Viernes, 03 de Mayo de 2024
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Destinos: Los graneros de Amtoudi, en el Sáhara marroquí

Destinos: Los graneros de Amtoudi, en el Sáhara marroquí
Redacción E3

Por motivos profesionales, y con el fin de abrir nuevas rutas por el Sáhara con un contenido no solo turístico, sino experiencial, donde vivir situaciones y vivencias únicas, nos encontramos recorriendo con un guía la provincia de Guelmin, una zona «áspera» y dura en territorio marroquí. Previa visita de Sidi Ifni, un lugar emblemático para muchos españoles ya mayores, con más de 80 años, que hicieron la mili aquí.

De hecho, el cuartel donde sirvieron todavía existe, lógicamente remodelado, así como la casa donde estuvo el gobierno español en esa época, en la plaza, con el escudo de España, aunque el edificio está totalmente abandonado, guarda todos los resquicios de lo que en su día fue.

Jamil Abdou lleva 40 años recogiendo elementos y objetos del pueblo nómada saharaui.

Habíamos decidido dormir en Tighmert, en una casa de huéspedes en medio del desierto, donde tuvimos la oportunidad de conocer a Jamil Abdou, una persona muy interesante que lleva 40 años recogiendo elementos y objetos del pueblo nómada saharaui, intentando construir un museo de la historia de esta población, sus objetos cotidianos.

Impresionante la Kasbah donde ha recogido todos estos elementos, que son miles y de todo tipo. Ojalá encuentre el apoyo financiero para poder terminar su obra adecuadamente. Hoy se limita a enseñarla a los que nos aventuramos por esta zona -que somos pocos-, contando su historia y buscando ayuda. Si queréis encontrarla se llama «Kasbah Caravansérail«, en el oasis de Tighmert 7.

El camino hacia Amtoudi

Nos habían hablado de Amtoudi, lo teníamos a unos 100 kilómetros, algo más de 1 hora y 45 minutos, así que estábamos cerca, lo ideal sería llegar por la mañana, de cara al día, pero no sabíamos muy bien cuál era el motivo de ir, aunque cuando exploras te aventuras a buscar sin saber en ocasiones que te vas a encontrar.

El camino, desierto y desfiladeros montañosos, terreno difícil, arduo, sin vegetación… pero la carretera estaba bien. Al llegar, la pequeña población metida en un valle prácticamente desierto, en el oasis de Idaïssa, rodeado de escarpadas montañas no muy altas, negras, nos detuvimos a charlar con alguien del lugar que desde el «camping» local, visitaba a los que nos acercamos.

Nos habló de los graneros, marcándonos con la mano una fortaleza que apenas se distinguía en lo alto de la montaña, ocupando toda la cúspide de esta, y perfectamente integrada. Aquí sobreviven cerca de 300 familias, prácticamente de la agricultura.

En ese instante nos dimos cuenta de que teníamos ante sí algo único, son los Graneros de Amtoudi. Creo que habían 7, de los que ahora solo quedan 2; una historia que refleja la lucha por la supervivencia, en un lugar donde sobrevivir al clima y los recursos ya era de por sí una heroicidad.

Los graneros fortificados

Un «agadir» es un granero colectivo fortificado, con torres de vigilancia para vigilar cualquier intento de entrar en el valle, con el fin de almacenar y proteger los cultivos del pueblo y la escasa riqueza que consiguieran acumular. Construidos en la cima de una montaña rocosa, con un acceso terriblemente difícil, escarpado -que tardamos 40 minutos en subir-. Dentro del agadir, laberintos de callejones, y celdas, cada una de ellas de una familia, más grandes, más pequeñas, cerradas por puertas estrechas y protegidas.

La entrada al agadir esta fortificada, y había vigilantes para defender la alimentación de la población. Son como pequeños «trasteros» donde guardar el cultivo, construidos en el siglo XII. Muros de piedras perfectamente colocadas y ordenadas a una altura sorprendente sin posibilidad de acceso, sino entras por la puerta fortificada.

Que desesperación debería tener la población para llegar a construir estos graneros fortificados, que lucha por la supervivencia, si otro pueblo te robaba tu cultivo, el fin era la muerte, en un territorio hostil, duro, aislado, sin posibilidad de sobrevivir. Cuando entras en la fortaleza, agotado por el ascenso y la recorres, sencillamente es sobrecogedor el esfuerzo que debieron hacer para disponer de estas construcciones y proteger la vida.

El Sáhara sigue sorprendiendo, no solo por las visitas tan interesantes, sino por las lecciones de vida que aprendemos cuando lo recorremos e interactuamos con su población.

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