El Capital Privado y los Insumos agrícolas: un matrimonio perfecto
Con la superficie cultivada estancada y los costes al alza, el campo debe producir más con menos química: los insumos “bio” y el capital privado aceleran la escala y la transición sostenible.
Con una población mundial en crecimiento y una superficie cultivada prácticamente constante, el campo afronta la necesidad de aumentar el rendimiento de los cultivos, en la que los insumos agrícolas desempeñan un papel clave.
A esta necesidad se suma la doble transición que vive actualmente el sector agroalimentario. Por un lado, un reto estructural de competitividad: los costes de producción aumentan (mano de obra, agua, energía), mientras que la cadena de valor aguas abajo está cada vez más concentrada en grandes distribuidores y transformadores con un poder de negociación creciente. En este contexto, las explotaciones agrarias necesitan ganar tamaño y eficiencia para poder sobrevivir y realizar las inversiones necesarias en productividad.
Por otro lado, un reto de sostenibilidad: el campo no solo debe ser viable económicamente, sino que también debe responder a la presión regulatoria (p. ej., la estrategia europea Farm to Fork, que fija como objetivo que el 25 % de la superficie agrícola sea ecológica en 2030, la reducción del 50 % en el uso de plaguicidas químicos para ese mismo año, la prohibición de moléculas químicas sin alternativas claras, etc.) y a las crecientes exigencias de unos consumidores que demandan productos más sostenibles.
El rol de los insumos: la pieza clave de la transición del campo del químico al natural
En este cruce de caminos, los insumos agrícolas desempeñan un papel fundamental, actuando como catalizadores tanto del rendimiento como de la transición del químico hacia lo natural.
Y es que este necesario aumento de la productividad no puede entrar en conflicto con el reto de la sostenibilidad. La respuesta pasa, por tanto, por los insumos «Bio»: productos de nutrición y protección de cultivos de origen natural.
La evolución del mercado así lo demuestra: mientras la protección química tradicional crece a un ritmo moderado de +3–4% CAGR 2018–2024, la bionutrición y el biocontrol avanzan mucho más rápido (+7–11 % CAGR 2018–2024). Dentro de esta categoría, destacan los bioestimulantes —sustancias naturales como extractos de plantas que mejoran la absorción de nutrientes— con un crecimiento estimado de +8–11 % CAGR 2018–2024.
Un sector fragmentado que necesita escalar y donde el Capital Privado puede ayudar
El mercado de insumos «bio», en el que España cuenta con compañías punteras en I+D de nicho que han desarrollado tecnologías de extracción o formulación patentadas, sigue estando muy fragmentado. En el contexto actual de la cadena agroalimentaria, estas compañías necesitan ganar tamaño para poder competir.
El desafío es que, para escalar, no basta con la innovación: se requiere también capilaridad comercial, una marca sólida y capacidad de registro. Este último aspecto es especialmente crítico en biocontrol, donde los procesos regulatorios resultan largos y costosos.
Existen dos caminos principales para adquirir estas capacidades: asociarse con multinacionales mediante acuerdos de distribución, o recurrir al capital privado, que permite acelerar la inversión en I+D y desplegar una red de distribución tanto nacional como internacional.
En este sentido, el capital privado (mediante los denominados en inglés fondos de Private Equity) ya ha demostrado ser un catalizador de la transformación y el crecimiento del sector, tanto en España como a nivel internacional.
Valgan cuatro ejemplos en el mercado español, donde el Private Equity ha desempeñado un papel decisivo tanto en la consolidación de pequeños actores especializados en biológicos como en la transformación de compañías de base química hacia modelos más sostenibles. Así, Stirling Square apoyó a SAS Agri en acelerar su expansión internacional y reforzar su portafolio de bioestimulantes; Tresmares impulsó a Plymag en el salto de empresa familiar a plataforma profesionalizada de referencia en nutrición vegetal biológica; Magnum acompañó a Probelte (hoy Agronova) en su transición desde un negocio químico tradicional hacia soluciones de biocontrol y biofertilización; y Bridgepoint apostó por Rovensa, que se ha convertido en un grupo líder paneuropeo en insumos agrícolas sostenibles a través de un ambicioso plan de adquisiciones.
Vendrán más operaciones: un ‘win-win’ para ambas partes
No cabe duda de que el capital privado jugará un papel activo en la consolidación del sector, en el escalado de soluciones y en la aceleración de la transición verde. Todo apunta a que veremos más operaciones en el corto y medio plazo.
La bioprotección, por ejemplo, será uno de los grandes hitos: mejorar la eficacia y reducir los costes de las soluciones Bio frente a los químicos tradicionales será determinante para lograr una adopción masiva.
En este contexto, el encuentro entre fondos de Private Equity y compañías de insumos biológicos se convierte en un verdadero «matrimonio perfecto»: por un lado, empresas con tecnología puntera, know-how científico y capacidad de innovación; por otro, inversores con recursos financieros, experiencia en escalar negocios y acceso a redes internacionales. Juntos pueden acelerar la llegada al mercado de soluciones más sostenibles y competitivas, multiplicando su impacto en la transición del campo hacia modelos productivos más eficientes y respetuosos con el medioambiente.
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Redacción E3






