146.891 este 2019, con un importe máximo de 230.000 euros que ha presupuestado Convento de Jerusalén. Unos precios a la baja que, en los últimos años, ha provocado que muchos artistas falleros de secciones inferiores hayan tenido que echar el cierre a sus talleres.
Aunque no quiere hablar de cifras, solo dice que es la «más cara» de las que ha hecho él, Julio Monterrubio señala a la agencia Efe que la ejecución del proyecto suponía una responsabilidad y un riesgo, pues su estilo era «diferente» al que Pedro Santauelalia había desarrollado con gran éxito en ese mismo emplazamiento en los años anteriores, pero «todo salió bien».
La falla tenía una base de 50 metros de alto por 50 de ancho «y algo más de un centenar de figuras, cuidadas todas ellas al detalle. Fue un esfuerzo bárbaro», rememora este artista de 65 años nacido en San Lorenzo del Escorial (Madrid), pero afincado en València desde hace más de 40 años y jubilado desde abril.
Monterrubio relata que al inicio del ejercicio 2007-2008 «se habló» de que Pedro Santauelalia y él se alternarían un año cada uno en hacer la falla de Nou campanar. «Él hizo la de 2008 y yo tenía dos años para hacer la de 2009. Luego vino la crisis y ya no se hizo efectiva esa alternancia».
«El presupuesto de un año se repartió en dos: en el primero se hicieron los bajos y en el siguiente todas las figuras del remate», unos trabajos que realizó en su nuevo taller de Alzira, el anterior estaba ubicado en un antiguo almacén de Carcaixent. El artista tuvo que ampliar la altura de la nave a 16 metros para trabajar con comodidad las figuras de mayor altura, de entre 14 y 16 metros.
La plantilla se amplió hasta 15 trabajadores y para el transporte se realzaron 40 viajes en góndolas extensibles, a una media de cinco o seis transportes diarios. «Fue una odisea por el gran volumen», admite.
Cada parte de la falla tenía un tratamiento pictórico diferenciado: las modelos femeninas, de 14 metros, iban en color y el eje central, el expositor de joyas, de 16 metros, en blanco, de forma que el volumen y el color que tenía la composición en anchura quedaba matizado con el blanco del centro.
Monterrubio-Armiñana
Monterrubio no oculta su amistad y admiración con Armiñana, el promotor inmobiliario y presidente de Nou Campanar: «Ha sido un mecenas que lo ha dado todo por las fallas. Subió la expectación y creó la necesidad de ir cada año a ver la falla de Nou Campanar, un barrio nuevo alejado del centro. Eso no ocurría desde hacía mucho tiempo».
Armiñana gestionó la contratación de Monterrubio, pero, por la incidencia de la crisis económica en sus negocios inmobiliarios, se vio obligado a dejar el cargo de presidente. Asegura a Efe que, tras la etapa de éxitos de Santaeulalia, decidieron cambiar de estilo y optar por «una falla del siglo XXI, moderna y con una estética distinta».
«Eso implicaba riesgo pero sabíamos con quién firmábamos y lo que nos iba a hacer. Y se ganó», afirma, al tiempo que valora que Monterrubio «es el artista que más ha evolucionado dentro del mundo de las fallas, tanto en composición como en modelado y pintura. Diez años después, sigue evolucionando».
La crisis económica fue muy larga y se trasladó también a la comisión, que tras unos años de incertidumbre terminó por desaparecer tras las fallas de 2015. «No supimos gestionar bien la crisis. Se decidió aguantar en Especial en vez de bajar de sección, dejar correr el tiempo para recuperarnos, y unos años después volver a empezar de nuevo. Entono el mea culpa», admite Armiñana
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