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«Solo pedimos que paguen pronto»: la odisea empresarial esperando al Consorcio

Un año después de la Dana, Víctor Andrés —jefe de Planta de Cor Caroli Cerámicas— repasa una travesía de barro, burocracia y resiliencia. El expediente del Consorcio, mientras tanto, sigue pendiente de cierre y aprobación definitiva.

«Solo pedimos que paguen pronto»: la odisea empresarial esperando al Consorcio
Publicado a 15/10/2025 11:36 | Actualizado a 17/10/2025 12:09

La escena se resume en una imagen familiar para muchos: los laterales de una nave derribados por una corriente de lodo que atraviesa la calle, toma la curva y se cuela con furia dentro de la empresa Cor Caroli Cerámicas, ubicada en el polígono de Ribarroja.

No fue, claro está, un episodio aislado. El barranco adyacente al polígono de La Reva se desbordó, explica Víctor Andrés, jefe de Planta de la empresa, «por la suciedad de las cañas que hizo tapón y presa». La presión del agua no solo venció el cauce: afectó estructuras cercanas, desde tramos de la A-7 (Albal, Torrente) hasta la A-3, cuyos pilares —mal orientados respecto a la corriente— acumularon residuos y funcionaron como un dique.

Las instalaciones de la empresa tras el paso de la Dana.

Ese día no había nadie dentro. “Fue un milagro”, recuerda. El azar quiso que en el momento de la tromba ningún trabajador se encontrase en la nave. Quince minutos antes o después, admite, la historia podría haber sido otra.

Del shock a la reconstrucción y la espera que no termina

Del shock inicial se pasó a la reconstrucción. La aritmética de volver a empezar es menos frenética y más prosaica. En el caso de Cor Caroli, la firma contaba con algunos fondos, pero no los suficientes para volver a levantar su industria. Con ese dinero y asumiendo deuda, como muchas empresas tras la Dana, la verdadera lucha fue contra el tiempo: cercano a cumplirse un año de la riada la firma sigue a la espera del dinero del Consorcio de Compensación de Seguros (CCS).

Sin el dinero para costear el equipo necesario, el cuello de botella impide crecer, por mucha voluntad o mano de obra que se ponga. Mientras tanto, la empresa sostiene el servicio como puede a la espera de una respuesta.

Víctor Andrés, junto a algunos trabajadores, durante las tareas de desescombro tras el paso de la Dana.

En febrero llegó un adelanto de 250.000 euros del Consorcio. Fue un balón de oxígeno, pero insuficiente para reactivar de verdad la empresa. El caso de Cor Caroli es enrevesado por la concurrencia de pólizas de continente: la nave está alquilada y tanto la propiedad como la empresa tenían aseguradas las mismas coberturas. Eso obliga a recalcular qué parte puede imputarse a contenido y ralentiza la tramitación de un cálculo de daños que ronda los 1,2 millones.

«Algunas partidas se han reparado, otras se han sustituido y otras esperan turno. Durante meses fue imposible contactar con el perito del Consorcio; en las últimas semanas la comunicación es semanal. Aun así, ha pasado casi un año», explica Víctor. Una cosa es cerrar el expediente con los técnicos y otra distinta que la y el abono se haga efectivo.

Las ayudas autonómicas y el choque con la realidad operativa

En paralelo, la Generalitat Valenciana ofrece programas para reactivar la industria con tramos a fondo perdido, periodos de carencia e intereses bajos. Sobre el papel, explica el empresario, suena bien; en la práctica, los requisitos exigen tener toda la maquinaria montada y pagada a 30 de octubre. Esa condición choca con la realidad de caja y con los plazos de proveedores, que también están desbordados.

Al principio, algunos bancos ayudaron; ahora la línea de apoyo se ha agotado. Ni siquiera se adelanta el IVA, lo que ha obligado a la empresa a pasar a liquidación mensual para recuperar cuanto antes en torno a 120.000 euros asociados a inversiones y compras. «Aunque hubiera liquidez, hay equipos que no llegan a tiempo, técnicos que no dan abasto y calendarios de instalación que no dependen de la empresa», explica.

La burocracia añade otra capa de dificultad. Reconstruir la oficina de la fábrica sigue pendiente; la gestión documental se lleva desde casa y la asume la odisea de lidiar con presupuestos, valoraciones, hojas de cálculo, ofertas y actualizaciones constantes. En el caso de Cor Caroli, llega además una auditoría externa para verificar inversiones y daños. No hay reparos en abrir las puertas ni en enseñar facturas y albaranes; el único problema es que parte del equipamiento aún no está instalado porque los plazos no los marca la empresa.

La empresa ha logrado recuperar parte de la producción.

La plantilla, reducida, ha sostenido el pulso debido a que son un mercado que sufre falta de mano de obra especializada. Proveedores de muchos años han dado aire con una confianza que la empresa agradece: hay deudas de diez, quince o veinte mil euros que esperan sin apremios. Algunos clientes aceptan prepago —toda la exportación va por adelantado— y esa liquidez inmediata permite convertir cada mil euros en acero, cableado o repuestos. Hasta detalles menores, como una moto perdida en la riada, se han traducido en caja para reparar lo urgente. Sin esa comunidad, admite el jefe de Planta, una empresa como la suya cerraría al día siguiente.

Una empresa viable que pide ritmo: “Solo que paguen pronto”

La gran duda que planea sobre cualquier reconstrucción es si tenía más sentido empezar de cero en otro lugar. Con la vista de hoy, quizá sí. Sacar lo aprovechable, alquilar una nave en zona no inundable y arrancar desde ahí habría sido, probablemente, más barato y rápido. Lo compara con una vivienda que está para tirar: reformarla se convierte en una cadena interminable de sorpresas y sobrecostes. Víctor ha montado tres fábricas; esta, dice, le está consumiendo más que las otras tres juntas. Pese a todo, eligieron quedarse, limpiar, reponer y volver a levantar procesos.

Cor Caroli funciona, tiene mercado y conserva reputación. El empresario no pide privilegios. Pide ritmo. Si ese ritmo llegará —si la aprobación del Consorcio se convierte en transferencia y los equipos se instalan—, la fábrica volverá al cien por cien y el episodio quedará como un capítulo duro pero superado.

Hasta entonces, el trabajo sigue. Sin épica, sin barro, pero con facturas por cuadrar y con la certeza de que cada día que pasa sin que llegue la liquidez es un día más en el que una empresa viable produce a la mitad. «No pedimos nada que no nos corresponda», repite, «solo que paguen pronto».

Firma
Fotografía de Borja RamírezBorja RamírezGraduado en Periodismo por la Universidad de Valencia, está especializado en actualidad internacional y análisis geopolítico por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su carrera profesional en las ediciones web de cabeceras como Eldiario.es o El País. Desde junio de 2022 es redactor en la edición digital de Economía 3, donde compagina el análisis económico e internacional.
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COR CAROLI CERAMICA SL
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