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La fotografía japonesa subversiva sacude la mente en Bombas Gens

Redacción E3
Publicado a 23/02/2019 6:10

El mundo occidental nunca conseguirá abandonar la fascinación que le produce la cultura japonesa. Con fascinación me refiero a extrañeza, a inquietante descoloque mental y sensorial. Las mujeres fotografiadas por Akira Sato dan miedo cuando parecen alegres; los habitantes de Tokio no son personas, son objetos situados entre edificios, bajo la niebla, mirando la oscuridad de la ventana del metro, engullidos por un monstruo urbano si el fotógrafo es Yutaka Takanashi; la serie Eros de Daidō Moriyama no es exactamente erótica en el sentido grecolatino del término.

La Fundació Per Amor a l’Art (FPAA) inauguró ayer en Bombas Gens la exposición La mirada de las cosas. Fotografía japonesa en torno a Provoke, una selección de casi 500 obras, datadas entre 1957 y 1972, que pertenecen a la colección en manos privadas más importante de fotografía japonesa de esta época fuera de Japón. Una época en que se produjo una transformación radical en el lenguaje fotográfico de la mano de un grupo de artistas que comenzó a desarrollar su trabajo durante la posguerra. El movimiento llegaría a su culminación en 1968 con la revista Provoke, de la que sólo se publicaron tres ejemplares, pero reunió a los protagonistas de aquel cambio, que no fue un movimiento artístico al uso; en realidad, cada uno de ellos había iniciado su carrera desde un punto distinto y se encontraron en Provoke. La revista tuvo una vida tan corta porque, según Nuria Enguita, directora de Bombas Gens y co-comisaria de la muestra, «cada uno siguió después su propio camino».

La fotografía japonesa subversiva sacude la mente en Bombas Gens
japones

Nuria Enguita, Susana Lloret (vicepresidenta de FPAA) y Vicent Todolí. | E3

El fondo común que estos trabajos puedan tener responde, obviamente, al trauma derivado de la Guerra Mundial. Pasar de un estado casi feudal a una economía de mercado al servicio de Estados Unidos con dos bombas atómicas mediante no debe ser algo que, por decirlo así, se pueda pasar por alto sin rozar un poco la psique colectiva. La experiencia en la retina del espectador es fuerte, fuerte. Sobre qué huellas dejaron estos nuevos modos de tratar la imagen en épocas posteriores, Enguita mencionó explícitamente al movimiento punk.

Vicent Todolí, director del Área de Arte de la FPAA y también co-comisario, explicó los orígenes de la colección: “Al principio teníamos piezas de sólo dos fotógrafos, Tōmatsu y Moriyama, y a partir de ellos empezamos a tirar del hilo y a completar el conjunto al que hemos llegado. Contrariamente a lo que pueda parecer en un primer momento, el vínculo de los fotógrafos que exponemos no es nacional, sino personal. Todos ellos tenían una relación en vida, no nos hemos inventado ningún nexo de unión porque ya existía. Tan sólo hemos recopilado sus obras». Enguita añadió que «se ha hecho un trabajo de recopilación al que también se ha sumado una labor investigadora, fruto de la cual presentamos hoy las obras de cuatro generaciones de fotógrafos. A través de ellas, se puede observar perfectamente una evolución, y las influencias que supusieron los unos para los otros».

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Tokiotas (1983). | Yutaka Takanashi

Provoke se acercaba a la realidad considerando la fotografía como acto, en el que no sólo están implicados mirada y pensamiento, sino todo el cuerpo. Hacer fotografías «prestando el cuerpo al mundo», en palabras de Taki; poner en movimiento el cuerpo para poder hacer una imagen que agarre el mundo; percibirlo como «evidencia», como existencia que nos afecta, intentando llegar a aquello que escapa a la razón y al lenguaje.

Durante la posguerra, cada diez años, Japón y EE.UU. firmaban un tratado de colaboración económica que instauró a toda velocidad el puro capitalismo en una civilización al que le era ajeno; sus bases culturales parecían difícilmente adaptables a una fría economía de mercado que chocaba contra su tradición. Los artistas se revolvían ante este nuevo molde impuesto como mejor podían. Por citar un ejemplo, no faltan las imágenes de geishas en las paredes de Bombas Gens. Son tristes. Repelen, huelen mal. Japón era la prostituta del gigante occidental; la influencia del existencialismo, llegando hasta su vertiente más nihilista, era el factor definitivo para que los fotógrafos jugaran con sus objetivos, sus modelos y las luces de la pertubadora manera en que lo hicieron.

Hay series de fotos coloridas; mares que parecen en calma; algún asomo de erotismo sonriente. Pero es difícil relajarse y dejarse llevar cuando los mensajes parecen positivos. En el fondo sugieren un misterio que tal vez nunca descubramos. La mirada de las cosas. Fotografía japonesa en torno a Provoke es una auténtica experiencia, un lujo subversivo que nos espera en Marxalenes hasta el 2 de febrero de 2020.

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