El viacrucis del mercado inmobiliario chino no termina. En esta ocasión ha sido la inmobiliaria china Grupo Shimao la que no ha podido hacer frente a la deuda de 1.000 millones de dólares por un bono «offshore» que vencía este domingo. Además, sin concretar cuáles, la compañía afirma no haber podido hacer frente a otras deudas contraídas en el mercado extranjero.
En un comunicado remitido anoche por Shimao, la compañía asegura no haber recibido ninguna reclamación por parte de sus acreedores. En este sentido, promete «colaborar activamente» con ellos para lograr una «solución óptima» que satisfaga a ambas partes.
Grupo Shimao no es la primera de las inmobiliarias en tener problemas. El mercado chino de la vivienda no consigue levantar cabeza debido a la ralentización de la economía y la crisis de la deuda. A esto hay que añadir el efecto de las duras medidas prohibicionistas del gobierno chino; que pretende evitar una situación en el sector similar a la desatada por Evergrande.
Caída del gigante Shimao
Entre enero y mayo, las ventas pactadas de Shimao cayeron un 72 % interanual hasta los 34.260 millones de yuanes, un descenso que desde la compañía achacan a «los cambios significativos en el entorno macro para el sector inmobiliario en China desde la segunda mitad de 2021 y el impacto de la covid-19».
Esto obligó a la promotora a deshacerse de activos para «mejorar» la liquidez del grupo o renegociar las condiciones de algunas de sus líneas de financiación; lo que no ha evitado que su posición se haya visto comprometida «por las incertidumbres del mercado ante la refinanciación de deuda y unas condiciones de operación y financiamiento por lo general complicadas».
La posición financiera de muchas inmobiliarias chinas, entre ellas, Evergrande, con un pasivo superior a los 300.000 millones de dólares, empeoró después de que, en agosto de 2020, Pekín anunciase restricciones al acceso a financiación bancaria a las promotoras que habían acumulado un alto nivel de deuda apoyando durante años su crecimiento en agresivas políticas de apalancamiento.
Origen de la crisis inmobiliaria China
El mercado inmobiliario chino, todavía muy tocado por la oleada de incumplimientos del año pasado, parece asistir a la tormenta perfecta. La política de «Covid 0» del gobierno asiático ha impedido a la economía del país asiático recuperarse completamente de la pandemia. A esto hay que añadir la escasez de efectivo que atraviesan los constructores y la caída en picado de la compra de vivienda tras el fantasma de Evergrande.
Si bien la situación del gigante asiático parece remitir a la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008, en esta ocasión nos encontramos ante una voladura controlada. Y es que son las fuertes medidas regulatorias impuestas por el gobierno chino las que, en última instancia, están obligando a las constructoras a reducir pasivos y a mantener la liquidez a toda costa.
Un sector endeudado
Fue China Fortune Land Development la primera en no cumplir, en febrero del año pasado, con un bono de 530 millones de dólares. A esta le han seguido una docena de compañías que se han visto incapaces de asumir sus deudas. La última en apuntarse a la lista ha sido Grupo Shimao.
En total, según los datos de China Real Estate Information Corp, las promotoras chinas deben hacer frente a casi 100.000 millones de dólares en deuda. Esta situación se produce en un contexto en el que la demanda ha caído cerca de un 40% con respecto al año anterior, por lo que muchas constructoras están viendo reducidos sus ingresos.
Las líneas rojas del gobierno
Las políticas regulatorias del gobierno chino pasan, principalmente, por aumentar la liquidez. Eso pasa por impedir que, como en el caso de Evergrande, las promotoras acumulen un pasivo excesivo o excedan los límites de apalancamiento.
La especulación inmobiliaria ha llevado a que el precio del metro cuadrado en el país asiático se dispare por encima de los 1.500 dólares. Para el gobierno de Xi Jinping, pinchar los precios de la vivienda y evitar la especulación es uno de los objetivos principales. Son estos precios prohibitivos, entre otros factores, los que han contribuido al actual desplome de la demanda.
Garantizar la estabilidad sigue siendo el principal mantra de las autoridades, que buscan evitar «riesgos sistémicos». El propio Xi avisó el año pasado de que China no podía «eludir» riesgos financieros; una tarea fundamental a un año del Congreso del Partido Comunista chino (PCCh).