Sábado, 28 de Septiembre de 2024
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El psicólogo Nacho Coller: Gestionar el estrés al liderar (sin morir en el intento)

En nuestro día a día hay una pelea interna entre nuestra parte más impulsiva, que está imbuida en nuestro sistema límbico y nuestra parte más racional y deliberativa. Una continua tensión entre la razón (lo que tenemos que hacer) y el deseo. La parte más antigua de nuestra sesera es el tallo encefálico, que une la espina dorsal con el cerebro, y tiene más de 3 millones de años. Esta es el área responsable de comportamientos automatizados, como el instinto de huida o de agresión cuando nos enfrentamos a situaciones de peligro. La parte intermedia del cerebro es el área límbica, que tiene unos 200 millones de años y que, en combinación con el tallo encefálico, conforma, habrás oído hablar de él, el cerebro emocional.

Por otro lado, la corteza cerebral es nuestra parte más moderna y es la que se encarga de tomar decisiones conscientes y regular nuestras emociones. Si te sirve esta información para poder disculpar y entender un poco más a tus hijos pequeños o adolescentes, bienvenida sea, porque no termina de madurar hasta bien entrada la década de los 20 (conozco a más de uno que con 40 todavía está esperando su maduración y lo que te rondaré morena), y ese cerebro más emocional tiende a dominar sus comportamientos y decisiones.

El psicólogo Nacho Coller: Gestionar el estrés al liderar (sin morir en el intento)

Nuestro cerebro primitivo, el que se encarga de los impulsos, de los deseos y de las necesidades más primarias, es un tahúr del Misisipí que nos hace trampas. Emociones como la ira, la tristeza, el miedo, la ansiedad y los deseos sexuales tienen su origen ahí y, por fortuna, la evolución nos ha echado una mano (no a todos) y ha instalado de serie otro cerebro más moderno, más racional.

Este cerebro racional es el filtro que nos ayuda a tomar las decisiones acertadas, a planificar y a valorar las diferentes opciones, y permite darnos pausas y ejercitar el autocontrol antes de meter la pata. Es una buena brújula de nuestro cerebro emocional, aunque no siempre gana.

Por ejemplo, cuando estamos inmersos en períodos de estrés negativo; esos tempos (nadie nos libramos de ellos) en los que comportamientos como dormir mal, comer menos y con prisas o inclinarnos hacia el fast food, estar de peor humor, ir un tanto acelerado, dejar de hacer deporte justificándonos con que no tenemos tiempo o ganas, reducir las relaciones sexuales, mayor cansancio en general o ir un tanto pasado de vueltas se instalan en nuestro repertorio conductual diario.

Podríamos aseverar que el estrés nos juega una mala pasada a nuestra capacidad de autocontrol; y cuando este decae, es fácil que nos podamos convertir en algunos momentos en un ex de nosotros mismos. ¿Cómo pude comportarme así? ¿Cómo pude decir o hacer eso? ¿te recuerdas?

¿Qué elegirías?

Imagina que has tenido un día duro en el trabajo, de hecho, llevas toda la semanita igual, llegas tarde a casa y sin ganas de cocinar. Tiras de teléfono y de comida a domicilio y te encuentras con las tres siguientes opciones:

  1. Un local de kebabs y de hamburguesas y alitas de pollo (patatas fritas de regalo).
  2. Un restaurante de comida sana (elige la que más te guste).
  3. Una pizzería con porciones generosas.

Fácil es que escojas la opción A o la C; que la noche te confunde. Los kebab y las pizzas son sinónimos de un día de estrés; o lo que es lo mismo, nuestra carga cognitiva (llevar muchas cosas en la cabeza durante toda la jornada) y el agotamiento del ego (estar todo el día tomando decisiones y comportarte arreglo a tus principios) nos vuelven más vulnerables y nos hacen optar por las opciones menos saludables.

Ahora imagina la misma deliberación si fuera una noche en la que ha sido un día relajado y la semana es buena, has trabajado duro como siempre pero has mantenido tu rutina diaria positiva de deporte o desconexión. Seguramente que valorarías la opción de la comida más saludable como primera opción, aunque claro, de vez en cuando…

Y es que a menos carga cognitiva diaria y menor agotamiento del ego tendemos a tomar decisiones más acordes con nuestra razón y con nuestra salud. Tendemos a cuidarnos más y mejor y por ende, a cuidar de mejor forma a las personas que tenemos a nuestro alrededor en nuestro mundo laboral o personal, que a veces, por suerte o por desgracia, es todo uno.

Vale, muy bien, ya sé que el estrés negativo afecta a mi autocontrol, ¿hay algo más? ¿hay algo que pueda hacer?

¿Hay remedio?

Habrás leído unos cuantos artículos sobre el estrés y. en mayor o menor medida. casi todos vienen a decir lo mismo; que si tomarte un tiempo para ti, que si practicar el mindfulness (esto parece que vale para todo), practicar algún deporte, poner límites a compañeros o superiores, intentar desconectar del trabajo y hacer actividades que te ayuden a sentirte más pleno, que con frecuencia no te lleves la faena para casa para adelantar porque hoy en el curro no has podido (es curioso, avanzar en el trabajo y retrasar la vida). Otros optan por cuidar el sueño y dormir lo que toca (tenemos un problema serio con el sueño en la población general y dormir poco afecta y mucho a nuestra salud mental, así que por favor, tómate en serio este tema y pide ayuda si ves que no puedes) y algunas sugerencias más.

Viajar más, decir más te quiero, estar más tiempo con los nuestros, bailar, reír, hacer, compartir, ser, estar, parecer (qué bonitos son los copulativos), que los enfados no permanezcan durante mucho tiempo, restar importancia a lo que no es tan importante, manejar mejor los micro estresores del trabajo, sí, micro estresores. Resulta curioso que si repasas por un momento tu biografía y detectas situaciones vitales importantes que pasaste y sufriste como puede ser una pérdida, una dificultad económica importante, un fracaso laboral o personal, una ruptura, un diagnóstico que te dejó patidifuso y/o algunas cuantas cosas más, sucesos a los que podríamos llamar macro estresores, pues resulta curioso, lo razonablemente bien que solemos afrontar esas situaciones.

Las recibimos, nos impactan, las acabamos aceptando y seguimos enganchados a la vida hasta que viene la siguiente. Sin embargo, es llamativo, que ante la cotidianidad laboral, ante pequeños hándicaps laborales repitamos errores y que nos cueste tanto poner en marcha conductas de autocuidado.

Escanearse de vez en cuando para simplemente ver cómo andamos por la vida, detectar los síntomas de estrés, escuchar a nuestro cuerpo y poner remedio, mantener a toda costa los hábitos positivos y las conductas de autocuidado, huir de la falsa premisa de que somos imprescindibles y no justificar los malos tempos como algo que pasará sin hacer nada para intentar tomar las riendas. La justificación y el autoengaño van cogidos de la mano; justificarse un mal día o unos malos días es tan humano como equivocarse, pero mantener esa justificación durante mucho tiempo puede ser sinónimo de autoengaño y negarnos a ver la realidad.

Voy a reservar mesa en el restaurante de comida sana, ¿o mejor una pizza? ¿Qué hacemos? Recuerda que en muchas pequeñas cosas seguimos teniendo poder de decidir.

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