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La industria de los insectos útiles desafía al pesticida químico en el campo

España se ha posicionado a la vanguardia mundial en agricultura sostenible reduciendo químicos y mejorando la calidad de los cultivos

La industria de los insectos útiles desafía al pesticida químico en el campo
Publicado a 25/09/2025 18:20 | Actualizado a 26/09/2025 13:52

Silenciosa pero imparable, la industria de los insectos útiles está revolucionando la agricultura española. Con un control biológico cada vez más tecnificado, España se consolida como potencia mundial en esta estrategia natural que reduce químicos, mejora la calidad de los cultivos y responde a la demanda de alimentos más sostenibles.

En uno de tantos invernaderos que encontramos en los campos españoles, un ejército silencioso está transformando la forma en que cultivamos nuestros alimentos. Y no, no se trata de máquinas, ni drones, ni productos químicos, estamos hablando de insectos que cumplen perfectamente con sus diferentes misiones –que pueden ser varias– devorar plagas, polinizar cultivos y cuidar los frutos sin dejar ni rastro.

La agricultura española vive un cambio de paradigma. Y no solo por las restricciones europeas al uso de fitosanitarios o por los estragos del cambio climático. También por el auge de una industria que se consolida año tras año: el control biológico, una estrategia natural y cada vez más tecnificada para combatir las plagas con sus propios enemigos naturales.

España, una potencia entomológica

España es actualmente uno de los países líderes en el uso de insectos beneficiosos para la agricultura. Así lo afirma Alejandro Tena, director general del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA): «España es uno de los países más avanzados en el uso del control biológico aumentativo. Tenemos industria, investigación y aplicación real en el campo. Y seguimos creciendo».

El sector se basa en la producción de agentes de control biológico —insectos, ácaros e incluso microorganismos como hongos entomopatógenos— que se crían en laboratorio y se liberan en el campo para actuar como depredadores naturales de las plagas. «Es una parte fundamental de la sanidad vegetal actual», resume Tena.

Empresas nacionales como Agrobío (la tercera mayor del mundo), y multinacionales como Koppert o Biobest, tienen una fuerte implantación en España, especialmente en regiones como Almería, Murcia o la Comunidad Valenciana. Solo en los invernaderos del sudeste español, más del 90% de las explotaciones ya aplican estrategias de control biológico. El sur es, sin duda, el epicentro de esta revolución silenciosa.

Un cambio de mentalidad (y de estrategia)

«El control biológico ya no es una promesa: es una realidad», afirma tajante Javier Calvo, coordinador de I+D Macrobiológico en Koppert España. Según él, cultivos como el tomate, el pimiento, los cítricos o los frutos rojos han incorporado de forma habitual esta estrategia como primera línea de defensa frente a plagas como Tuta absoluta, Bemisia tabaci o los temidos trips.

La lógica del sistema es natural y ancestral: un insecto se alimenta de otro. Lo que ha cambiado es el grado de conocimiento, planificación y tecnificación con que se aplica. «Cada cultivo y cada plaga requiere una estrategia combinada, con especies específicas que se liberan en el momento adecuado», explica Calvo.

Los beneficios no son solo ecológicos. También hay argumentos económicos de peso: los insectos beneficiosos no generan resistencias, no dejan residuos, no exigen plazos de seguridad antes de cosechar, y su efecto puede prolongarse durante todo el ciclo del cultivo.

«A menudo, el control biológico reduce costes, mejora la calidad del fruto y evita pérdidas económicas derivadas de plagas mal controladas», apunta Calvo. Además, es una agricultura más saludable para los trabajadores, al reducir drásticamente la exposición a productos tóxicos.

Tres formas de usar la naturaleza

El control biológico se presenta en distintas formas. La más extendida en España es el control biológico aumentativo, basado en la liberación masiva y planificada de insectos criados en laboratorio. Este método tiene especial éxito en cultivos bajo invernadero, donde el entorno está cerrado y controlado, lo que facilita la permanencia de los insectos beneficiosos. En campo abierto, se está desarrollando el control biológico por conservación, que busca favorecer que los depredadores naturales —como ciertos insectos, aves o murciélagos— se establezcan cerca del cultivo. Aquí, el diseño del paisaje, la biodiversidad y la ausencia de químicos juegan un papel clave.

Por último, existe el control biológico clásico, que consiste en importar un enemigo natural de una plaga exótica cuando esta no tiene depredadores en su nuevo entorno. Este tipo de intervención, aunque menos frecuente, ha sido clave en el pasado para erradicar plagas invasoras.

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Una industria consolidada, pero en expansión

Tena señala que esta industria, aunque consolidada, sigue siendo emergente. «Cada año aparecen nuevas plagas, por el comercio internacional y el cambio climático. Hay mucha demanda de soluciones sin residuos, lo que le da recorrido a esta industria», afirma.

Desde el Ivia trabajan en proyectos centrados en cultivos clave en la Comunidad Valenciana como los cítricos, el caqui o las hortalizas, desarrollando nuevas soluciones a plagas como la cochinilla algodonosa, el piojo rojo o los ácaros. Además, exploran sinergias entre insectos beneficiosos y microorganismos, y nuevas formas de integración con la agricultura de precisión.

Una de las líneas más prometedoras es el desarrollo de herramientas tecnológicas: sensores para monitorizar plagas, inteligencia artificial para predecir ciclos reproductivos o sistemas automatizados de liberación de insectos. «El futuro está en combinar lo natural con lo digital. La biotecnología aplicada a los insectos puede ofrecernos avances impensables hace apenas unos años», añade Calvo.

Obstáculos: regulación y percepción

A pesar de los avances, el sector aún enfrenta desafíos importantes. Uno de ellos es la regulación. Registrar un nuevo agente de control biológico puede tardar más de diez años, ya que sigue protocolos pensados para los plaguicidas químicos. «Es un sinsentido aplicar los mismos criterios a organismos vivos», critica Javier Calvo. «Necesitamos una normativa adaptada y ágil», exige.

Otro reto es cultural. El control biológico requiere una actitud proactiva, más observación y acompañamiento técnico. «Muchos agricultores –reconoce Calvo– creen que es complicado o menos eficaz, cuando en realidad es todo lo contrario. Con formación adecuada, cualquiera puede aplicarlo con éxito».

Tena coincide en señalar que «aún hay margen para mejorar la difusión, formar técnicos, reforzar el papel de las cooperativas y conectar mejor ciencia e industria».

El consumidor, la clave silenciosa

El auge de los insectos beneficiosos también está impulsado por un consumidor más exigente. Hoy, los mercados valoran —e incluso exigen— productos sin residuos químicos, cultivados con prácticas sostenibles y trazabilidad clara. Y ahí, el control biológico tiene mucho que ofrecer.

No es solo una cuestión técnica. Se trata también de responder a una sociedad que quiere alimentos más seguros, saludables y respetuosos con el entorno. «Estamos hablando de agricultura con futuro, que cuida el suelo, el agua, la biodiversidad… y también al consumidor», concluye Tena.

Una historia milenaria con futuro

El control biológico no es una invención moderna. En textos antiguos ya se menciona el uso de hormigas para proteger cítricos en Asia. Fue a partir de los años 70, tras décadas de dominio absoluto de los químicos, cuando resurgió con fuerza. Hoy, es una industria sólida, tecnificada y con fuerte respaldo científico.

Y, aunque sus protagonistas pesen menos de un gramo, no cabe duda de que están transformando la agricultura. En definitiva, los insectos toman los campos. Sin ruido, pero de manera eficaz. Nunca lo habríamos pensado.

¿Y la confusión sexual?

Suterra, con sede en Oregón (EE.UU.) y presencia global tienen como objetivo proteger el futuro de la tierra facilitando el trabajo del agricultor. «Tenemos alma de pioneros, y cuando se trata de mejorar el mundo no nos ponemos límites» confiesa Cristina Alfaro, general manager en Suterra Europe Biocontrol.

La compañía es experta en desarrollar productos de biocontrol con los que cada día evitan al planeta el impacto de una gran cantidad de insecticidas. De hecho, destaca, «prevenimos el desperdicio de toneladas de alimentos cada campaña y ayudamos a llevar productos más saludables a los hogares de todo el mundo».

Desde Suterra utilizan la confusión sexual para controlar las plagas. «Se trata de un modelo único de biocontrol que utiliza feromonas específicas de cada insecto», explica Alfaro. Su fin: disminuir la capacidad de una plaga de continuar multiplicándose y conseguir disminuir los daños en el cultivo y mejorar las cosechas.

El biocontrol mediante feromonas es clave en una estrategia de gestión integrada de plagas. Se trata de un sistema respetuoso con la fauna útil ya que «solo incide en la plaga diana, no genera resistencias y no deja residuos», especifica Alfaro.

Firma
Fotografía de Gemma JimenoGemma JimenoLicenciada en CC de la Información por la Universidad del País Vasco, Gemma Jimeno se incorporó a ECO3 Multimedia, S.A., en 1998 como Redactora y ha participado activamente en el desarrollo de diferentes líneas de negocio. Desde hace años desempeña las funciones de Editora de los contenidos informativos, de los diferentes productos editoriales de E3 Media.
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