Jueves, 02 de Mayo de 2024
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Mariner, 130 años de calidad y lujo en muebles que recorren medio mundo

Mariner, 130 años de calidad y lujo en muebles que recorren medio mundo

La palabra Mariner ya lo dice todo. A nuestra mente vienen imágenes de muebles y lámparas de calidad, diseño y gran lujo. A lo largo de su historia, de más de 130 años, su buen hacer se ha quedado perenne en edificios públicos y privados como el Palacio Imperial de Tokio (Japón) o en películas como Granujas de medio pelo de Woody Allen e, incluso, en yates de lujo.

Actualmente, está al frente la cuarta generación y está preparándose la quinta. Hablamos con Mario Mariner Monleón y Jorge Mariner Rende, tercera y cuarta generación de Mariner.

Jorge Mariner, cuarta generación

Una historia de 130 años

– ¿Cómo y cuándo nació Mariner?

Mario Mariner Monleón (M.M.M.): Nació de una forma muy inteligente. Mi bisabuelo, Enrique Mariner Gurrea, era maestro orfebre y en 1893 decidió emprender y montar su propio taller en la calle Barcelonina (Valencia) cuando comenzó la electrificación de los hogares. Hasta entonces sólo había velas y gas. Él llegó a fabricar lámparas mixtas de gas y electricidad.

– ¿Cuándo comienza a exportar?

M.M.M.: En 1914 se inicia la Primera Guerra Mundial, donde España es neutral. Sudamérica y Estados Unidos, que se proveían, de lámparas de Europa, no pueden importar de Francia y Alemania y se decantaron por España. Gracias a esta situación, comienza el espíritu de la exportación y propició la ampliación del taller que estaba en la calle Barcelonina. De ahí, se mudan a la calle San Francisco y de ahí se traslada a Mossen Fenollar.

En aquella época sólo fabricábamos lámparas y bronce, incluso crucifijos, productos de regalo, centros de mesa…

Mariner muebles

– ¿Quiénes son la segunda generación y qué aportaron a la empresa?

M.M.M.: La segunda generación eran mi padre y mi tío, Enrique y Francisco Mariner Saurí.

Siempre que se juntan dos generaciones –como fue el caso de mi abuelo con sus dos hijos–, la experiencia y la sabiduría se suman a la ilusión, la juventud y las nuevas ideas de la segunda generación, con lo que los resultados son multiplican porque la empresa la lleva un equipo consolidado.

En esta etapa se pasa de taller a fábrica y se consolida la exportación. Los clientes venían a comprarnos –teníamos un amplio espacio muy bien ambientado y señorial–, porque no había ferias y se quedaban fascinados.

Jorge Mariner Rende (J.M.R.): El comienzo de la fabricación de muebles coincide con la segunda generación. Aprovechan el conocimiento del bronce para incorporarlo a los muebles de estilo francés, que llevaban mucha decoración con este elemento. Esta iniciativa supuso también un empuje importante para la empresa.

M.M.M.: Hay otro aspecto importante y es que los hermanos eran el tándem perfecto. Mi padre, Francisco era el comercial con una visión amplia del negocio y mi tío, Enrique, era diseñador y le encantaba la parte artística.

La otra gran revolución positiva es que hemos participado, desde la Exposición Regional Valenciana (1909), en todas las ferias internacionales y monográficas de muebles. Las ferias supusieron un impulso para la compañía.

J.M.R.: De hecho, nosotros somos fundadores de la Feria Muestrario Internacional, hoy Feria Valencia.

Mariner, tercera generación

– Llegamos a la tercera generación. ¿Quiénes la integrabais?

M.M.M.: La integrábamos mis hermanos Enrique y Francisco Mariner Monleón y Enrique Mariner Domingo. El mayor de mis hermanos, Enrique, fue el primer gerente. En este periodo transitamos de fábrica a industria. Nos convertimos en una empresa de más de 400 empleados. Teníamos todo el proceso integrado, incluso la fundición.

J.M.R.: En aquella época se incorporan los sistemas y métodos de tiempos para medir las productividades. Se crean también el resto de departamentos: comercial, internacional…

M.M.M.: Yo me incorporé en 1962 o 63. Mi hermano Paco hereda la capacidad de diseño del tío Enrique y yo me preparo para incorporarme al departamento comercial.

Pero, primeramente, los tres hermanos tuvimos que conocer todos los procesos de la empresa. Para ascender, se iban aprovechando huecos en los diferentes escalafones y se tenía en cuenta la valía profesional. Yo comencé como administrativo, de ahí pase a viajante, director comercial, director de exportación y posteriormente, porque mi hermano Enrique dimitió, ejercí de gerente algo más de una década.

– ¿Cómo evolucionó el producto durante la tercera generación?

M.M.M.: Fuimos adaptando el diseño a los mercados y acertamos mucho, sobre todo en Oriente Medio y los Países Árabes, mercados en los que tenemos un gran prestigio actualmente.

Mariner muestra

La evolución de una empresa centenaria

– ¿Y el sistema de fabricación del producto cómo ha cambiado?

J.M.R.: En los años 80 se decide, por cuestiones medioambientales y nuevas normativas, deslocalizar la fundición de bronce y subcontratarla a terceros. En la tercera generación ya se empezó a externalizar determinados procesos de fabricación pero se ha hecho más evidente en la cuarta generación.

– ¿Qué procesos se hacen fuera actualmente?

J.M.R.: La fundición, tapicería, parte de la ebanistería, la marquetería, las tallas, los acabados de metal… Procesos que en talleres en los que Mariner es su principal proveedor. Son como una extensión de la fábrica.

– ¿Qué es lo que se ha mantenido a lo largo de estas cuatro generaciones?

M.M.M.: El diseño continuo y la creatividad pasando desde el Art Nouveau al Art Déco hasta nuestros días. Otro campo importante es el respeto a las personas. Somos una empresa familiar muy paternalista, muy protectora de sus trabajadores. De hecho, cuando estalló la Guerra Civil, la fábrica fue incautada y a mi abuelo lo detuvieron y se lo llevaron a Paterna. Mi padre consiguió que los trabajadores redactaran un escrito destacando sus bondades como empresario y lo dejaran en libertad.

La calidad también es otra de las claves de nuestro éxito. De ahí surge uno de nuestros lemas: «La obra bien hecha».

J.M.R.: Otra de las claves fue la exportación y nuestra capacidad para diversificar los mercados.

M.M.M.: La planificación de la sucesión de la segunda a la tercera generación con un protocolo puntual fue un hecho relevante. Mi abuelo tenía dos hijos y fue fácil, el 50% para cada uno. Con la llegada de la tercera generación él se preocupa porque, en aquel entonces, ya había dichos que decían: «Padre empresario, hijo señorito y nieto pordiosero», que reflejaban al 40% o 50% lo que ocurría en la sociedad. Luego hubo otro en los años 60-70 que era: «Padre industrial, hijo ingeniero y nieto hippie».

Él se percató de lo que podía ocurrir y convirtió la empresa en una Sociedad Anónima, ya que facilita la transferencia de la propiedad a través de la compra y venta de acciones y no se ve afectada por la salida de los accionistas.

La tercera generación ya nos preocupamos de desarrollar un protocolo serio para que accediera la cuarta que incluía requisitos como estudios específicos, conocer todas las fases de la compañía… En ese momento aflora la nueva cultura de la empresa familiar y la importancia de elaborar un protocolo y los primeros pasos de la puesta en marcha del Instituto Valenciano de la Empresa Familiar.

La empresa familiar

– ¿Quiénes integran actualmente el consejo de administración? ¿Cómo está repartido el accionariado?

J.M.R.: Somos cinco miembros más un asesor externo que asiste a los consejos con voz pero sin voto.

– ¿Qué ha cambiado en la compañía actualmente –productos, procesos, canales…–?

J.M.R.: En cuanto al producto, seguimos manteniendo ese sello, esa creatividad y la calidad. Sin embargo, sí que ha cambiado mucho la forma de comercializar. Hace 20 o 30 años éramos una industria donde la producción era masiva y hoy en día, somos todo lo contrario. Hacemos trajes a la medida. Somos mucho más flexibles, nuestros clientes ya no son las tiendas ni en España y en el exterior, muy pocas. De hecho, el 99% de nuestro producto se exporta desde hace muchos años.

Ahora vendemos, o bien a través de estudios de arquitectura o interioristas o algún distribuidor, que todavía tenemos, pero siempre para un proyecto residencial –palacios, villas…– concreto.

De Oriente Medio a África

– ¿Cuáles son vuestros principales mercados actualmente?

J.M.R.: Tenemos cuatro grandes áreas: Oriente Medio, Asia, Europa del Este y EE.UU. Además, dentro de Europa, desde las ciudades de Londres y París, empresas de interiorismo llevan a cabo muchos proyectos para Oriente Medio y África.

– ¿Todo el producto sale desde Valencia o contáis con algún centro logístico en otro país?

J.M.R.: Todo sale desde Valencia. Tenemos algunos distribuidores en algunos países, por ejemplo en Emiratos Árabes y en China, que cuentan con showrooms con presencia de producto nuestro muy importante. Ellos lo almacenan y se lo distribuyen a sus clientes.

– ¿La lámpara tiene el mismo éxito que el mueble?

J.M.R.: Actualmente, tiene más recorrido el mueble. La lámpara se ha convertido en un complemento que forma parte de un proyecto integral que pasa desde los muebles, la iluminación, accesorios… A veces, incluso nos piden hasta las cortinas y las puertas…

– ¿Cuándo comenzasteis a sufrir la crisis?

J.M.R.: Comenzamos a notar la crisis a principios de este siglo, con la caída de las Torres Gemelas en 2001. En ese momento, se dieron varios factores: China comienza a fabricar y a copiar sin medida y a hacer mucho daño; y España se incorpora al euro, con lo que las devaluaciones de la peseta para mantener la competitividad se acaban y los precios dejan ya de ser tan competitivos. De esta forma, se creó la tormenta perfecta que propició que muchas empresas del sector comenzaran a desaparecer.

M.M.M.: En esa época, cuando China comenzó a copiarnos sí que fuimos capaces de detectar algunas de ellas y ante el daño que nos hizo, establecimos una estrategia, lamentablemente sin resultado. Decidimos ir a China y asociarnos con el chino que mejor nos copiaba en calidad. Todo fue bien hasta que los chinos nos montaron la paralela. Los pedidos que entraban, los fabricaban con otra empresa.

J.M.R.: La crisis financiera mundial que se produjo en 2008, con la crisis de Lehman Brothers, fue la puntilla, se cerró el crédito bancario y en 2012 entramos en concurso de acreedores.

El futuro de Mariner

– ¿Qué medidas pusisteis en marcha para salir del concurso?

J.M.R.: Según las estadísticas, sólo un 5% de empresas sobreviven a un concurso. Afortunadamente, nosotros formamos parte de ese porcentaje. Bajo la tutela del administrador concursal y sin financiación bancaria conseguimos mantener la empresa.

Entre las medidas que llevamos a cabo se encontraban el traslado de la compañía de Fuente del Jarro a Alcácer; la flexibilización de la empresa para hacerla más rentable; la subcontratación de talleres externos; la reducción de los costes fijos; la eliminación de los productos menos rentables; y lo más importante, contar con la fidelidad de nuestros clientes.

En aquel momento, nos preocupamos por hablar con los clientes para explicarles lo que pasaba, transmitiéndoles que nuestro deseo era continuar, que no les íbamos a dejar colgados… En definitiva, generamos confianza y, gracias a su apoyo, fidelidad y lealtad, siguieron comprando, a pesar de que sabían que Mariner estaba en una situación difícil. Este hecho nos permitió salir adelante porque si te fallan los clientes estás perdido.

– ¿Qué planes tenéis para Mariner en el futuro?

J.M.R.: Afianzar los mercados internacionales con los que trabajamos e ir preparando a la quinta generación para que se vaya incorporando a la compañía. Ya estamos trabajando el protocolo para establecer las pautas para incorporar tanto familiares como profesionales externos. El objetivo es mantener la esencia de Mariner, el prestigio, la diversificación de mercados, la calidad, el producto, el diseño… En definitiva, mantenerlo para transmitirlo.

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