Viernes, 26 de Abril de 2024
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La racionalización de los horarios exige un cambio en la programación televisiva

La racionalización de los horarios exige un cambio en la programación televisiva

Desde hace más de una década y prácticamente todos los años firmo una petición por la racionalización de los horarios en España.

Lo cierto es que, después de tanto tiempo, era casi una rutina, porque no había forma de que la petición prosperase. De hecho, ni siquiera parecía discutirse fuera de algunos círculos de apostolado.

Y cuando todo indicaba que el status quo horario era inamovible, va Junkers y dice que se acabó eso de cambiar la hora dos veces al año, que no merece la pena, que el supuesto ahorro energético, en el mejor de los casos, es insignificante …

En suma, lo que veníamos argumentando desde el siglo pasado.

En España el cambio horario tiene más consecuencias perniciosas que en el resto de Europa. Es absurdo, por ejemplo, que Portugal tenga otro huso horario mientras compartimos la hora con Italia, que está a casi dos horas de vuelo. Más absurdo todavía que parte del territorio nacional protagonice una expresión: «una hora menos en Canarias».

No voy a recordar el por qué durante la segunda guerra mundial se estableció en España la hora de Berlín y que se mantuviera por razones que se me escapan.

La cuestión es que estar en una hora que no corresponde con la solar ha ocasionado que ésta sea una sociedad nocturna, donde nos vamos a dormir a las tantas y los establecimientos hosteleros casi sean after hours.

En parte, eso es lo que  nos ha dado fama de ser un paraíso para noctámbulos y juerguistas.

Y todo ello adobado con el poder de crear hábitos de la televisión, que se une alegremente a este despropósito. Especialmente grave es el caso de la televisión pública nacional, cuyos programas de más éxito suelen acabar pasada la 1 de la madrugada.

Se ha convertido en habitual el alargamiento artificial de los programas. Si alguien con criterio analizara la extensión de los concursos y espectáculos, comprobaría que aproximadamente un tercio de la duración es puro relleno. Eliminarlo en el montaje no sólo acortaría las duraciones maratonianas, sino que añadiría agilidad al prescindir de contenido superfluo.

Las razones de por qué no se hace son un misterio.

Como también es un misterio que los noticiarios -con alguna excepción- empiecen pasadas las 9 de la noche y se extiendan, como es el caso de la pública- hasta más allá de las 10. Si a ello añadimos un programa de transición, resulta que el plato fuerte de la programación no empieza hasta casi las 11 de la noche, hora en la que deberíamos estar durmiendo.

Este alargamiento podría tener algunos justificación económica en el caso de las tv privadas que se alimentan de la publicidad, pero desde luego no la tiene si hablamos de la tv pública nacional.

La única forma de cambiar esta situación es un boicot a la tv más allá de las 11 de noche. En el caso de las privadas, sin audiencia no se justifica la publicidad. En el caso de la pública, que haga honor a su nombre, preste realmente un servicio público y contribuya al descanso de la ciudadanía.

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