Viernes, 26 de Abril de 2024
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Del con derecho a cocina a la economía colaborativa

Del con derecho a cocina a la economía colaborativa

Es posible que a muchos no les suene el término con derecho a cocina. Al acabar la guerra civil española -vale, estoy en plan abuelo Cebolleta- la escasez de vivienda en las ciudades era más que dramática.

En muchas ciudades se habían destruido edificios y tampoco había mucho material para realizar las reparaciones, ni maquinaria.

Encima coincide con un éxodo cada vez mayor de las zonas rurales a las urbanas, con lo que la vivienda se convierte en un bien escasísimo y, la mayor parte de las veces, en pocas manos.

Son conocidas las corralas madrileñas, casas de vecinos en torno a un patio central, que tanto juego han dado en zarzuelas y sainetes y tantos bolsillos han llenado a los especuladores no ya de antes, de hoy mismo.

En los años cuarenta, cuando una familia llegaba a una capital básicamente no podía hacer frente a la compra de una vivienda. No había viviendas a la venta. Tenía que refugiarse en el alquiler, pero había tanta demanda y tan poca oferta que apareció la casa de huéspedes o las habitaciones realquiladas.

Es decir, alguien que tenía alquilada una casa -por entonces los alquileres pasaban de padres a hijos- y estaba en situación de necesidad o le sobraba una habitación, admitía huéspedes. Muchas familias se vieron obligadas así a compartir casa, baño -cuando lo había- y cocina con personas al principio desconocidas. Pero el roce hace el cariño y muchas de esas familias realquiladas acabaron estrechando potentes lazos de por vida.

Uno no conseguía entrar en una casa así como así. No. Tenía que demostrar unos ingresos, un trabajo honrado y un estilo de vida intachable. Es decir, rezar el rosario todas las tardes y misa los domingos. Había casas que sólo admitían caballeros, otras preferían familias y las menos señoritas solas, eso sí, siempre que se conociera a la familia y vinieran recomendadas por conocidos de confianza.

La otra solución era mucho más dramática: construir una chabola cuando se acababan las calles empedradas, sin agua, sin electricidad y sin alcantarillado. Así surgieron los poblados chabolistas que rodearon las ciudades y que todavía se mantienen en algunos casos.

Hoy, casi 80 años después de que acabara la guerra, la vivienda está por las nubes, es complicado para los jóvenes obtener una hipoteca y los alquileres se vuelven prohibitivos. Eso sí, como somos muy modernos hemos descubierto la economía colaborativa y compartimos piso. Pero lo de «alquilo habitación con derecho a cocina» ya se había inventado antes.

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