Al contrario de lo que los valencianos siempre hemos dado por hecho, las Fallas no desaparecen el 19 de marzo. La artista Anna Malagrida, barcelonesa afincada en París, aporta una visión nueva: la transformación radical del material de los monumentos, desde crudos bloques de poliestileno a montañas de cenizas. «El hilo de esta exposición es el ciclo enrgético de las Fallas», ha indicado Malagrida.

El Institut Valencià d’Art Contemporani (IVAM) se  ha atrevido a abordar el tema festivo por excelencia que, a la vez, siempre convive con la polémica. Su director, José M. G. Cortés, ha expuesto la intención de buscar una mirada externa a las Fallas, situada en los márgenes de la fiesta, con la intención de abrir nuevos campos de reflexión, mediante la exposición El peso de las cenizas. «Malagrida es una artista cuyas obras siempre tratan sobre las pequeñas cosas que rodean a los grandes acontecimientos. Personalmente, aprecio a artistas que son capaces de abrirnos puertas que los demás no hemos visto», ha señalado G. Cortés.

Por muchas fiestas falleras que uno lleve a sus espaldas, no puede evitar la sensación de extrañeza que se produce la mañana del día 20 marzo cuando no encuentra ni rastro de los monumentos que han ocupado las calles durante los días anteriores. Malagrida ha diseñado un trabajo site specific, es decir, diseñado para el espacio concreto de la Galería 6 del IVAM, donde saca a la luz lo que ocurre fuera de nuestra vista, a nuestras espaldas.

La planta baja se ilumina con las explosiones de fuego durante la cremà, y las brasas a las que muchos acuden a calentarse, como individuos marginales que huyen del frío inviernal. Y en la parte superior se observa la «biografía» de los materiales que las han formado. Cómo las máquinas trocean los bloques de poliestileno de los que salen los ninots, que acabarán formando montañas de ceniza en los vertederos. «La ceniza parece un material muy leve, pero cuando se acumula es pesada, incluso peligrosa, capaz de sepultar Pompeya», ha declarado la artista.

Como es habitual en su obra, Malagrida apela a la imaginación del espectador en su recreación de la realidad: en los vertederos, las fuentes son de ceniza, no de agua; un hombre levanta polvo al barrer los restos de las fallas, como si la montaña de restos la hubiera creado él solo. En sus proyecciones se percibe, como la propia artista señala, la huella dadá de Marcel Duchamp y Man Ray. Y es que, la fallas, ¿no son en el fondo una fiesta con un profundo  espíritu dadaísta?

El peso de las cenizas nos demuestra, bajo una perspectiva diferente, que los monumentos falleros siguen entre nosotros todo el año, impregnados en la propia energía vital de la ciudad, invisibles como pequeñas partículas de polvo. Tienen tiempo de comprobarlo en el IVAM hasta el próximo 24 de febrero, poco antes de que se vuelvan a mostrar entre nosotros con toda su exhuberante materialidad.