De la huella del barro al compromiso: la empresa está obligada a exigir más
El 29 de octubre nos enseñó que recordar no basta: hace falta prevenir, fijar reglas que protejan a empresas y trabajadores, exigir agilidad a la administración y fortalecer la alianza público-privada para llegar mejor preparados a lo que venga.
El 29 de octubre será una fecha que se recordará durante mucho tiempo en la Comunidad Valenciana. También, espero, en el resto del Estado. Las cifras económicas de los daños causados por la Dana son de sobra conocidas y dan buena cuenta de ello; pero serán las experiencias personales vividas aquel fatídico día las que cincelen esa fecha en nuestra memoria. Todos recordamos dónde estábamos el día que llegó el agua. También hemos de recordar cómo reaccionamos y que, como creo, estuvimos a la altura.
A lo largo de este año, en Economía 3 hemos trabajado sin descanso para conocer la situación particular en la que se encontraban decenas de empresas y particulares tras el paso de la Dana. Podemos decir, sin temor a faltar a la verdad, que durante los meses que siguieron al desastre transmitimos el sentir de cientos de ellas a través de la voz de las asociaciones empresariales y patronales a las que están adscritas; pero también la de los pequeños y medianos empresarios y los trabajadores de a pie. Desde grandes firmas internacionales que operan desde los polígonos de l’Horta Sud, hasta los pequeños comercios que vertebran la economía local de municipios como Catarroja, Requena, Ribarroja, Aldaia o Benetússer.
La imagen de lo ocurrido es, aún a día de hoy, difícil de asimilar debido a la magnitud del golpe. Y aunque la conclusión y el desenlace que podamos extraer de la situación nos quedan todavía lejanas, y son muchas las responsabilidades que quedan por depurar, ya podemos comenzar a vislumbrar algunas de las lecciones que nos han dejado estos 365 días transcurridos desde la Dana.
El primero de esos aprendizajes es que debemos estar preparados. La palabra resiliencia es uno de esos términos que la incertidumbre de la actualidad ha puesto de moda en los post de LinkedIn. Muchas de las firmas con las que hemos podido tratar prefieren hablar de prevención. El primer término, aseguran, alude a lo que ocurre una vez te has llevado el golpe, y la economía es uno de esos campos en los que es mejor verlas venir. Muchas de las empresas que mejor han sabido responder a esta crisis están desarrollando ya planes de actuación para contingencias futuras, pero todas ellas requerirán de marcos legislativos que les sirvan de herramientas para poder desarrollar su labor con cierta seguridad. El mundo es cada vez más inestable y hemos de vivir, y trabajar, con ello.
Hace algunos meses tuve la oportunidad de entrevistar a Salvador Navarro, quien por entonces presidía la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV). Para el empresario, resultaba fundamental que las empresas contasen con una estructura legal a la que aferrarse para, por ejemplo, proteger a sus trabajadores en caso de riada. Hemos de recordar que muchas de las personas que perdieron sus vidas -o vieron el desastre pasar de cerca- lo hicieron in itinere. Si la experiencia -más nos vale- obliga a ser estrictos con las alertas climáticas, las empresas necesitarán unas “normas de juego” comunes que aseguren una competitividad justa, así como contar con espacios preparados para poder ofrecer seguridad a sus trabajadores.
Uno de los aspectos que ha hecho de la respuesta empresarial a la catástrofe un ejemplo ha sido la responsabilidad, en el sentido de lo que los anglosajones denominan “accountability”. La capacidad de gestión y la reacción de la que el sector privado ha hecho gala, que en la mayoría de las ocasiones ha resultado más ágil y flexible que la Administración, es algo de lo que se puede presumir, pero que también nos obliga a exigir. Para cualquier empresario resultaría inconcebible no estar al frente del barco en mitad de una tormenta como la del pasado 29 de octubre, pero igualmente resultan incomprensibles tardanzas como la de los pagos del Consorcio de Compensación de Seguros, de las que depende la viabilidad de muchas empresas que sí estuvieron -y han estado- a la altura de la situación. El sector privado merece más responsabilidad, la misma de que la han hecho gala las empresas que se han negado a bajar la persiana.
El último de los aprendizajes es quizá el más importante, y se puede extraer de experiencias como el de la conocida firma Industrias Alegre, que recientemente celebraba el haber logrado volver a ponerse en pie. Charlando con su CEO, Enrique Careaga, me narraba la rápida respuesta que desde la dirección de la compañía supieron dar, creando un comité que afrontase las múltiples emergencias surgidas tras una catástrofe que forzó a la empresa a empezar de cero.
Empezando por la propia limpieza del lodo en la planta, pasando por dar respuesta a importantes proveedores como Ford -pero no solo-, sustituir la maquinaria o la coordinación con la planta que la compañía tiene en Polonia, la dirección tuvo que estar a la altura. Y en parte pudo hacerlo, se desprendía de sus palabras, gracias a una plantilla de trabajadores que desde el primer día llegaron caminando a la planta, habiendo perdido muchos sus vehículos y viviendo en zonas afectadas, para comenzar a ponerse en pie. El compromiso y la confianza mutua debe ser una lección que haríamos mal en olvidar.
Cuando este 29 de octubre pensemos dónde estábamos aquel día, añadamos otra pregunta: ¿Dónde queremos estar cuando llegue la próxima? La memoria solo tiene sentido si se convierte en un compromiso: prevención antes que resiliencia, reglas claras que protejan a empresas y trabajadores, una administración que responda con la misma rapidez que demostró el tejido empresarial y una alianza explícita entre lo público y lo privado para no dejar a nadie atrás. Si algo nos enseñó aquel golpe fue que estuvimos a la altura; lo que nos toca ahora es permanecer ahí—con planes, con responsabilidad y con las personas en el centro—para que, si llega el siguiente desafío, no solo recordemos, sino que también podamos decir que estamos preparados.
Borja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.







