Paisaje después de la batalla

Paisaje después de la batalla

Director General. Etica Patrimonios EAFI. Empresa socia de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros

2015-febrero-opi-FEBF-logoSi algo nos ha enseñado la crisis –o la vida–, es que nada es inmutable y que los dogmas económicos funcionan hasta que dejan de funcionar. “Mi dinero está seguro”, “los inmuebles nunca bajan de precio”, “tengo un trabajo fijo” o “los bancos no quiebran”, son frases que nunca volveremos a repetir. Hasta algunas entidades europeas cobran hoy a los depositantes de plazos fijos en lugar de remunerarles. El mundo (financiero) al revés.

Por tanto, todo cambia; sí, pero además esta crisis histórica ha provocado cambios profundos en poco tiempo. Lo viejo deja paso a lo nuevo a ritmo de vértigo, generando incertidumbre e inestabilidad.

En la Comunidad Valenciana, el paisaje es inquietante. Las grandes entidades financieras valencianas –algunas centenarias– han desaparecido, el Gobierno autonómico ha cambiado de signo después de 20 años, mientras que el del Estado es pura incertidumbre cuando escribo estas letras. El sector inmobiliario, motor de economía y empleo en los primeros años de este siglo, sobrevive a duras penas tras un ajuste brutal. La globalización, las nuevas tecnologías y los nuevos hábitos de consumo, han transformado o han eliminado sectores industriales enteros.

Recién estrenado 2016, estamos inmersos en un proceso imparable que, después de arrasar sectores como el ocio, la moda, los viajes o la información, ahora se atreve con vacas sagradas como seguros, energía y banca. Después de la revolución industrial, llega el primer gran cambio: la revolución tecnológica. Abróchense los cinturones.

Tomando como ejemplo el sector financiero, la irrupción de las fintech (financial technology), ya es una realidad en España. Se trata de empresas financieras que operan a través de internet con menores costes fijos, burocracia y conflictos de interés que la banca tradicional. De hecho, desde abril existe una ley que las regula –Ley de Fomento de la Financiación Empresarial–, y se encuentran en trámite de supervisión por la CNMV y el Banco de España las Plataformas de Financiación Participativa (PFP): crowdfunding y crowdlending.

En resumen, a través de internet y sin ir al banco, hoy su empresa puede obtener un préstamo, descontar un pagaré o factura, firmar una póliza de crédito e, incluso, contratar un seguro de cambio de divisa. Todo ello en cuestión de días, sin que compute riesgo en la Cirbe y sin tener que domiciliar la nómina, contratar un seguro o invertir en el plan de pensiones de la campaña de turno. No regalan tablets ni jamones, eso sí, pero en Reino Unido, hasta el Gobierno completa las operaciones con dinero público al entender que cumplen un papel social.

Por el lado inversor, rentabilidades superiores al 5 % anual descorreladas de los mercados frente a plazos fijos al 0,40 % y una Bolsa muy volátil. Todo esto sabiendo que nuestros ahorros no solo generan rentabilidad, sino que ayudan a nuestras pymes a sobrevivir, crecer y crear riqueza y empleo.

Si a esto sumamos el descontento generalizado con el sector financiero tras la crisis, estas entidades cuentan con la simpatía de particulares y empresas. Por ejemplo, un reciente estudio refleja que solo uno de cada tres jóvenes estadounidenses entre 20 y 35 años –los famosos millennials– creen que necesitan un banco.

Conclusión: se estima que la financiación no bancaria alcanzará entre el 15 % y el 25 % del mercado español en los próximos cinco años, actualmente en manos de los bancos tradicionales en un 95 %.

Hemos aprendido
El segundo gran cambio tras la crisis no es tecnológico, sino humano. Después de 13 años defendiendo que los valores éticos son la única vía para la sostenibilidad económica, el año pasado nos surgió una terrible duda: ¿ha servido esta crisis para algo? ¿Nos ha hecho mejores o peores? Nuestra conclusión, después de hablar con muchos empresarios, directivos e inversores, es que hoy somos menos inocentes, pero más sabios. Hemos aprendido. Hemos cambiado.

Sabemos que el mercado es implacable. Tanto si nuestra empresa ha sobrevivido como si no, ya no es la misma que hace diez años. Así pues, ¿quiénes han llevado mejor la crisis? ¿Los prudentes o los agresivos? ¿Los ambiciosos o los humildes? ¿Las empresas con valores humanos o las que los han postergado en busca del máximo beneficio económico?

La obsesión por superar a toda costa los objetivos económicos anuales ha generado tal presión, que se ha llevado por delante los valores profesionales, la cultura de empresa e, incluso, la salud física y mental de los equipos. Además, este entorno pone en riesgo a las empresas, que pierden su razón de existir, su función en el ecosistema social y acaban sucumbiendo ante sus propios errores.

Por otra parte, se ha generado una gran desconfianza en el consumidor-cliente, que empieza a tener en cuenta no solo el producto, sino la empresa que hay detrás. Es decir, la era del “cómo se produce” se impone sobre la del “qué se produce”. En este sentido, cada vez son más las empresas que buscan el beneficio económico siendo conscientes de su impacto social y medioambiental.

A menudo son criticadas porque se interpreta que es puro marketing y, en ocasiones, es cierto, como hemos comprobado en escándalos recientes. No obstante, las empresas más resistentes son aquellas que han seguido principios de Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial (RSC/RSE). Es decir, son más sostenibles sin dejar de ser rentables y tienen una ventaja competitiva para atraer a ese nuevo cliente.

Para completar la foto, tendencias globales que comparten estos principios responsables, como la Economía del Bien Común (EBC), empiezan a penetrar no solo en el sector privado, sino también en el público. El Gobierno autonómico ya ha manifestado en repetidas ocasiones su voluntad de impulsar sectores y empresas que tengan en cuenta su balance social y no solo su balance contable. Incluso en algún ayuntamiento ya se incluye la responsabilidad social de las empresas candidatas como requisito para acceder a licitaciones públicas, no solo el precio y la calidad del servicio.

En resumen, pase lo que pase en este 2016, lo único seguro es el cambio, el dominio de la tecnología y, esperamos, la consolidación de una nueva generación de empresas y empresarios socialmente responsables. Bienvenidos a un apasionante 2016.

P.D. El tercer gran cambio será la consolidación del liderazgo empresarial y político de las mujeres, sin duda el más revolucionario y positivo para todos, pero este tema da para un artículo entero

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