Martes, 16 de Abril de 2024
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La estrategia

Ricardo Almenar, Coach Ontológico

La estrategia nos obliga a pensar y a entender las organizaciones desde una perspectiva diferente. Sin estrategia no hay futuro. El enfoque estratégico se diferencia del enfoque táctico porque se basa en el largo plazo. La estrategia apoya a la planificación tanto de los recursos como de los objetivos.

Por clarificar desde la sencillez: ¿qué entendemos por planificación estratégica? Podríamos decir que es un proyecto de futuro para revitalizar y hacer competitiva una empresa, compartiendo cuál es la meta del proyecto, de forma organizada y planificada para la consecución de unos objetivos, mediante acciones y tareas, estableciendo mecanismos de evaluación y control del desarrollo del proyecto, proponiendo acciones correctoras, y mediante una actitud de mejora continua. Y teniendo muy clarito que no hay acción sin responsable, ni objetivos sin indicadores de resultados.

Alcanzar la estrategia es un reto para las empresas y es posible solo si se crea una secuencia lógica de objetivos según las diferentes perspectivas:
> Aprendizaje y crecimiento.
> Procesos internos.
> Resultados en los clientes internos/externos.
> Resultados financieros.
> Resultados económicos.

Ahora bien, me pregunto: ¿estrategias de pasado, de presente o de futuro? ¿Qué han ganado o perdido con el paso del tiempo los diferentes modelos estratégicos?

Y ello porque hemos pasado por estrategias centradas exclusivamente en la productividad y los resultados, con clara orientación al producto, sin ningún tipo de consideración a los valores, y con una fuerte relación jerárquica. Planes estratégicos creados por la dirección e impuestos verticalmente hacia niveles inferiores.

Estrategia de producto ‘versus’ estrategia de cliente
Y esto porque en las pequeñas y medianas empresas existía la creencia, por cierto muy arraigada, de que “esto del plan estratégico es muy técnico; pura teoría”. A este tipo de ‘empresario’ solo le interesaba, y en mi humilde opinión aún existen bastantes ‘empresarios’ así, ganar dinero y rápido; su único objetivo.

Mi respuesta a dichas creencias es afirmar que un verdadero empresario es una persona que proyecta una idea, cree en ella y arriesga capital para hacerla realidad. Todo empresario mínimamente capaz sabe perfectamente que sin personas comprometidas y capaces, no es posible mantenerse en el mercado.

En la actualidad, en mi opinión, se necesita una clara transformación desde estrategias orientadas al producto, a estrategias de orientación al cliente, tanto externo como interno (empleados, proveedores).

Adquiere una enorme importancia el compromiso y la identificación de las personas de la empresa con los valores y visión. Un proceso de trabajo interno que denominamos intrategia.

Por lo tanto, en el presente, se requiere de un reenfoque estratégico hacia el cliente -¿Qué demandan los clientes? ¿Qué somos nosotros capaces de hacer?-; procesos eficientes -¿Cómo los haremos, lo organizaremos y mediremos la satisfacción del cliente?-; personas adecuadas -¿Qué perfiles, valores, actitudes son necesarias para desarrollar nuestro modelo?-; no olvidemos la internacionalización -¿En qué mercados podemos o deberíamos estar, en qué condiciones y con qué recursos?-; y, finalmente, estudiar alianzas estratégicas con otras empresas, con proveedores, distribuidores que nos permitan alcanzar estructura, crecer y, especialmente, crear valor.

¿Y en el futuro? Aprender y reaccionar
¿Y en el futuro? Ya no vale solo ser bueno realizando una buena estrategia. Aquí y ahora, en el mundo actual, las empresas quieren personas capaces de comunicar ideas, de empatizar con los equipos de trabajo, de entender las necesidades de la sociedad. Las herramientas de trabajo caducan cada año, en cambio, la predisposición a aprender y a reaccionar a los cambios es perdurable.

Se requieren estrategias emergentes; es decir, nuevas ideas, con mucha imaginación y con capacidad de respuesta inmediata a las debilidades encontradas, a los imprevistos que el mercado genera, a los continuos retos que el cliente nos demanda. Por lo tanto, se necesita una cultura de empresa con adaptabilidad, perseverancia, convicción, disciplina, ética emprendedora y ambición ética.

Entonces, ¿cómo tenemos que competir? ¿Competir por productos y mercados, por recursos y capacidades, por talento e ilusiones?

Mi plena convicción es que tenemos que competir por talento e ilusiones, con estrategias de auto renovación continua, mediante herramientas como la visión y valores, flexibilidad e innovación, y con recursos estratégicos de capital humano e intelectual. Una misma estrategia, pero con personas diferentes, genera resultados diferentes.

Finalizamos aquí la primera parte de la estrategia, cuarta (4ª) clave de éxito empresarial. En el siguiente artículo trataremos de responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo se construye un proceso de reflexión estratégica para competir por talento e ilusiones? ¿Cómo se implica a las personas en dicha reflexión? ¿Qué aconsejar a los empresarios que quieran implementar este modelo?

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