En la primera estrofa del himno de Valencia, se habla de cantos de amor e himnos de paz. PAZ, precisamente algo por lo que todos nos uniríamos bajo una misma voz. Permitidme que dadas las fechas en las que estamos, y teniendo nuestra sede en València, en este editorial haga referencia a las Fallas.
Quizás puede resultar chocante que con la que está cayendo hablemos de fiestas populares, pero creo que también es justo reconocer la Industria que hay detrás de estas fiestas josefinas, -en honor a San José, patrón de los carpinteros-, que desde 2016 son patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Una Industria que, como tantas otras, ha sufrido la pandemia y a la que, una vez más, la meteorología no se lo va a poner fácil. Los artistas falleros se afanan estos días por agilizar la plantà antes de que venga la temida borrasca que pronostican para la próxima semana.
Son muchos los gremios que se unen en torno a esta tradición y espero no dejarme ninguno:
Artistas falleros, floristería, pirotecnia, indumentaria valenciana, joyería, calzado, restauración (bares, restaurantes y buñolerías), hoteles y alojamientos, peluquerías, bandas de música, orquestas, discomóvil y otros grupos musicales, decoración, alquiler de carpas, fotografía, iluminación y megafonía, imprenta, lotería, transporte, ganadería de reses bravas, tauromaquia, rejoneo, etc.
Todos estos sectores contribuyen a la economía generando empleo y riqueza (los últimos estudios ya apuntaban a un impacto de más de 750 millones de euros y de más de 7.500 empleos). Además, impulsan la generación de un intangible, algo que no es fácil de medir pero que es muy importante que no se pierda como es la ilusión. Ilusión por salvaguardar las tradiciones, por transmitir de padres a hijos esa ‘germanor’ que se dice aquí en Valencia cuando uno se quiere referir a hermanarse bajo un objetivo común. Y, en el caso de las Fallas, ese hermanamiento gira en torno a admirar el monumento fallero y venerar a la Virgen de los Desamparados. Unos días en los que se piensa en hacer el bien, un valor a exportar: hacer el bien.
Este intangible, sin duda, ejerce un efecto positivo en las personas, que tanta falta hace en los tiempos que corren.
Por otro lado, las Fallas, por su idiosincrasia, contribuyen a fomentar la creatividad y el ingenio, ya que los monumentos falleros están al servicio de la sátira. Y este año, seguro que todos coincidimos en el ninot que, aunque solo sea el día de la cremà, nos gustaría ver arder en las llamas del fuego fallero.
Mención especial merecen los que en estos días van a velar por la seguridad de todos, como son policías, bomberos y sanitarios y no debemos olvidarnos tampoco de aquellos que mantienen limpia nuestra ciudad. De modo que mantengamos las medidas de precaución necesarias y también viva la Ilusión por las tradiciones.