Mañana lunes se celebra el Día Internacional de la Mujer y de la Niña en la Ciencia, una iniciativa de la Unesco para incrementar la participación de la mujer en la ciencia, investigación y tecnología. Hoy día, sólo el 28% investigadores científicos en el mundo son mujeres, según este organismo de la ONU.

Aumentar la presencia femenina en la ciencia es una labor que debe iniciarse en los primeros estadios educativos. Las niñas son las futuras científicas y, por ello, es imprescindible fomentar las vocaciones desde edades tempranas. No sólo desde la docencia, sino también desde otros ámbitos sociales y familiares con el objetivo de eliminar los prejuicios hacia la figura femenina en el mundo de la ciencia, la ingeniería o la tecnología.

Porque esas barreras existen: sólo un 7% de las niñas se ve como científica en el futuro.

Hoy día son más las mujeres que los hombres los matriculados en carreras universitarias, pero cuando hablamos de carreras técnicas y científicas, la proporción se invierte, en buena parte debido a falta de referentes.

La situación, en algunas áreas educativas, no sólo no mejora, sino que empeora: el número de mujeres en estudios de informática disminuye cada año. Según el Ministerio de Educación, se ha pasado del 30% de matrículas en los años 1985-1987  a un 12% en el curso 2016-2017.

Por eso, es importante dar visibilidad a las mujeres científicas de hoy y del pasado que han sido apartadas de una historia de la ciencia escrita, precisamente por hombres.

Si repasamos la lista de los premios científicos más relevantes se observa una bajísima proporción de mujeres, no ya en la relación de ganadores, sino simplemente en la de candidatos. Los Nobel científicos han premiado a 599 hombres frente a 17 mujeres.  Esto no es un asunto del pasado. De los nueve últimos nobel científicos, 0 mujeres.

Más sangrante es el hecho de que algunos de esos hombres fueron injustamente premiados, ya que se apropiaron de los descubrimientos de sus colaboradoras mujeres que fueron relegadas. Rosalind Franklin fue realmente la descubridora de la doble hélice del ADN, pero el Premio Nobel se lo llevaron tres hombres. Otro tanto pasó con Marianne Grunberg-Manago: el Nobel se lo llevó Severo Ochoa.

Hay muchos más casos, algunos recogidos en la web de la Fundación Aquae.